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Los daneses son los ciudadanos más felices del mundo, según la ONU

El Informe sobre la Felicidad Mundial reconoce, entre otros muchos aspectos, los 56.000 dólares de renta per cápita y las facilidades para combinar vida laboral y familiar

Los daneses son los ciudadanos más felices del mundo, según la ONU gonzalo cruz

ana martínez

Los inviernos son largos, fríos y oscuros. Los veranos, casi inexistentes. Una cerveza cuesta cinco euros -como mínimo- y un billete sencillo de metro, tres y medio. No tienen persianas, jamás han oído hablar del jamón de jabugo (sólo conocen el «prosciutto» italiano) y sólo cuando traspasan sus fronteras pueden observar el mundo desde la cima de una montaña (el punto más alto de Dinamarca se encuentra a 172,54 metros). Y sin embargo, los daneses son los habitantes más felices del planeta.

Y no solo porque la semana pasada lo afirmara el Informe sobre la Felicidad Mundial de la ONU, sino porque se palpa en las calles. Cuando un extranjero visita Copenhague por primera vez, queda gratamente impresionado por la «perfección» de sus ciudadanos: madres jóvenes (muy jóvenes), rubias, guapas y estilosas que pasean a sus bebés por la ciudad; cafés pequeños, íntimos y muy personales (cadenas como Starbucks sólo han encontrado hueco en el aeropuerto) donde disfrutar de una tarta casera con una manta sobre las piernas; y diseño (del que tan orgullosos se sienten los daneses) en cada rincón de la ciudad.

A pesar del frío, el viento y la humedad, Copenhague bulle de vida

Cuando se tiene la oportunidad de permanecer en el país durante un periodo más largo de tiempo, uno se da cuenta de que esa felicidad no es fachada. Las facilidades para combinar vida laboral y familiar ayudan. Y mucho. Quedarse en la oficina más allá de las cinco de la tarde está mal visto (significa que no has sido lo suficientemente productivo como para realizar tu trabajo en el tiempo estipulado); trabajar desde casa cuando los niños están enfermos (o, simplemente, cuando se ha roto la lavadora y hay que esperar al fontanero) es algo habitual; la baja maternal es, después de la de Noruega, la más larga del mundo(entre nueve y doce meses con entre el 80% y el 100% del sueldo) y el Gobierno otorga ayudas de entre 190 y 120 euros al mes por hijo hasta que estos tienen 18 años, que es cuando comienzan a recibir un «sueldo estatal» de 800 euros como estudiantes.

A pesar del frío, el viento y la humedad, Copenhague bulle de vida. Nunca faltan actividades a las que acudir con niños, conciertos con música en directo -Copenhague es la ciudad europea del jazz-, exposiciones que visitar -los domingos todos los museos son gratis- o restaurantes cuyos platos degustar -no en vano, con Noma a la cabeza, Dinamarca lidera la vanguardia de la cocina escandinava-. Y si no, siempre se puede encender unas velas, quedarse en casa, crear un poco de «hygge» (esa palabra danesa, inexistente en otros idiomas, que describe un ambiente agradable) e invitar a unos amigos a beber cerveza elaborada en la «sommerhus» (casa de verano).

Y, aunque la crisis también ha hecho mella en la economía danesa, las cifras continúan avalando tanta felicidad: un 7,8% de paro y 56.000 dólares de renta per cápita , a pesar de los astronómicos impuestos -entre un 36% y un 60% del sueldo- . La única brecha entre tanta felicidad es la incertidumbre sobre si el Estado del Bienestar del que gozan actualmente será sostenible. De momento, el nuevo Gobierno socialista (elegido en septiembre del año pasado) ha apostado todas sus cartas a la economía «verde». Un punto más que añadir a la «perfección» de los daneses: rubios, guapos, felices y, además, ecológicos .

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