arte / libros
La revolución Duchamp
La escritura de Duchamp es consustancial a su obra artística. Se apoya en ella y como un proyecto creativo más debe asumirse. Descifrarla en toda si totalidad implica ciertas dificultades
José Jiménez
Duchamp es uno de los casos más notorios de artistas de los que en muchos casos se habla sin conocer, al menos mínimamente, su obra. Algo que se acentúa en lo que se refiere a sus escritos: la imagen pública « tópica» de Duchamp ... suele asociarse, en no pocas ocasiones, con los ready mades, con las reproducciones forzosamente fragmentarias de «Étant Donnés», y con las figuras y componentes del «Gran Vidrio». Entrar en sus escritos, que son difíciles y complejos, supone una auténtica zambullida en su obra, la posibilidad de establecer un itinerario entre lenguaje y representación plástica que nos abre a una dimensión de las obras de arte como integración de pautas y niveles de sentido, así como de soportes sensibles y conceptuales, diferentes.
El otro lado del espejo
La escritura de Duchamp es parte consustancial de su obra artística. No se puede decir, claro está, que Duchamp sea un «escritor», en el sentido usual de la palabra, pero sus escritos tampoco son meramente ocasionales, y ni siquiera complementarios de su obra plástica. Al contrario. Se integran plenamente en ella como una parte sustantiva. Son, en sentido estricto, el otro lado del espejo de la misma.
La cuestión resulta evidente en lo que se refiere al conjunto de textos que acompañan al «Gran Vidrio»: la obra es indescifrable si no se accede a sus imágenes visuales leyendo o tras leer los materiales escritos que fijan y establecen sus sentidos y su intencionalidad estética. Richard Hamilton subrayó que, en la intención de Duchamp, «el Gran Vidrio debía encarnar la realización de un texto escrito que había ayudado a la generación de ideas plásticas , y que incluía también capas de significación más allá del alcance de la expresión pictórica. El texto existe junto al vidrio como un comentario y, dentro de él, como un componente literario de su estructura. Sin las notas, la pintura pierde algo de su significado, y, sin la presencia monumental del vidrio, las notas tienen un aspecto de irrelevancia casual».
Podría hablarse en él de una cristalización de la adolescencia
En cuanto a los demás textos de Duchamp, sus escritos con juegos de lenguaje , sumamente diversos y repetitivos, tienen un parentesco indudable con los usos e intenciones de los «ready mades», así como con la importancia que, incluso en su etapa de pintor, daba a los títulos de sus obras, a los que consideraba como «un color invisible». Finalmente, los textos conceptuales y de interpretación –sobre el proceso creativo, lo infraleve, los textos críticos sobre sí mismo y sobre otros artistas– desvelan el núcleo de sus concepciones estéticas; en síntesis: qué es, para él, el arte.
Quedarse a medias
Es verdad, en todo caso, que en la mayoría de sus escritos Duchamp se quedó a medias, sobre todo en los que se refieren al «Gran Vidrio: son fragmentos abiertos», del mismo modo que la obra quedó sin terminar. Las tachaduras y superposiciones muestran las vacilaciones, incertidumbres y correcciones de un texto sumamente minucioso, pero abierto (como la obra misma), y además no corregido ni finalizado, lo que hace más difícil su comprensión. Duchamp buscaba ir más allá de un tipo de expresión y de comprensión retinianos , meramente físicos, buscaba una dilatación o expansión del sentido. El «Gran Vidrio» es una propuesta abierta para el espectador, entendido como posteridad. Obra abierta, cuyas claves de comprensión se completan solo tras la muerte de Duchamp, después de la vida, de forma coherente con su idea de que la obra es más importante que el artista.
Frente a tanto estereotipo y afirmaciones superficiales, las notas en torno al «Gran Vidrio» revelan profusamente la dimensión plástica, y a la vez poética e imaginativa, de las búsquedas de Duchamp, con no pocas referencias a cuestiones técnicas sobre perspectiva, medidas y dimensiones, materiales pictóricos , procesos de reproducción de las imágenes... Los textos de Duchamp no son solo abiertos, sino discontinuos, fragmentarios. A la vez, están caracterizados por la repetición, en algunos casos casi obsesiva. Duchamp volvía una vez y otra a ciertas ideas y formulaciones, lo que demuestra que en ningún caso sus anotaciones eran meramente ocasionales.
Los juegos con el lenguaje serían, en cambio, una especie de «ready mades» lingüísticos. De forma paralela a lo que hace con los objetos, Duchamp saca fuera de su uso habitual frases y palabras , las subvierte, y con ello busca despertar el chispazo del sentido, en quien mira y en quien lee. El interés obsesivo, repetitivo, por los retruécanos, juegos de dobles sentidos y homofonías presenta, como es obvio, un lado «de colegio» adolescente.
Celibato y masturbación
Pero quizás se trata de algo mucho más significativo de lo que pueda parecer a primera vista. Podría hablarse en Duchamp de una cristalización de la adolescencia : la importancia que el juego y el humor tienen tanto en su vida como en su obra; las temáticas recurrentes que remiten a unas muy determinadas tonalidades adolescentes del deseo: celibato, masturbación, micción, las expresiones y alusiones obscena s y escatológicas, la imposible unión macho-hembra… Nos permitirían considerar a Duchamp como un eterno adolescente . Capaz, precisamente por ello, de romper con la «seriedad», la «importancia», la «petulancia» de la vida adulta y del «ARTE» con mayúsculas, abriendo así una dimensión importante de crítica de la vida moderna y nuevos horizontes a las prácticas creativas de las artes. Se trataría de no tomarse nunca a uno mismo demasiado en serio: en el fondo, todos somos frágiles, quebradizos, mortales, infraleves.
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