Martín Chirino, Premio Humanidades
El artista recibió este premio en un ámbito que ya es mítico unido a su nombre y a una extraordinaria época del mismo, el Centro Atlántico de Arte Moderno
Juan José Laforet
Hace ya muchos siglos, allá por el año 165 a.c., Publio Terencio Africano, en su comedia “El enemigo de sí mismo” (Heauton Timoroumenos), resaltaba algo inherente a la condición de cualquier artista, escritor o intelectual, como es el “hombre soy, nada humano me es ... ajeno”. Tanto es así que al hablar de “humanidades”, el conjunto de actividades relacionadas con la cultura humana, estos saberes se llegaron a definir como verdaderas “letras divinas” y se convirtieron en el elemento básico y definitorio de la civilización occidental, centradas sobre todo en una actividad tan netamente humana como es el pensamiento que debe preceder y envolver todo acto creativo e intelectual.
Con enorme acierto el Club Rotario de Las Palmas de Gran Canaria entrega cada año desde 1992 un reconocimiento público a muy diversas personalidades del mundo del arte, las ciencias, la literatura o la política, que han denominado “Premio Humanidades”, pues en su ánimo ha estado precisamente el ir más allá del premiar o reconocer meramente una aportación cultural —y aquí utilizó el concepto “cultura” en toda su amplia acepción, tanto como resultado de un cultivo de los conocimientos humanos y del ejercitarse en las facultades intelectuales, como en relación al conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial en un ámbito humano determinado—, y reseñar y resaltar una trayectoria vital muy completa en el que el espíritu creador de alguien se ha conformado en una preocupación absoluta por todo lo humano, y esto ha llegado a significar su propia producción material e intelectual.
Creo que además es algo verdaderamente inherente a los mismos principios que definen a esta institución internacional desde que fue creada en Chicago en 1905, por un joven abogado llamado Paul Harris, para fomentar a la paz a través de avanzar en el conocimiento y la amistad entre todas las personas del mundo, todo un nuevo ciceroniano “tratado de la amistad”.
Ahora cuando se cumplen veinte años de este Premio, que lleva el nombre de un ilustre rotario grancanario, José Joquín Díaz de Aguilar, a quién también las humanidades le señalaron en su actividad social y política, se ha entregado a Martín Chirino López (Las Palmas de Gran Canaria 1925), no solo un artista y uno de los grandes escultores españoles y mundiales de nuestro tiempo, cuya obra ha merecido reconocimiento internacionales de enorme prestigio y se encuentra en los museos de arte moderno mas importantes, como el Middelheim o en el MoMA neoyorquino, sino que tanto en su creación, como en su actividad en el mundo del arte y de la cultura en general, siempre se ha resaltado por la labor intelectual que ha envuelto todos y cada uno de los pasos que ha dado como creador.
Martín Chirino recibió este premio en un ámbito que ya es mítico unido a su nombre y a una extraordinaria época del mismo, el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), aunque previamente tuvo lugar un encuentro con el Club Rotario en el Hotel Santa Catalina, en el que, junto con un coloquio atractivo acerca del papel del arte en el seno de la sociedad actual o de la posición de la escultura en ámbitos urbanos y arquitectónicos señalados, como pueden ser las rotondas en autovías, la sede tinerfeña del Parlamento de Canarias donde una escultura de Chirino se ha convertido en verdadero símbolo de la institución, que fue colocada en tiempos de la presidencia de José Miguel Bravo de Laguna, que presidía ahora el homenaje en su calidad de presidente del Cabildo grancanario, o la propuesta que podría darse para que una escultura muy adecuada y elocuente con el entorno portuario y marítimo se alzara junto al castillo de La Luz, el artista, para quien “...este reconocimiento de hoy no lo cambiaría por nada el el mudo...”, tuvo la ocasión de subrayar a propósito del premio que recibía y de la entidad que lo entregaba cómo se trataba de un verdadero gesto de la sociedad civil, una sociedad que nuevamente empieza a despertar con enorme fuerza en Gran Canaria y a mostrar un verdadero esfuerzo y capacidad para proponer y organizar iniciativas que surgen desde esa misma sociedad civil.
Sin duda, el Premio Humanidades era esa tarde una verdadera y elocuente expresión de un hondo sentimiento de la sociedad grancanaria hacia uno de sus mas señeros creadores del siglo XX.
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