Frade, el médico que dijo la verdad sobre el caso Meño

El 3 de julio de 1989 , cuando era médico aprendiz, estuvo en la operación de rinoplastia de la que el joven Meño salió con un daño cerebral irreversible . Se quiso tapar una negligencia médica. La familia Meño peleó, sin éxito, en los tribunales hasta llegar a deber, incluso, 400.000 euros que no tenían en costas judiciale s.

Tuvieron que pasar veintiún años para que su declaración como testigo diera un giro radical al caso y el Supremo ordenara la revisión del proceso. ¿Por qué esperó tanto para contarlo todo? Frade sostiene que le informaron de una primera sentencia que condenaba al anestesista (doctor González Martín ) y que indemnizaba a los Meño. Ahí se quedó. Lo que no supo es que aquel fallo no prosperó, que hubo recursos y anestesista absuelto.

Ignacio Frade siguió con su vida. Hasta que en febrero de 2010 , casualmente, pasea por la plaza de Jacinto Benavente. Juana y su marido llevaban ahí desde el 17 de junio del 2009 en un chamizo-protesta. Se habían «instalado» ahí con su hijo Antonio en coma. Era el último cartucho de los Meño para llamar la atención de la opinión pública, reclamar justicia, exigir la revisión del caso y lograr que se admitiera una negligencia médica.

Frade se para en seco ante el chamizo. Comienza a curiosear sobre la tragedia de esa familia escrita en carteles y recortes de periódicos que forraban el tenderete . Y cae en la cuenta de que él estuvo en aquella operación. No daba crédito a lo que estaba viendo. Tardó poco en ofrecerse a Juana para prestar su testimonio. Primero por escrito para los abogados de los Meño, entre ellos Luis Bertelli. Después en la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo, el 3 de noviembre de 2010.

Frade dijo que él estuvo en el quirófano de la clínica madrileña Nuestra Señora de América. «Mi presencia aquel día se debía a que estaba recién licenciado en Medicina y aprendiendo cirugía estética con don Miguel Ballester... Yo era un mero observador...». Pero allí relató que el tubo de anestesia endocraneal a través del que respiraba el paciente se había desconectado hacía diez minutos. Nadie se dio cuenta porque el anestesista simultaneaba dos intervenciones. El «caso Meño» se cerró en julio de 2011: las aseguradoras de la clínica indemnizan a la familia con 1,07 millones .