Silicon Valley, el reino de la testosterona: solohombres.com
La meca de la tecnología, donde las compañías son como fraternidades masculinas, es territorio hostil para las mujeres. Una extrabajadora de Facebook ha desatado la polémica
karelia vázquez / mujerhoy.com
Cuando hace un par de años me fui a vivir a Palo Alto –centro urbano de Silicon Valley (California, EE.UU.), sede de Facebook, domicilio del difunto Steve Jobs, de Mark Zuckerberg y su esposa, y de cientos de programadores con ... capacidad intelectual y fortuna infinitas como para haber sido contratados por una de las empresas tecnológicas líderes del mundo– mis amigas americanas, que también se disponían a pasar una temporada allí, me informaron de que habíamos tenido mucha suerte.
Estábamos oficialmente, y según varias estadísticas fiables, en el sitio con más densidad de hombres solteros y bien pagados de Estados Unidos. Las oportunidades de encontrar pareja para quien así lo quisiera, eran teóricamente infinitas. También era cierto que pisábamos territorio «nerd» , de individuos obsesionados por la tecnología. Raritos.
Con un criterio estético relajado que les permitía combinar unas sandalias y unos calcetines blancos con cualquier «outfit» y a cualquier hora del día. Pero solteros en su mayoría, y mejor colocados, imposibles. Y ya sabéis que a las mujeres nos gusta creer que podemos salvar a los hombres de sí mismos.
Así que, según me explico una amiga que hasta entonces había vivido en Los Ángeles y estaba entusiasmada con la potencialidad de la vida nocturna de Palo Alto, valía la pena hacer una inversión y salir a los sitios donde iban ellos, los “developers” (programadores en castellano). Y una inversión era, desde luego.
El ingreso per cápita en Palo Alto está por encima del promedio de cualquier ciudad estadounidense, por tanto los precios son un 65% más altos. En otras palabras, había que estar dispuesta a pagar 19 dólares por una copa de vino californiano.
Proyecto de romance
Diez meses después, con una fortuna gastada en pinot noire, no habíamos cruzado más de cinco palabras con un «developer». Conseguimos descubrir sus sitios preferidos en Palo Alto, como la Wine Room por mencionar uno, pero cuando desembarcaban allí, después de haber trabajado frente a un ordenador unas 14 horas, era difícil entablar una conversación con ellos. Lo normal era que pidieran una copa y lo siguiente era que se derrumbaran catatónicos en un sofá.
Los más sociables alcanzaban el estado de gracia y te preguntaban tu nombre cuando ya estaban absolutamente borrachos, y a más de uno tuvimos que sacarlo a rastras del bar y llevarlo a dormir a su casa. Creo que, a estas alturas, la lectora imaginará que el proyecto de romance con el hombre perfecto había fallecido de muerte natural en alguno de los bares de la capital de Silicon Valley.
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