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Tranströmer: «Ahora solo escribo haikus»

Día 15/10/2012 - 16.22h

Se cumple un año de la concesión del Nobel a Tomas Tranströmer. ABC Cultural le ha entrevistado con motivo de la publicación en España de su correspondencia con Robert Bly

Tomas Tranströmer recibe el Premio Nobel de Literatura durante la ceremonia celebrada en diciembre de 2011

«Estoy sentado ante el televisor viendo entrar y salir a personas sombrías... Mira, ahí tenemos a Montale -lleva una estrella de metal en el frac, tiene un aspecto digno de una manera relajada, no se va a desmayar...» Así es como Tomas Tranströmer retransmite en 1975 la ceremonia de entrega del Nobel. La carta termina con estas palabras: «Llega la hora del premio de Economía -ese premio no lo recibirás nunca, Robert, tal vez el de Literatura a los ochenta años». El destinatario, Robert Bly, nunca logró el máximo galardón de las letras. Quien sí lo obtuvo fue el propio Tranströmer en 2011. Treinta y seis años después de su irónico vaticinio.

Diciembre de 1963. Un artículo sobre The Sixties Press, revista y editorial que dirige el poeta norteamericano Robert Bly en Madison, Minnesota, despierta el interés de Tranströmer y los pone en contacto. Nace entonces su correspondencia y su amistad.

Las cartas van y vienen. En ellas intercambian lecturas y vida doméstica. La estrechez económica también se cuela en la «conversación»: «A finales de mes damos vueltas por la casa sacudiendo todas las ropas que hemos usado con la vana esperanza de que caiga alguna moneda», confiesa el sueco.

Cada uno traduce los versos del otro, por eso en el epistolario de «Air Mail» abundan las consultas y los consejos. También la política estadounidense, que Tranströmer sigue de cerca. El 9 de junio de 1968, cuatro días después del atentado, asegura: «Todo quedó trastocado por el asesinato de [Robert] Kennedy. Justo después de sucesos así me siento tan lleno de rabia y resignación que la poesía se me hace imposible».

Tranströmer no se muerde la lengua: «El discurso de Nixon sobre Camboya lo tengo atravesado en la garganta como una ESPINA DE PESCADO [...]. Quiero vivir lo suficiente para ver cómo pierde las próximas elecciones presidenciales. Él oscurece el sol». Pero nada le irrita tanto como la guerra de Lyndon B. Johnson: «Leo en los periódicos una encuesta que dice que uno de cada tres norteamericanos querría utilizar la bomba atómica en la guerra de Vietnam. Dios mío, uno de cada tres», se horroriza.

¿La guerra de Vietnam fue una pesadilla?

Las cartas a Robert Bly son muy sinceras. Cuando las escribía no contemplaba la idea de que pudieran llegar a publicarse y es difícil desarrollar pensamientos de hace cuarenta años, pero obviamente la guerra de Vietnam fue una tragedia y un gran error.

Volvamos la vista atrás. A los nueve años ya sentía aversión por Hitler. ¿Tan claras tenía las ideas?

Crecí y me eduqué en una familia que muy pronto rechazó el nazismo. Se hablaba abiertamente sobre la guerra y yo escuchaba con atención y podía participar en la conversación.

¿Qué tienen en común la poesía y la psicología criminal, a las que ha dedicado su vida?

Hay que cavar profundamente si se quiere encontrar algo común entre la poesía y la psicología criminal. Con frecuencia me preguntan qué relación existe entre mi escritura y mi trabajo como psicólogo. Es difícil responder. Creo que hay una relación próxima, íntima, porque todo lo que se escribe es la expresión de una experiencia reunida. El contacto que tengo con los problemas del mundo está en todo cuanto escribo, pero no siempre sale a la luz de una manera directa.

En 1990 sufrió un ictus que redujo sus posibilidades de expresarse. ¿Cómo ha afectado la enfermedad a su poesía?

Obviamente la enfermedad ha implicado limitaciones también en mi escritura. Ahora escribo textos concentrados; haikus, por ejemplo. Naturalmente es posible que mi escritura, sin esas complicaciones en el lenguaje, hubiese derivado de igual forma hacia una mayor concentración.

¿Cuáles son sus poetas de cabecera?

Hay muchos poetas que me han causado una fuerte impresión y que me han acompañado durante toda la vida. Entre los poetas suecos está Thoursie y sobre todo Harry Martinson. Descubrí a los surrealistas franceses a muy temprana edad, así como a T. S. Eliot, César Vallejo y Lorca.

¿Estaba preparado para recibir el Nobel?

Sé que durante muchos años mi nombre estuvo entre las especulaciones en torno al galardón. Sin embargo, fue una gran sorpresa cuando me llegó la noticia en octubre de 2011. Para mí era evidente que es difícil darle el premio a un escritor sueco, pero naturalmente me alegré mucho y me sentí muy honrado.

¿Alguna vez ha sentido la necesidad o la tentación de escribir una novela?

No, nunca he querido escribir novela, pero me hubiese gustado escribir más ensayos.

Firmó una de las cartas de «Air Mail» como John Updike. En otra se hizo pasar por Jung. ¿Le gusta jugar?

En toda escritura poética hay un componente de juego; también en la poesía métrica tradicional.

¿Se atrevería a hacer un balance de su vida?

¿Hacer un balance? Bueno, entonces necesitaría un contable… Para mí la vida ha sido siempre un misterio, y lo sigue siendo.

Air Mail. Correspondencia 1964-1990

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