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«Jugábamos al fútbol-tenis antes de los partidos con una cinta entre dos carros...»

Día 26/05/2012 - 09.49h
«Jugábamos al fútbol-tenis antes de los partidos con una cinta entre dos carros...»
FELIPE GUZMÁN

—Jorge Otero no paraba de decir: «¡Que el míster se ha tragado el silbato, que el míster se ha tragado el silbato!».

—¿Qué sucedió?

—¡Uff! Estaba lloviendo a mares en la ciudad deportiva. Y como el campo en el que entrenábamos estaba inundado… pues nos tuvimos que ir al del filial, ese que está justo al lado. Lo curioso es que las sesiones de trabajo siempre las llevaba Valdecantos, pero ese día, Griguol, no me pregunte la razón, se vino con nosotros. Y dijo que el campo estaba ideal para jugar unas pachanguitas. Y así lo hicimos. Pero claro, nadie se podía imaginar que Pepe Gálvez iba a hacer lo que hizo… Llegó un momento en que el tío cogió el balón y se dio la vuelta para tirar a su propia portería, fíjese, ¡a su propia portería! Y lo hizo con una fuerza descomunal. Yo lo estaba viendo y me quedé loco. Y claro, pasó lo que nadie quería. Al darse la vuelta para atrás el que estaba colocado justo al lado, a dos metros, era Griguol. ¡Uff! Se llevó un pelotazo increíble. Iba con su gorrita, con su silbato y salió volando. Pero literalmente, volando. Y terminó «aterrizando» en un charco. La gorra acabó en otro charco y el silbato desapareció. Y por eso Otero estaba asustado con lo del silbato…

—¿Qué hizo Pepe Gálvez?

—No, Pepe no se atrevía a decir nada. Mira que el tío es moreno. Pues se quedó blanco. Si es que incluso tuvo que venir Tomás Calero a socorrer al míster. Se lo llevaron en camilla; Pepe no sabía dónde mirar. El entrenamiento se acabó y nos fuimos todos asustados; imagínese cómo estaría Pepe. Menos mal que al día siguiente todo volvió a la normalidad. O casi.

—¿Por?

—Noté al míster un poco mareado.

—Hábleme de otro entrenador.

—¿Se acuerda de Antonio Oliveira? Yo no he podido olvidarme de él, bueno, de él y de su chaqueta.

—¿Una chaqueta?

—Estábamos en Almendralejo para jugar un partido amistoso. Y llegó al hotel Lopera acompañado de un señor que venía con una chaqueta de color verde fluorescente. Era Antonio Oliveira. El cachondeo fue mayúsculo. Cuando íbamos en el autobús para jugar el partido, después en la cena… no se habló de otra cosa: la chaqueta del míster. ¡Es que era increíble! Nunca había visto nada igual.

—¿Se la puso más veces?

—No, qué va. Y tampoco pegaba por el calor que hacía. Ah, ¡y esta es otra buena! A Oliveira no se le ocurrió otra cosa que poner los entrenamientos por la tarde. Pero en pleno mes de agosto, ¿eh? Lo que pasa es que un día se dio cuenta de que era una locura.

—¿Cómo?

—Estábamos esperando en el vestuario a que nos llamaran. Pero pasaban los minutos y nadie nos decía nada. Así que decidimos jugar a la pocha, allí, en pleno vestuario. A la media hora ya empezamos a inquietarnos; a la hora, veíamos que algo tenía que pasar y a la hora y media hablamos algunos jugadores con los capitanes para intentar saber qué es lo que estaba ocurriendo. Recuerdo que estábamos Roberto (por Solozábal), Luis (por Márquez), Alfonsito… Lo recuerdo perfectamente. Estuvimos hablando con Alexis porque lo que estaba pasando sí que era raro. ¡Teníamos que entrenar a las seis y media, y eran ya casi las ocho y estábamos jugando a la pocha en el vestuario!

—¿Qué hicieron?

—Alexis se acercó al despacho del entrenador.

—¿Habló con Oliveira?

—No, qué va. Lo que nos dijo Alexis es que como nadie le respondía abrió un poco la puerta y vio al míster medio dormido descansando. Si es que era normal. ¡Con ese calor era imposible entrenar!

—¡Qué arte!

—¡Y qué sueño!

—¿Alguna «curiosidad» más con otro entrenador?

—Sí, bueno. Yo no sé si esto se ha contado. Fue con Guus Hiddink. Ocurrió en Sancti Petri. Estábamos en el hotel La Barrosa y nos dijeron que íbamos a tener una reunión con Lopera. Recuerdo que también vino el gerente, José Antonio González Flores. Al principio estábamos todos tranquilos. Pero al poco tiempo se formó un lío tremendo. Roberto Solozábal comenzó a discutir con Lopera. Pero no una discusión normal, no, fue muy acalorada. ¿Sabe cómo acabó la reunión?

—¿Yéndose Lopera?

—(Se ríe). ¡Qué va! El que lo hizo fue Guus Hiddink. Yo ya lo estaba mirando cuando estaban discutiendo Lopera y Roberto, y su carita era para verla. Estaba asustado. Y llegó un momento en el que se levantó y dijo: «Me voy del Betis, lo dejo». Nos quedamos todos callados. Se levantó y se fue. Empezamos a hablar varios futbolistas de lo que acababa de ocurrir. «Que el míster se va, que otra vez nos quedamos sin míster…». A los pocos minutos Alexis y Merino se fueron corriendo tras Hiddink. El míster estaba en el hall del hotel para irse. Iba a preparar las maletas, pero lo hicieron recapacitar y finalmente no se fue.

—Impresionante.

—Dése cuenta de que en tantos años es normal que se produzcan todo tipo de historias.

—Sí, el otro día entrevisté a Luis Márquez y me contó también varias…

—Lo leí, sí. Pero se le olvidó una.

—¿Cuál?

—Ocurrió en la boda de un compañero suyo, Juan Bustos, de Canal Sur. Fuimos varios jugadores, pero sobre las ocho decidimos irnos porque al día siguiente teníamos viaje. Bueno, todos menos uno… (se ríe). Nos estábamos despidiendo de los novios y Luis se me acerca y me dice: «Creo que me voy a quedar un poco más». La verdad es que todos lo entendimos porque Clemente nunca lo convocaba.

—Pero…

—Pues que al día siguiente Finidi tuvo un problema y claro, Clemente convocó a Luis. Yo creo que ni había dormido, estaba pálido, malo… No paré de reírme en el viaje. Se le hizo interminable. Ya con el tiempo lo hemos hablado y lo recordamos con cariño.

—Para terminar, ¿se atreve con otro recuerdo cariñoso?

—Los calentamientos que hacíamos antes de los partidos. Jugábamos al fútbol-tenis. No sé si es algo que la gente sabe…

—¿Cómo lo hacían?

—Colocábamos dos carritos de supermercados que había en el vestuario y los uníamos con una cinta de vendar tobillos. ¡Salíamos como motos al partido! Pero es que había colas para jugar, ¿eh? Había apuestas y todo. El que ganaba seguía jugando.

—¿Quiénes eran los mejores?

—Alexis, Alfonsito y Alberto Tenorio, el utillero.

—¡Vaya pandilla!

—¡Única!

—Como usted. Muchas gracias, Oli.

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