arte
Greta Alfaro: «El Barroco nunca acabó»
Greta Alfaro se une a la nómina de artistas españoles que se abren hueco en el extranjero. La navarra celebra su primera exposición en Londres con el apoyo de la Fundación Génesis
borja bergareche
El último proyecto audiovisual de la artista afincada en Londres Greta Alfaro (Pamplona, 1977) golpea al espectador como un thriller visual a lo Proyecto de la Bruja de Blair . Una rata con una cámara se pasea inquietantemente por los recovecos de ... una oficina inglesa de principios del siglo XX. Agazapada tras las esquinas, observa desde lejos el repiqueteo de las máquinas de escribir y las rutinarias tareas burocráticas de los oficinistas. Hasta que pierde el miedo a la presencia humana y se sube a los hombros del encargado , que no levanta la mirada de unos formularios. « Buñuel , Herzog y Polanski son referencias importantes en mi obra, aunque luego me he dado cuenta de que hay también un elemento del cine Dogma en este proyecto», explica una artista incardinada entre el surrealismo y el imaginario barroco que preside obras como Invención (2012), en la que salpica de merengue las vanidosas paredes de una iglesia, o In Ictu Oculi (2009), vídeo en el que una bandada de buitres devora «en un abrir y cerrar de ojos» una «viridianesca» mesa de picnic en medio del campo.
Alfaro, con el apoyo de la Fundación Génesis , ha ocupado una planta del edificio Fish and Coal junto al canal de Regent , en King’s Cross. Este complejo industrial abandonado, que hace años albergó algunas de las discotecas undergroundmás cotizadas de Londres, jugó un papel central en el transporte ferroviario de carbón desde finales del siglo XIX. En este paisaje de ladrillos, paredes desconchadas y barcazas fluviales surge, tras una labor de documentación en los Archivos Nacionales británicos, A Very Crafty And Tricky Contrivance, un proyecto de dos vídeos y varias fotografías en los que la rata «se convierte en un espectro del orden y la productividad» de «un mundo de rutina y burocracia que atrapa y aliena» a sus habitantes, según el catálogo: «La rata es una idea que enseguida vinculo con unos tiempos victorianos que, aunque van asociados al esplendor inglés de la Revolución Industrial y el Imperio, generaron unos elevados niveles de miseria humana, y la miseria humana está muy ligada a las ratas», explica.
¿Le interesa la perspectiva que aporta el animal o la simbología que introduce?
Me interesan las dos cosas. Utilizo los animales que tienen una carga de significado fuerte porque funcionan como arquetipos. Van asociados indisolublemente a una idea, no me interesa tanto el animal concreto, macho o hembra de una edad u otra, sino lo que significa en nuestra tradición occidental o europea.
¿Qué es la rata, entonces?
Es un animal ligado a la suciedad, a la enfermedad, a la muerte. Un ente oculto que está siempre al lado de los humanos pero que casi nunca vemos, que intentamos evitar a toda costa. Siguiendo la línea de mi trabajo anterior, me interesa ver cómo nos desenvolvemos siguiendo unas normas sociales que nos llevan a ocultar ciertos aspectos inconvenientes. La rata nos recuerda su presencia, como una sombra de nuestra vida.
¿Nos está alertando de algo al desvelarnos lo oculto? ¿Intenta sacudir conciencias?
No me gusta la palabra pedagogía, pero sí la expresión «sacudir conciencias». Quiero compartir las preocupaciones que tengo y sí: aspiro a provocar conversaciones y preguntas sobre el statu quo.
¿Qué entiende por statu quo? En obras como esta o «European Dark Room» retrata una civilización occidental en ruinas...
Tengo una visión amarga. El entorno burocrático me sirve como símbolo del statu quo por su organización jerárquica, por constituir esos espacios de control donde se toman decisiones sin que tengan acceso las personas que han votado. Las imágenes pertenecen a otra época porque no quiero señalar a nadie. Es un problema que no es nuevo.
¿La rata termina realizando el papel que no desempeñan ciertos oficios humanos, como el periodismo?
Sí. Me he dado cuenta, una vez realizado el proyecto, que la rata adquiere un papel positivo porque nos desvela cosas. Normalmente las cámaras son las de los medios de comunicación, que dan una información manipulada, o las de seguridad, que graban nuestras vidas en secreto.
Al «dirigir» a animales se somete al azar...
Totalmente. Tienen sus patrones de comportamiento, pero son impredecibles. Lo veo como parte del trabajo. Soy un poco maniaca del control, y todo está controlado al máximo, excepto lo que haga el animal. Es un set eduardiano donde todo está perfectamente pensado porque, una vez introducimos al animal, ya no sabemos qué se va o no a ver. Me gusta el contraste entre esa idea tan humana de control con el caos de la Naturaleza. La legislación me obligaba a tener un veterinario y un experto en comportamiento animal en el rodaje, que son dos de las mujeres que aparecen como actrices.
¿Se ve en un barroco «high-tech», con sus bodegones y ecos de Valdés Leal?
En mi obra hay muchas referencias conceptuales al Barroco. Hay teorías que dicen que nunca acabó. O quizás, por estar en un momento de crisis, algunos hablan de Neo-barroco al darnos cuenta de lo efímero de cosas que pensábamos que iban a durar siempre. No ya la vida humana, sino, por ejemplo, el Estado del Bienestar. En España, mi generación creyó que iba a durar siempre.
¿La ambientación eduardiana surge del propio edificio?
Sí. El edificio es de finales del XIX, de la época victoriana tardía. Pero yo quería una época que fuera ya en el siglo XX. La era eduardiana, tan ligada al Imperio [Británico], me permitía introducir elementos eléctricos en la instalación, que le daban un aire más contemporáneo. Me interesaba también el paralelismo con la actualidad, porque el comienzo del siglo XX es un momento de crisis con el declive del carbón como energía.
¿Cómo se ve España desde Londres?
Londres permite conocer a mucha gente muy interesante, aunque yo me siento ligadísima a España. Siempre me he basado en mitos y tradiciones vinculados a mis orígenes. Pero la crisis es peligrosísima porque deja a los artistas en una situación que nos obliga a emigrar. Yo me siento una emigrante.
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