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La última aventura de William Boyd
En «Esperando al alba», William Boyd despliega una apasionante trama de espionaje que transcurre entre Viena y Londres antes del estallido de la Primera Guerra Mundial
mercedes monmany
El excelente y camaleónico novelista William Boyd , un «afroescocés», como él mismo se define, nacido en Accra, Ghana, en 1952, y autor de Un buen hombre en África, Armadillo, Tormentas cotidianas o Bambú, ha escrito una de sus más apasionantes aventuras. Parte de ... l a culta y trepidante Viena de 1913, laboratorio fascinante donde en aquellos momentos se cocía todo lo moderno de un continente y donde se reunían genios de la escritura, como Musil, Roth, Kraus o Zweig; de la arquitectura, como Otto Wagner y Loos; de la filosofía, como Wittgenstein; de la pintura, como Klimt y Schiele; de la música, como Mahler y Alban Berg, y donde las novelas y dramas de Schnitzler sacudían tormentosamente la escena austriaca mientras La señorita Julia , de Strindberg, prohibida en muchas ciudades y teatros, escandalizaba a toda Europa.
William Boyd, nacido en Accra, Ghana, es un excelente y camaleónico novelista
La suya es una trama, entre intelectual, moral e irónica, de persecuciones y dilemas, a lo Graham Greene , rebosante de códigos y claves a descifrar, de pistas cultas. O, si se prefiere, un laberíntico e inteligentísimo Le Carré , en vez de sumergido en la atmósfera de la «guerra fría», ambientado en la Primera Guerra Mundial, en las trincheras entre Francia y Alemania, en el sofisticado juego del espionaje y el contraespionaje de las grandes potencias o en los ataques por aire de un gigantesco monstruo barrigudo, hasta entonces desconocido , que debutaba en esos días como dirigible para contrarrestar la superioridad naval británica: el zepelín, que en 1915 lanzará sus bombas nocturnas sobre los teatros de Londres.
Guiños exquisitos
En la novela incluye no solo una readaptación de las teorías sobre la memoria del Premio Nobel Henri Bergson y el psicoanálisis de Freud, sino múltiples ecos y guiños exquisitos: desde la estremecedora intriga, entre íntima e histórica, presente en El agente secreto, de Conrad, hasta la historia de uno de los más famosos espías de la Primera Guerra Mundial, que se suicidó al ser descubierto: el Coronel Redl, protagonista de la obra del mismo nombre firmada por el periodista y reportero checo de entreguerras Egon Erwin Kisch , llevada al cine más tarde por el húngaro Szabó. Un suicidio «muy vienés» que sobrevuela esta obra .
Lysander Rief es denunciado por violación por una diabólica mujer
«Una salida perfectamente razonable en este tambaleante Imperio nuestro», dirá uno de los estupendos personajes secundarios, un oficial austrohúngaro de origen esloveno, que forma parte, como él mismo añade, del desprotegido e intercambiable «harén» de pequeñas naciones de «esos dos poderosos sultanes» que son Austria y Hungría. Un ejército que, en esa Europa que bulle frenéticamente de novedades procedentes de los más diversos campos del intelecto y el arte, está corroído por otra nefasta peste ya en boga: el antisemitismo .
El protagonista de Esperando el alba es Lysander Rief, un joven actor londinense, hijo de un famoso actor shakesperiano y de una austriaca, Lady Anne Faulkner , casada en segundas nupcias con un aristócrata inglés. Tras su paso por la consulta en Viena de un famoso psicoanalista, el doctor Bensimon, alumno de Freud, Lysander se ve envuelto en una quimérica acusación. Denunciado por violación por una diabólica y apasionada mujer, la joven escultora Hettie, con la que ha tenido una tórrida relación y con la que se ha curado de su extraña disfunción sexual, será reclutado como espía al servicio de la Inteligencia Militar británica, a cambio de saldar su cuantiosa cuenta pendiente con la justicia.
Arte del disfraz
Sagaz, intuitivo y experto en el arte del disfraz gracias a sus habilidades como actor, parece la persona ideal. Su misión será descubrir a un traidor que trabaja en el mismo corazón de la Oficina de Guerra británica y que está pasando información vital al enemigo alemán, de forma que los suministros nunca llegan a su destino una vez desembarcan en Le Havre, Ruan o Calais.
En una guerra total todos se sabotean, como comenta cínicamente Lysander
De Viena, Lysander logrará escapar hacia Londres, pasando antes por Trieste y por Ginebra, que, como todas las ciudades suizas, se ha convertido en un auténtico nido de espías e «informantes» , con «mujeres dudosas de todas las nacionalidades» de las que es conveniente alejarse.
En una guerra total, con varias naciones de los Aliados unidas contra las potencias centrales de la Triple Alianza, todos se sabotean, como comenta cínicamente Lysander hablando con uno de estos espías de alto nivel que mantienen la sutil y escurridiza ambigüedad hasta el final: «Piense en nuestros ejércitos y ciudades. Hay una ciudad británica, y una ciudad francesa, y una ciudad alemana, y una ciudad rusa . Y después está la ciudad austriaca, la italiana, la turca. Necesitan todo lo que necesitan las ciudades: combustible, transporte, energía, alimentos (…) Y después está el ingrediente final, único. El armamento. De todas clases imaginables. Esas ciudades intentan destruirse unas a otras».
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