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ENTREVISTA

Inocencio Arias: «Ahora ejerzo de abogado del diablo de Aznar»

El diplomático acaba de publicar «Los presidentes y la diplomacia», donde recapitula sobre el peso y el poso internacional de nuestros gobernantes

Inocencio Arias: «Ahora ejerzo de abogado del diablo de Aznar» MIGUEL BERROCAL

BLANCA TORQUEMADA

Irrumpe Inocencio Arias en el madrileño Café Comercial «de incógnito» (traje claro de rayas, sombrero panamá y la innegociable pajarita), con lo que a los pocos minutos el encargado del establecimiento ya ha sacado el libro de visitas ilustres para que el diplomático lo rubrique. Él, incombustible, compatibiliza su llamativo aliño indumentario con su legendaria capacidad de comunicación y su don de gentes, que tan útiles le resultaron en delicados cometidos durante la Transición o como embajador ante las Naciones Unidas. Ahora, jubilado de la Carrera, Chencho Arias ha recogido en un libro («Los presidentes y la diplomacia», editado por Plaza & Janés) su visión de la trayectoria internacional de nuestros gobernantes, trufada de experiencias vividas en primerísima línea, con un elocuente epígrafe: «Me acosté con Suárez y me levanté con Zapatero».

- «El hombre que no sabía demasiado». ¿No se le ha ido la mano al titular el capítulo sobre Zapatero?

-¡Es que en todos he utilizado referencias cinematográficas!.

-Su libro, vitriólico contra ZP, reivindica la ejecutoria de Aznar.

-Yo no le defiendo en todo. En algunas cosas, me callo. Pero sí he querido desmontar algunos mitos sobre su persona. Por ejemplo, dicen que puso las tropas en Irak en situación ilegal, y es mentira.

-Sin embargo, el mensaje ha calado.

-Ha sido un brutal éxito propagandístico de Zapatero. De hecho, si no hubiera calado tanto, habría escrito ese capítulo de otra forma. Me he tenido que convertir en el abogado del diablo de Aznar. Se dice que la ONU estaba en contra, cuando no la dejaron pronunciarse. Que el inspector había dicho que no había armas, cuando no dijo eso. Yo estaba allí. Lo que dijo fue que él no podía comprometerse más semanas en ese lío, fue ambiguo y dio argumentos a los dos bandos.

-También rescata a Calvo-Sotelo de un injusto olvido.

-El mandato de Calvo-Sotelo es una parte de nuestra historia muy ignorada, pese a que en esa etapa nuestro país entró en la OTAN, vino el Guernica a España y, no lo olvidemos, se consiguió que los militares golpistas fueran juzgados por tribunales civiles en un momento en el que era muy delicado hacerlo.

-¿A qué presidente le pone mejor nota diplomática?

«Todos los presidentes han estado a la altura, menos Zapatero»

-Sólo puedo decir el que ha sido peor: Zapatero. Entre los otros hay que separar a los dos que tuvieron más tiempo de desarrollar una política internacional, González y Aznar, de los que tuvieron menos, como Suárez o Calvo Sotelo. Pero esos cuatro se comportaron con dignidad, responsabilidad y altura.

-Con el lastre de que ninguno hablaba inglés...

-En las relaciones internacionales saber idiomas pesa un 30 por ciento y tu carácter un 70 por ciento. Y el mayor hándicap de Zapatero ha sido su carácter: no le gustaban las reuniones internacionales. Sin embargo, los demás disfrutaron, incluido Suárez. Mis colegas de la ONU me contaban que a Zapatero, en las reuniones bilaterales, se le notaba que en cuanto entraba estaba ya deseando acabar. Él ha sido el adalid del adanismo, bien ejemplificado por el «yo fui el primero en no levantarme ante la bandera de Estados Unidos».

-En buena hora.

-Pero lo que más molestó no fue eso, sino la forma en que se retiraron las tropas de Irak y, más aún (otra vez el adanismo), alentar después en Túnez que el resto de los aliados hicieran lo mismo. Y cuando se marchó Bush, ni siquiera logró el acontecimiento cósmico de que Obama visitara España.

-Pese a todo, el expresidente quiso aliar a las civilizaciones.

-Eso se le ocurrió a alguien en un avión, pero al carro no se subió ninguno de los países que nos interesaban. ¡Aunque sí Mubarak y Ben Alí, fíjate! Era su línea, como la de la contribución española a la Oficina de la Mujer de la ONU, en la que han terminado colocando a Bibiana Aído. A esta oficina el país que más aportaba era Finlandia, que daba quince millones de dólares al año, y el Gobierno de Zapatero le soltó 32. ¡Así podrían haber colocado a diez aídos!

-Retrata un delirante episodio en el que Zapatero planta a trescientos invitados en el Waldorf Astoria para irse a cenar con amiguetes.

-En cuarenta y un años de carrera diplomática no he tenido conocimiento de nada igual. ¿Cómo es posible que un presidente del Gobierno que además ejerce de anfitrión haga algo así? Y más adelante la jugada se repitió en Shanghai, en una cena de la Cámara de Comercio Hispano-China

-¿El Gobierno de Rajoy apunta maneras?

-El nuevo ministro parece un buen tipo, pero le gustan mucho los titulares. Que Merkel llega siempre con un cuarto de hora de retraso puede ser verdad, pero no lo debe decir el Ministro de Asuntos Exteriores de España.

-¿Qué me dice de la labor internacional del Rey?

-El Rey es un maestro en lograr que el interlocutor se sienta bien. En la cumbre sobre Medio Oriente con Gorbachov y Bush supo crear el ambiente para que el ruso se explayara.

-Una curiosidad personal. ¿Qué pasó con las legendarias llamas de La Moncloa?

-Nos la regalaron en Bolivia, una Felipe González, y otra a mí. La de González la heredó Aznar y terminaron enviándola al zoo. La mía la doné a mi pueblo, y allí residió y murió.

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