La «Unión Europa» de Andrés Laguna... 500 años atrás

El nombre de este visionario era Andrés Laguna , un humanista que llegó a ser médico personal del emperador Carlos V , del Rey Felipe II y de los Papas Paulo III y Julio III. El 22 de enero de 1543 fue invitado por la Universidad de Colonia a pronunciar una lección magistral en su aula magna. Eran las siete de la tarde y la sala estaba abarrotada de príncipes y nobles, en una época compleja llena de tensiones, de fracturas políticas y religiosas y de guerras fratricidas interminables. Laguna aparecía allí con capa negra y capuz. El aula estaba iluminada con antorchas negras y revestida con telas oscuras, con las que el orador quería escenificar el luto que para él representaba la situación que vivía aquella Europa resquebrajada y azotada por los enfrentamientos. Una Europa que el humanista había conocido a la perfección a través de sus continuos viajes a Francia, Italia, Inglaterra, Alemania o los Países Bajos, primero como estudiante en París y, más tarde, como miembro de la corte de Carlos V.

Fue entonces cuando aquel hombre nacido en una familia de médicos conversos judíos pronunció su premonitorio discurso, publicado poco después con el título de «La Europa que miserablemente se atormenta y deplora sus desgracias». Un texto de aproximadamente treinta páginas en el que dibuja el panorama desolador de un continente devastado que necesitaba la paz urgentemente y el trabajo en pos del bien común contra las amenazas exteriores, tales como los turcos.

Ante la atenta mirada de todos aquellos príncipes y nobles europeos, Laguna hizo un llamamiento a la concordia, instándoles a reforzar los lazos culturales que les unían y a olvidar las diferencias ideológicas y religiosas que les separaban. Nuestro protagonista hizo hincapié sobre las consecuencias negativas de este distanciamiento provocaba sobre la vida de las personas. «Las guerras roban al pueblo, abruman a los buenos, incitan a los malos a tétricos y horrendos crímenes, acaban con las artes liberales, estorban el cumplimiento de las leyes, impiden el comercio, y, finalmente, conceden a muchos amplia impunidad y licencia para el adulterio, el asesinato, el latrocinio, el perjurio, para socavar o escalar muros, para el incendio, para la devastación, para toda clase de atropellos», defendió aquella tarde de enero de 1543.

Aquel discurso dejó atónitos a todos los presentes y aún sigue sorprendiendo a muchos autores hoy por su validez, como José Antonio Sacristán, que, en su obra «Andrés Laguna, un científico español del siglo XVI», nos muestra a este humanista como uno de los primeros intelectuales que fue capaz de, hace más de 500 años, mirar a Europa y clamar por su unidad. Un hombre que vio al continente no solo como un único territorio, sino también como un ente cultural y político construido sobre la tradición helénica clásica y el cristianismo.

Pero este episodio sigue aún siendo tan desconocido como el propio protagonista, cuya figura se ha tratado de homenajear recientemente con una lección magistral en la Universidad de Alcalá de Heneras , de la que fue profesor en la primera mitad del siglo XVI. Hoy, tan solo se le recuerda con una estatua en una plaza de Segovia, cuya cabeza fue arrancada por unos vándalos en 1999, y por algunos tratados de medicina. Y eso que su nombre aparece escondido en las páginas del Quijote de Cevantes , como «el doctor Laguna».