Billy el Niño y Pat Garrett, dos vidas a balazos
«Al infierno en un caballo veloz» reconstruye la legendaria y sangrienta historia de los dos pistoleros del Salvaje Oeste
manuel de la fuente
No eran buenos tiempos para la lírica, sino para la vertiginosa épica del revólver . En aquellos tiempos y en aquellas tierras, finales del XIX, Texas, Nuevo México, había que crecer deprisa y a ser posible con un colt y sus seis balas ... en el tambor pidiendo hablar.
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Primero se disparaba y luego, de vez en cuando, se preguntaba. La línea entre los dos lados de la ley era tan delgada como difusa, tan estrecha como sinuosa. Un hombre podía tener un pie en cada lado siempre que su winchester supiera hablar en su nombre y ser su mejor abogado. En el Lejano y Salvajísimo Oeste les gustaba pasarse por el forro las leyes federales. Donde esté una bala que se quiten los leguleyos.
Sed (insaciable) de mal
En ese ambiente cargado de pólvora, de sed de mal, de violencia, de traiciones, de mafias locales de ganaderos o granjeros, ser un barbilampiño de dieciocho años y llevar ya en el revolver 21 una muescas no te valía para hacer historia, pero sí para escribir en primera persona la leyenda. Puede que se llamase William H. Bonney , o puede que no, pero su alias no tiene contestación posible: Billy El Niño , el más rápido al oeste del Pecos, el revólver meteórico .
Huérfano de padre desde pequeñuelo, luego de madre, abandonado por su padrastro, a los catorce años, cuando otros se baten en duelo con las mates o las ciencias, Billy ya tuvo que buscarse la vida. Cuando se cansó de lavar platos en un hotel de mala muerte y peor vida en Arizona, Billy se subió a un caballo, se puso un revolver al cinto y se echó a la espalda un winchester robado por ahí. Su único amo el cielo estrellado y las desabridas tierras de Nuevo México, el estado más hispano de la Unión .
La mafia de Santa Fe
Por el camino, si el revólver tenía que hablar Billy no era precisamente quien le ordenara silencio. Allí, en el condado de Lincoln, en la llamada Guerra del Condado de Lincoln , Billy el Niño entró al servicio de John Tunstall , un ranchero y hombre de negocios inglés y de su socio Alexander McSween. En frente, L. G. Murphy , miembro de una especie de mafia local, el Ring de Santa Fe , nutrida de politicuchos, jueces borrachines, militares cobardes y otros de su calaña. Brady, el sheriff de la zona, aliado con el poder, se llevó por delante a Tunstall, que era un auténtico padrazo para Billy.
Y El Niño enloqueció y se tomó la justicia por su mano... y su revólver. Finiquitó a Brady y a otros cuantos y se dio a la fuga, camino de Texas. No era de los de poner pies en polvorosa, pero tenía en su contra a los más poderosos y corruptos de Nuevo México. A Pat «El Largo» Garrett , sheriff de Lincoln, le tocó la tarea de acosarlo, reducirlo y llevarlo ante la Justicia. Lo hizo, pero Billy volvió a escaparse y descorazonó por el camino a dos de sus guardianes.
Quien a hierro mata...
Garrett, casi dos metros de altura, tenía treinta años aquella Navidad de 1880. Tampoco era de muchas palabras.Como a Billy, le gustaba más que hablara su revólver. Quizá por eso, en el fondo de sus pecadoras almas , ambos se entendían, se comprendían y aceptaban el papel que le había caído en suerte a cada uno a un lado de la ley. Garrett localizó a Billy... y ciento treinta años después, aún no están claras las circunstancias en las que Billy el Niño murió. Pero quien a hierro mata, a hierro muere, y a Garret le acabaron por dar lo suyo en 1908, a balazos evidentemente.
El cine , la literatura, la música han cantado y contado esta peripecia del Lejano y Salvajísimo Oeste. Más bien la de Billy, cuya vida, milagros y muerte son hoy lugar de peregrinación en Fort Summer , donde Pat lo mandó al otro barrio. El «bueno» Garrett no ha conocido tanta suerte. Quizá porque se puso de parte de los más ricos y poderosos.
Un destacado musicólogo y todo un experto en la materia (no en vano se crió en Missouri, la tierra de Jesse James ) ha recorrido lo que queda de aquellos territorios míticos y ha constatado sus impresiones en un libro fantástico, tanto en su contenido histórico como en su contenido legendario, en su recreación de los hechos con aire de western de los de antes como en la exhaustiva documentación.
Nuestro hombre se llama Mark Lee Gardner y su libro «Al infierno en un caballo veloz (Billy el Niño y Pat Garrett, la épica búsqueda de justicia en el Viejo Oeste» (Ed. Península), una trepidante historia de vaqueros, de buenos, malos y regulares, de tipos que valían lo que valían sus seis balas, que creían que la justicia bien entendida empieza por uno mismo, cuyo horizonte tenía la sinuosa forma de una soga y cuya última galopada solo podía tener una meta final: las llamas del infierno.
Tipos de una pieza, mejor o peor. Como en 1924 recordaría Sally Chisum , sobrina de John Chisum , uno de los ganaderos para los que trabajó Billy: «Los conocía a los dos íntimamente y cada uno hizo historia a su manera. Había cosas buenas mezcladas con las malas en Billy el Niño, y cosas malas mezcladas con las buenas en Pat Garrett. Los dos eran humanos, los dos tenían personalidades singulares. No importa lo que hicieran en el mundo o lo que el mundo pensara de ellos, eran mis amigos. Ambos eran hombres de verdad. Merecía la pena conocerlos a ambos».
Pat Garrett y Billy el Niño , tipos que vivieron (y murieron) en el límite del bien, en el límite del mal .
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