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CORAZÓN DE LEÓN

EL TREN DE LUIS DEL OLMO

VICENTE ÁNGEL PÉREZ

Luis del Olmo lleva sesenta años sentado ante un micrófono, pues cuando era un adolescente de quince ya estaba en Radio Juventud de su Ponferrada natal haciendo sus pinitos radiofónicos. Del Olmo es, como el empresario Amancio Ortega, hijo de ferroviario, profesión que por estas tierras leonesas y por aquellos tiempos suponía una paga decente y una jubilación asegurada. Era el esplendor de la Renfe, cuando a la medianoche el maquinista del «Shangai Express» (un tren de vapor que en 1951 comenzó a unir La Coruña con Barcelona) hacía sonar a su paso por Astorga el «toque del obispo». Antonio Pereira, paisano y amigo de Luis del Olmo, escribió al respecto uno de sus grandes cuentos, que así comienza: «De pronto, el silbato de la máquina sonó con gravedad, casi solemne, un silbido largo y dos cortos.

-¿Has oído? -dijo mi padre-. ¡Es el maquinista, que ha hecho el toque de obispo!

-¿Y eso? -me admiré yo-.

-Ellos tienen su código de señales, atención, atención especial, máquina de cola que se separa del tren. Y el toque de obispo, éste es de reverencia cuando se acercan a una ciudad episcopal, de las que tienen obispo y no tienen gobernador civil. Astorga, Calahorra, Guadix...».

Aquel «Shangai» venía de Ponferrada y había partido de La Coruña. Y llegaba a Barcelona tras más de treinta horas de viaje cargado de pasajeros de tercera, con sus penas e ilusiones en un rumbo incierto a la Cataluña que, por entonces (en los sesenta), era como las «Américas» en la que, décadas anteriores, se embarcaron gallegos y leoneses con mayor o menor éxito. El hijo del ferroviario de Ponferrada, Luis del Olmo, se subió un día al tren de su vida, micrófono en mano y, estación tras estación, puso pie en Barcelona. Y ahí sigue, a sus 75 años, con el micrófono que le ha hecho millonario y popular, querido y odiado, admirado y envidiado.

A Luis del Olmo le han vuelto a dar un premio Ondas. Ya lleva nueve, pero éste tiene su aquél, pues se trata del «Especial del Jurado». Los Ondas tienen solera, pero también cierto sectarismo y mucho de amiguetes, por lo que cobra mayor mérito el concedido al locutor de ABC Punto Radio por un jurado de la «competencia». A Del Olmo, que conserva esa voz que parece surgir de un campanario catedralicio, ya sólo le queda emprender el viaje de regreso a su querida Ponferrada, a la que tanto recuerda, ama y promociona. Pero el tío se resiste a abandonar ese micrófono que hace décadas apretaba entre sus manos en el «Shangai», en aquel tren de penas e ilusiones al que gallegos, leoneses, palentinos, aragoneses… se subían como quienes se embarcaban rumbo a las «Américas».

El hijo del ferroviario de Ponferrada ha hecho parada en muchas estaciones, ha pisado cientos de andenes y recorrido kilómetros y soportado largas horas de traqueteo. Este Del Olmo es como el machadiano: parece seco y viejo, pero tiene la gracia de una rama verdecida. Y cada primavera, milagro, micrófono en mano.

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