Diez años sin Hierro en las venas poéticas
Hoy, en el Instituto Cervantes, se abre el año de José Hierro: nueve décadas del nacimiento del poeta-esclavo más libre del mundo, y en diciembre, diez años de su muerte. Silencio de Hierro, pero nos queda Hierro, su voz, su obra y palabra.
Antonio astorga
A las siete de esta tarde, en la sede central del Instituto Cervantes en Madrid, se inaugura oficialmente el Año Conmemorativo del nacimiento (noventa años) y muerte (una década) de un grande de la poesía, José Hierro. Participan Víctor García de la ... Concha, director del Instituto Cervantes; Juan Soler, alcalde de Getafe; Isabel Rosell, directora de Archivos, Museos y Bibliotecas de Comunidad de Madrid; José María Lassalle, secretario de Estado de Cultura, y como ponentes Paca Aguirre, Fernando Rodríguez Lafuente, Tacha Romero, Leonor Watling y Alejandro Pelayo. Se proyectará un documento visual biográfico en torno a la figura del poeta.
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Y como para celebrar a un creador lo mejor es leerle, la editorial Nórdica saca a la luz Hierro ilustrado, que recoge los poemas esenciales de un autor que ya forma parte de nuestra tradición, en una edición que pretende ser no solo una referencia para entender su trayectoria poética y vital sino una completa e inédita noticia de su faceta como artista plástico. Retratos, autorretratos, paisajes y elementos diversos extraídos a golpe de mirada germinal sobre lo absoluto y también sobre lo infraordinario conviven junto a sus poemas como lo hicieran en vida de un hombre que amó el mundo, su luz, sus texturas; que se fascinó y nos conmovió desde la humanidad y su palabra.
Voz de tabao y bronca
Su gran amigo Francisco Umbral hablaba de Hierro como la música asustada de la postguerra, pasada por Rubén Darío, por el 27, por la música del Modernismo y la esencialidad de Juan Ramón Jiménez: «Hierro es el último romántico y el primer surrealista de nuestra poesía. Toda su larga obra es una incesante dialéctica entre los verdugos de la memoria (cárcel de Porlier) y las luces de la alegría... El libro sobre Pepe Hierro es el que me moriré sin escribir, porque no me dejan en paz. Treinta años o más de amistad y lectura. Sus obras completas (Giner, 62) pueden leerse como un solo libro por cuanto esa dialéctica memoria/presente, olvido/vino, va haciéndose progresiva en sus reportajes líricos y en sus «alucinaciones», que algo tienen que ver con las Iluminaciones de Rimbaud. Pepe nos leyó un poema sobre la música que es un largo milagro de duda lírica, indecisión textual, riqueza de texto donde nunca se hace pie. Y qué angélica se hace su voz de tabaco y bronca cuando Pepe lee su poesía»
José Hierro, autor de obras imprescindibles como «Alegría», «Tierra sin nosotros», «Con las piedras, con el viento», «Quinta del 42», «Cuanto sé de mí», «Libro de las alucinaciones», «Agenda», «Cuaderno de Nueva York», poeta, artista, creador. Su voz nunca callará. José Hierro compartió su vida con su maravillosa esposa Angelines , que cuidó de él hasta el último suspiro. He aquí parte esencial del pensamiento de José Hierro:
«El poeta tiene la obligación de decir lo que no se puede decir»
¿Qué es poesía?: «La poesía es más importante que el poeta y se realiza con las palabras exactas, siendo estas las irreemplazables. No, no sé qué es la poesía, hay tantas definiciones como personas que opinan sobre ella. Es algo inefable y trata de que el lector sienta lo mismo que el poeta, que tiene la obligación de decir lo que no se puede decir. No creo en los sinónimos: es mejor blanco que albo y verde que glauco».
Contra la palabrería : «Después de Mallarmé, la poesía son palabras. Manrique tuvo una enorme capacidad de persuasión con los ríos que van a parar al mar, que es el morir. Por ello, siempre me he manifestado contra la palabrería y la disgresión».
Naturaleza poética : «Poeta testimonial, de la postguerra, junto a Blas de Otero y Celaya. No creo en la poesía social impuesta, pero sí de lucha, que en la barricada lanza palabras en vez de tiros. Respeto a Rubén Dario, Gerardo Diego y Juan Ramón Jiménez».
«La Moderna» es su sancta sanctorum, el bar donde escribió sus obras y discursos
La cárcel : «Mi padre fue encarcelado por "auxilio a la rebelión". Mi propia experiencia carcelaria la veo como algo positivo y no especialmente amargo. Si miramos al pasado es como cuando con un teleobjetivo enfocamos una carrera y todos los personajes se ven en primer plano».
