cine / libros
El mito de Marilyn, según Joyce Carol Oates y Ben Hecht
Hace cincuenta años moría la actriz y nacía el icono Marilyn Monroe. Joyce Carol Oates novela su vida y Ben Hecht transcribe sus memorias. Doble ración de mito
rodrigo fresán
La Historia y sus testigos no terminan en ponerse de acuerdo en si se trataba de a) una rubia tonta ; b) una hembra genial ; c) un ser insoportable con quien resultaba imposible trabajar ; d) una gran actriz ; ... e) una pobre e indefensa víctima de todo y todos ; f) una astuta estratega de su propia figura ; y así hasta llegar a z). Más allá de las casi inagotables variaciones sobre su persona, una cosa sí es segura: el aria inolvidable y perfecta de Norma Jeane Baker, alias Marilyn Monroe (1926-1962), como personaje formidable que no ha dejado de vampirizar y de ser vampirizado por otros iconos. Celebridades que incluyen a Truman Capote, Andy Warhol, Norman Mailer, Madonna, tristes «falsificaciones» como Jayne Mansfield y Anna Nicole Smith, y hordas de drag queens. Así hasta llegar a una reciente novela narrada por el perro de la mega-diva y a demasiadas biografías siempre prometiendo «nuevos secretos». Ha pasado medio siglo desde su adiós y, si Elvis está vivo, entonces queda claro que Marilyn no termina nunca de morirse. Y que bailará y cantará por toda la eternidad sobre el escenario del inconsciente colectivo.
Y una de las poseídas por el más carnal de los espectros –su primera intención había sido la de redactar apenas una nouvelle, pero ya no pudo detenerse hasta conseguir una «novela posmoderna mítica»– fue Joyce Carol Oates (Lockport, 1938), quien, en el año 2000, estrenó esta recuperada Blonde que, protagonizada por la teñida rubia platino, tal vez sea lo mejor de su obra casi aluvional.
La de Joyce Carol Oates sobre Marilyn es una mirada de forense en trance
Y, sí, ya lo dije en otra ocasión: Oates escribe tanto que hasta puede darse el lujo de escribir las novelas de otros . Así, podría entenderse Bestias como su Novela John Updike; The Tattoed Girl, como su Novela Philip Roth; Mamá, como su Novela Anne Tyler; La hija del sepulturero, como su Novela William Styron; y Niágara, como su Novela John O’Hara. Blonde es, sin lugar a dudas, su Novela Don DeLillo. Y digámoslo también: si Blonde –con un manejo clínico del personaje histórico y una manera de plantar el paisaje que este habita recordando a lo mejor de Libra y de Submundo– estuviese firmada por DeLillo, posiblemente sería considerada punto alto de su currículum.
La trama, claro, es conocida y posee la seducción de las más inolvidables tragedias griegas o shakespeareanas. Lo que añade y aporta Oates a esta novela –finalista del Pulitzer y del National Book Award, próxima a ser filmada con la gran Naomi Watts en el rol principal , y título por el que su autora piensa que será más y mejor recordada– es una mirada de forense en trance. Actores de reparto claves en el argumento ( Joe DiMaggio es el Ex Atleta, Arthur Miller es El Dramaturgo y J. F. Kennedy es El Presidente) aparecen y desaparecen más etiquetados que bautizados, como entidades profesionales.
«Blonde» tal vez sea lo mejor de la obra casi aluvional de Oates
Así, lo que se nos ofrece es un vertiginoso viaje a la cabeza de Marilyn cuyo monólogo en trance –que pasa de la primera a la tercera persona– suena como el centrifugado de la Molly Bloom de James Joyce, la Laura Palmer de David Lynch y la Carrie de Stephen King. Un cruce de demonio sexual con mártir perfecta recorriendo una a una las estaciones de su calvario, que arranca con una madre loca y una infancia miserable y termina con un teléfono descolgado y un caliente cuerpo frío y muerto y rumbo a la inmortalidad.
Vida destilada como ficción
De manera un tanto innecesaria, en una «Nota de la autora», se nos advierte que Blonde no es animal biográfico, sino «una ‘vida’ radicalmente destilada en forma de ficción». Lo que resulta un tanto discutible, porque aquí Oates no hace lo que, por ejemplo, hizo Updike con su Marilyn/Alma en la magnífica La belleza de los lirios. Mientras Updike crea, Oates recrea. Pero ningún problema con eso.
Hecht hace recitar a Marilyn un parlamento profético sobre su muerte
En la bibliografía de Blonde, Oates no menciona My Story, las memoirs de Marilyn Monroe redactadas por el gran Ben Hecht (1894-1964) y reeditadas ahora con el añadido de las fotos de Milton H. Greene . Uno de los guionistas más grandes de la historia de Hollywood (La diligencia, Duelo al sol, Notorious, La ley del hampa o Gilda), y casi tan prolífico como Oates, Hecht funcionó como «negro» deluxe para un manuscrito perdido que –presentado originalmente en 1974– vio la luz a principios de este milenio con el crédito de su verdadero autor en la marquesina de la portada. Revelación que, por una vez, no rebaja el asunto, sino que lo convierte en algo más apasionante aún.
Fantaseadora patológica
Hecht –quien no en vano publicó una sátira con el contundente título de Los actores son un asco– recordó en alguna ocasión que, interrogando a Monroe, jamás sintió que fuese una mentirosa, pero sí una fantaseadora bordeando lo patológico. Más allá de esto, Hecht se las arregló para que, en lo suyo –perfecto complemento para las alucinaciones de Blonde–, la actriz recitara parlamentos proféticos como «Yo era el tipo de chica a la que encuentran muerta en su dormitorio con un frasco de somníferos en la mano» .
En algún lugar –mientras ustedes leen esto, o Blonde, o My Story–, Marilyn Monroe, que de niña soñaba con ir desnuda a la iglesia, no deja de cantarse a sí misma aquello de «Ha… ppy Birth… day». Por lo siglos de los siglos y –¡corten!– se imprime.
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