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Londres 2012: ¡En el pescado de Bobby Charlton, ni una espina!

El Sir es venerado en Manchester. Come todos los días en Old Trafford. Los empleados se echan a un lado. Cuidan de su comida para que no se atragante. Es un griot del fútbol

Londres 2012: ¡En el pescado de Bobby Charlton, ni una espina! reuters

tomás gonzález-martín

Siempre se pone una chaqueta de pata de gallo, con cuadritos negros y blancos. Una jacket típicamente inglesa. Su corbata roja, del Manchester United. Sir Robert Charlton (Ashington, 11-10-1937) es un dios en este club. Una estrella que brilló, fulgurante, en los años cincuenta y sesenta. Jugaba con las medias caídas y dirigía al equipo con un don de mando que hoy ya no existe en el ManU, inmerso en un fútbol de balones rápidos y aéreos, el que domina en la Premier. Su técnica y su visión de juego hicieron grande a este club.

Es calvo desde el 6 de febrero de 1958, cuando el avión del equipo, que volvia a Inglaterra desde Belgrado, donde había jugado contra el Estrella Roja, se estrelló en el aeropuerto de Múnich. La nave tenía problemas de motores, intentó descender en el aeropuerto alemán y no pudo evitar la catástrofe. Fallecieron veintitrés personas, entre ellos ochos jugadores. Sobrevivieron veintiún pasajeros, nueve de ellos futbolistas. Bobby fue uno de los afortunados. Perdió el pelo. Pero nunca su clase. Continuó llevando las riendas del ManU durante tres lustros. Y es una institución eterna de la casa.

Acude a comer todos los días al viejo Trafford, el sitio donde se hizo grande. El césped donde él continuó la estirpe triunfal de Matt Busby, el otro ídolo intemporal de la afición roja. Allí, en el restaurante, coqueto, del club, es atendido con devoción. Tiene setenta y dos años y hay que cuidarle. Especialmente cuando pide pescado. Se lo limpian y se lo presentan en el plato listo para comer. ¡Ni una espina en el pescado de Sir Bobby! Se anticipan a cualquier problema. Que no se atragante con una. Se lo toman muy en serio.

Es un excelente portavoz de las esencias del club. Habla en nombre del Manchester con una prestancia que los dirigentes adoran. Es venerado. Ha llevado su elegancia del campo a la representación de unos sentimientos. Ni una palabra mala. Critica con sinceridad cuando ve que un futbolista o un equipo es violento, pero sin mayor acritud que esa mención. No le gusta ser hipócrita. Lo dice todo, pero con prudencia. los empelados del club se echan a un lado cuando el Sir atraviesa uno de los estrechos pasillos de las oficinas de Old Trafford . Están llenas de fotos de todas las figuras de un equipo centenario. La suya se encuentra en el pasillo central. Pero lo más importante no es su foto. Hay un monumento dedicado a él fuera del estadio. Los seguidores se ponen al lado de la escultura y se fotografían. Es una obra grande, en bronce. Es un icono. Envidiamos cómo los ingleses cuidan a sus viejas leyendas. En España deberíamos aprender mucho de ellos. No le quitaríamos las espinas a nadie. Se las pondríamos.

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