La Moderna : Su gran amigo, Vicente Aleixandre, siempre le dedía, erre que erre: «Pepe, yo no sé cómo a ti te conocen, porque no envías ningún libro a los periódicos, no te dejas caer por las tertulias, apenas si apareces por las presentaciones, no quieres darte a conocer ¿o qué?...» Pero su compromiso sin fisuras con la poesía le llevó a declamarla en la radio, a leerla en escuelas, institutos y universidades o incluso a pergeñarla en «La Moderna», su «sancta sanctorum» de Madrid, el bar donde ha escrito muchos de sus poemas y donde dio las últimas pinceladas a sus discursos. Ahí terminó, en una tarde, el que leyó cuando le dieron el
Príncipe de Asturias y el Cervantes . A quienes acudíamos en peregrinación a su oficina de barrio donde velaba su recado de escribir -chinchón, tintero, papel y puro- nos recibía con una sonrisa de domador de fieras. «A mí, todo lo que me ha ocurrido es muy raro -nos decía-. A mi edad no me veo haciéndome el quejica. Yo creo que he tenido mucha más suerte de la que merezco al llegar a esta ancianidad. Estoy orgulloso de mis premios, no soy vanidoso pero sí orgulloso. Pero cuando leo lo que escribo considero que no es tan importante como yo me pensaba que era».
Le nacieron en Madrid, pero llevaba Cantabria tatuada en el alma
El arroz del obispo : Los arrechuchos no le empujaban al lloro, la queja o el desánimo. A José Hierro le nacieron en Madrid, pero llevaba Cantabria tatuada en el alma y esculpida en su corazón: «Aquí estoy ahora en una terraza -nos contaba en sus postreros días-, porque hemos alquilado un noveno piso desde el que veo el cimborrio de la catedral de Santander. Le aseguro que si abro la ventana y me asomo oleré la paella que le están haciendo al obispo. Le advierto que yo era un gran paellero, aunque hace mucho tiempo que no la hago. Deliciosas paellas que preparaba en su finca de Nayagua, donde el poeta jugaba con culebras. Al poco rato degustaría el suculento manjar.
La Edad de Hierro : Surgió en 1998 al hilo del extraordinario éxito de crítica y público de su «Cuaderno de Nueva York». Premio Cervantes, premio de la Crítica, Antología Poética, elección adémica y premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Todo en un año. Un año que se extinguió muy rápido, como los cigarrillos que se fumaba a escondidas para que su santa no le pillara con las manos en la nicotina. «Eso son infundios», espetaba a quien osara decirle que fumaba a escondidas. Un genio.
El sillón académico : «Pienso que la Academia, que antaño era un lugar para venerables patricios, ahora es eso, el honor desde luego y una especie de obligación que uno tiene de trabajar. Fíjese lo que es estar metido en la elaboración del Diccionario, el Léxico, etc... Algo tremendo. El honor, lo primero;la obligación, después. ¿Qué puedo hacer allí? Como no sé exactamente cuál es la misión -elegir una palabra, seleccionarla-, como no soy filólogo no sé por qué otro costado puedo ser yo útil. Estoy encantado porque considero que, en ese primer estadio, el del honor, hay gente con una obra muy importante. Y en segundo lugar, uno no puede hablar de utilidad si no eres un filólogo, un científico, en fin, un maestro de la lengua, un gramático...»
«El limpia, fija y da esplendor de la Academia parece un lavavajillas»
El lavavajillas : José Hierro rechazó durante veinte años un sillón académico. Al fin aceptó: «Me parecía una ordinariez seguir diciendo que no. Un día, Fernando Lázaro Carreter [que avaló su candidatura junto a Francisco Ayala y Carlos Bousoño] y yo estábamos esperando el autobús en Neptuno y me propuso formar parte de la Academia. Le dije que no. Y me espetó: «!Hombre, es que te parece indigno¡». Yo le respondí que no y que, precisamente por respeto a la Academia pensaba que no era digno de ella. El "limpia, fija y da esplendor" resulta casi cómico porque parece un lavavajillas».
Epitafio : «Toqué a creación con mi frente. Sentí la creación en mi alma. Las olas me llamaron a lo hondo. Y luego se cerraron las aguas» Este epitafio lo escribió José Hierro, recordaba en ABC Luis Ignacio Parada . El mejor homenaje a la memoria de un poeta es repetir sus palabras: «Morirán los que nunca jamás sorprendieron aquel vago pasar de la loca alegría. Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos no podré morir nunca.» Y remachaba el poeta: «Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mí.» Una vez Hierro le dijo a la vida: «Nunca jamás volveré a verte con estos ojos que hoy te miro.» Pero siguió adelante hasta la extenuación. «Qué más da que la nada fuera nada (...) después de tanto todo para nada.» Y llegó a escribir: «Mi reino vivirá mientras estén verdes mis recuerdos.» En tiempos de enfermedad y melancolía acuñó su memoria con un presagio: «Porque sin una evidencia de tiempo, yo no estoy vivo.» Y perdonó a sus enemigos diciéndoles: «¡Qué hermosa mi marcha entonces por la noche de los campos, sin oírlos, a mi espalda.»
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