Jorge M. Reverte: «Hay crisis, pero aún no hay odio en la calle como en los años 30»
El escritor publica una edición corregida y aumentada de uno de sus mejores libros «La Batalla del Ebro»
manuel de la fuente
«El Ejército del Ebro,/ rumba la rumba la rum bam bam / una noche el río pasó / ¡Ay Carmela, Ay Carmela!» ... Quién sabe si aquella madrugada del 25 de julio de 1938, una noche sin luna, los centenares de soldados republicanos cantaban ya ... aquella canción al cruzar el río Ebro en la provincia de Tarragona, pero la ofensiva por sorpresa contra los nacionales (derrotados a las puertas de Valencia, pero triunfadores en todo Aragón y parte de Cataluña, incluida Lérida) era la terrible melodía que debería llevar a la República a cantar las cuarenta en aquella terrible guerra que ya duraba dos años.
La Batalla del Ebro fue la más grande y y cruenta para los dos bandos y una de las más terribles jamás desarrollada en tierra española. Por una vez, el Ejército Republicano , diseminados (cuando no asesinados y encarcelados) los anarquistas y los trotskistas, parecía una tropa unida y preparada, y su jefe, el General Rojo , decidió jugársela. La lucha duró hasta noviembre, y acabó con una retirada de los republicanos que el comunista Modesto dirigió con serenidad e inteligencia para evitar el desastre total. Tras la batalla, la Guerra estaba decidida a favor de Franco , aunque las líneas de los dos ejércitos realmente apenas se hubieran movido.
Jorge Martínez Reverte , experto en lides guerracivilescas, hijo por cierto de un cabo del Ejército Republicano (reclutado por leva, no voluntario), Jesús Martínez Tessier , se metió en las trincheras de aquella carnicería en uno de sus mejores libros, «La Batalla del Ebro» , que ahora se reedita (RBA), corregido y aumentado, aumentado mayormente con cerca de cuatrocientas imágenes (con pies de mucho calado) y nuevos testimonios. Reverte recuerda que solo en aquellos momentos, ya más de mediado 1938, los republicanos parecían por fin una tropa profesional y preparada y por fin, (lejos ya los anarquistas y los trotskistas) con un mando único.
Sin aviación
«Los republicanos pusieron en liza lo mejor de su gente , el llamado Ejército de Maniobra , en el que hasta los soldados que provenían de unidades milicianas estaban muy depurados y preparados. Y con algunos jefes estupendos como Modesto , aunque no fuera militar provisional. Pero no tenían la misma capacidad que los nacionales, ni tanta artillería, ni tanta aviación, ni buenos mandos intermedios. No podían aguantar mucho, y así fue».
En esos mismos tiempos se celebraba el juicio contra los trotskistas del POUM , en Barcelona, acusados de «traición», y Reverte subraya que «los estalinistas, a las órdenes de la Internacional Comunista querían acabar con el partido trotskista, pero sorprendentemente las autoridades republicanas consiguieron que se hiciera justicia, con un juicio abierto a los observadores internacionales y al público. Los comunistas mandaban en los comisariados y en muchas zonas de la retaguardia, pero la República supo mantener cierta capacidad para mantener el Estado».
El miedo de Franco
Sorprendente fue también la actuación de Franco que con buena parte de Cataluña en su poder y las tropas republicanas de Aragón deshechas no tomó camino hacia Barcelona, en contra incluso de sus correligionarios. «Creo -explica Reverte- que sí, que los nacionales podrían haber atacado Barcelona desde Lérida, pero Franco temía que los franceses intervinieran , porque no querían ni por asomo que los alemanes aparecieran por su frontera sur».
La batalla, como tantas otras de la Historia, se convirtió en una carnicería, pero el paisaje de la guerra no cambió: «Acabó como empezó. Sin cambios especiales en las posiciones de cada bando. Pero eso sí, fue una terrible batalla de desgaste y los republicanos tenían menos capacidad de reponerse . Además, se produjo el Compromiso de Munich , en el que franceses e ingleses cedieron ante Hitler, y eso supuso un enorme impulso psicológico para los franquistas, y muchos republicanos que entonces la guerra ya estaba perdida».
«El nacionalismo siempre es terrorífico»
Olvidado el fragor de aquella terrible batalla, desde la experiencia y la perspectiva de un experto como Martínez Reverte , cabe preguntarle si observa en nuestra España quebrada por la crisis algún parecido con aquellos tremendos días. Y surge la esperanza: «Creo que no tiene nada que ver. La España del 36, como toda Europa en esa década, estaba llena de odio, de rencores, de cuentas por ajustar. Ahora hay conflictos, claro, y no sabemos lo que nos deparará el futuro, pero no creo que haya odio en la calle. La gente puede discutir en voz alta, pero nadie se da un botellazo».
Entre los barros que trajeron los lodos de la contienda nadie puede olvidar el nacionalismo radical , las formaciones que querían desintegrar España. «Pienso -concluye Martínez Reverte- que vamos a vivir situaciones tensas, incómodas y antipáticas y surgirán oportunistas que quieran aprovecharse. El nacionalismo es terrorífico , siempre es una enfermedad que afecta mucho al cuerpo social, pero no espero que suceda nada parecido a aquellos tiempos en Cataluña. Puede haber alguna similitud, pero socialmente las cosas son muy distintas, aunque espero que el asunto se reconduzca. Pero sí hay un trocito pequeño en el País Vasco donde sí hay odio y rencor acumulados, un sector de nazis que reciben un importante porcentaje de votos, pero bueno, al menos de momento ya no hay muertos».
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