Memoria de un Ballet inolvidable
CaixaForum presenta en su sede de Madrid la exposición «Los Ballets Rusos de Diaghilev»
JULIO BRAVO
«Nada de ópera este año. Llevo brillante compañía de ballet, ochenta bailarines, los mejores solistas, quince representaciones. Repertorio ampliable ... tres ballets por programa. ... Empiece gran publicidad». Así reza el texto del telegrama que el 9 de abril de 1909 envió Sergei Diaghilev al promotor ... de los conciertos de música y ópera rusa que había organizado dos años atrás en París. Era el primer anuncio del nacimiento de Los Ballets Rusos de Diaghilev, una compañía que revolucionaría a principios del siglo XX no solo la historia de la danza, sino que sería fundamental en el desarrollo de las artes.
Hasta el próximo 3 de junio se puede visitar en CaixaForum Madrid la exposición «Los Ballets Rusos de Diaghilev, 1909-1929» que, con el subtítulo «Cuando el arte baila con la música», recorre las dos décadas de vida de esta compañía creada por el singularísimo empresario ruso. De su trascendencia dan fe los nombres que dentro y fuera del escenario tuvieron relación con ella: artistas visuales como Matisse, Picasso, Braque, Derain, Goncharova o Chanel; músicos como Ravel, Satie, Falla, Stravinski, Prokofiev o Rimski-Korsakov; bailarines del renombre de Fokine, Nijinsky, Pavlova, Karsavina o Massine, y escritores como Jean Cocteau.
La exposición, organizada por el Victoria and Albert Museum de Londres y producida por la Obra social «la Caixa», ha podido verse en Londres, Québec y Barcelona antes de llegar a Madrid. Sus comisarios son Geoffrey Marsh y Jane Pritchard, responsable y conservadora respectivamente del departamento de Teatro y Danza del citado museo británico, donde se conservan buena parte de los trajes de los Ballets Rusos, así como telones de seis de sus ballets y extensas colecciones de diseños, dibujos, grabados y otros objetos.
La principal novedad de la exposición madrileña es el apartado dedicado a la relación de la compañía rusa con España, donde Diaghilev y sus huestes encontraron refugio durante los años 1916 y 1918, con media Europa en guerra. La muestra se completa con espacios dedicados a los precedentes de los Ballets Rusos, al personaje de Sergei Diaghilev, las primeras temporadas de la compañía en Europa Occidental, la ruptura con sus raíces a partir de la Primera Guerra Mundial , y la mencionada relación con España. Cerca de doscientos objetos —vestuario, elementos para las coreografías, diseños, carteles, programas, fotografías, maquetas de teatros y películas documentales— ilustran la exposición. Además, una serie de conciertos, proyecciones y conferencias complementarán la muestra .
«La poderosa ambición de Sergei Diaghilev fue un fermento para la cultura europea en los primeros decenios del siglo XX —escriben los dos conservadores—, y el importante legado que dejó en la música, la danza y el arte reverberó a lo largo del siglo. Su persona, sin embargo, sigue siendo esquiva: Diaghilev fue un maestro titiritero que creó los Ballets Rusos como vehículo del arte, la música y la danza de altura, pero también para cumplir sus complejos sueños y su destino».
La importancia del bailarín masculino
El 19 de mayo de 1909 se presentaron en el teatro Chatelet de París los Ballets Rusos: en el programa, varias coreografías de Michel Fokine: las «Danzas del Príncipe Igor», con música de Alexander Borodin y escenografía de Nicholas Roerich; «Le Festin. Suite de danses», con músicas de Rimski-Korsakov, Glinka, Chaikovski, Glazunov y Musorgski, y escenografías de León Bakst y Alexandre Benois; «Le pavillon d'Armide», con música de Nikolái Cherepnin y escenografía de Benois; «Las sílfides», con música de Chopin y escenografía de Benois; y «Cléopâtre», con música de Anton Arenski, Taneiev, Rimski-Korsakov, Musorgski, Glinka y Cherepnin.
La calidad de los bailarines —encabezados por los legendarios Vaslav Nijinski y Anna Pavlova— y de los espectáculos presentados, con deslumbrantes escenografías y puestas en escena llenas de recursos, asombró a los espectadores parisinos. Además de ese excepcional maridaje con artes como la pintura o la música, el ballet experimentó una notable revolución: por una parte, daría al bailarín masculino una importancia que hasta entonces no tenía (gracias, claro, a la presencia de artistas como el citado Nijinski). Las bailarinas, por su parte, también cambiaron, con una mujer más esbelta y estilizada.
Durante veinte años, los Ballets Rusos de Diaghilev pasearon por toda Europa
La danza, por otro lado, obtuvo una notoriedad y una visibilidad inéditas hasta ese momento. Como recuerda en el catálogo Jane Pritchard, «los nuevos bailarines también pasaron a ser modelos de las últimas modas». La influencia de los diseños de los Ballets Rusos ha seguido presente décadas después, y se ha podido ver en numerosas colecciones de distintos modistos.
Durante veinte años, los Ballets Rusos de Diaghilev pasearon por toda Europa y resultaron fundamentales dentro del desarrollo cultural de aquella época. En ese tiempo, Sergei Diaghilev siguió alimentando la leyenda de la compañía y la suya misma, con escándalos como su violenta ruptura con su más querido artista (y amante): Vaslav Nijinski . Su muerte, en el Grand Hotel de Venecia, el 19 de agosto de 1929, puso punto final a una de las etapas más fértiles de la historia del arte.
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