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EL REGISTRO DE LOS BARCOS DE ODYSSEY

«A las monedas de oro las llamaban tomates»

J. G. C.

—¿Qué hacemos con los tomates?, ¿qué hacemos con las patatas?

Esa era la forma en clave con la que desde el buque «Ocean Alert» se pedían instrucciones a la base de Odyssey, según José Antonio Braza. «Los tomates eran las de oro y las patatas, las de plata». Tenían muchas claves para hablar entre ellos.

Hay que hacer memoria. Los primeros días de julio de 2007 los cazatesoros tienen sus barcos en el muelle militar de Gibraltar. Ante el escándalo causado por las sospechas de expolio de un pecio español, la Guardia Civil recibe la orden del juez de La Línea para abordar los barcos de Odyssey si salen de la Roca. La Armada refuerza la operación.

Con la complicidad de sus socios gibraltareños, Odyssey desmota los equipos tecnológicos que le han permitido extraer las monedas y que se llevará por barco. Para terminar el paripé, contrata a una tripulación nueva que no habla español y les da precisas instrucciones de cómo resistirse a la inspección del Servicio Marítimo de la Benemérita.

El 12 de julio es llevado a puerto forzosamente el buque «Ocean Alert». Al entrar, los miembros del Instituto Armado no encuentran casi nada. Ni un disco duro, ni un documento claro, ni el GPS... Todo ha sido desmantelado para que no les pillen.

Pero José Antonio Braza ha asesorado técnicamente a los agentes. Afirma que hizo «lo posible por ayudar, mucho más allá de lo que me tocaba». Cuando entran en el «Ocean Alert» buscan en lugares sensibles donde los cazatesoros olvidaron cosas muy relevantes. Por ejemplo, en los camarotes de la tripulación, porque siempre hay alguien que se queda con un recuerdo... y ¡Bingo!

Lo primero, una cámara de vídeo con imágenes triunfales de la recuperación de monedas al precio de expoliar un yacimiento: «No lo hicieron muy bien los de Odyssey, cometieron muchos errores». No había GPS, pero había muchos datos en cartas y, sobre todo, en el Télex. No había ni un disco duro, pero se olvidaron de borrar el Télex, que tenía pruebas escritas de sus andanzas. En los Télex hay mucha información sobre entradas y salidas, sobre las peticiones de instrucciones a su base en Tampa.

«Nadie ha explicado por qué sus barcos, incluso cuando iban un rato al Atlántico, volvían una vez y otra al Mar de Alborán, frente a Estepona, tanto movimiento hacia allí. Estuvimos estudiando los posicionamientos con la UCO». El ROV, robot submarino de este barco, tenía 1,5 millas de cable, con lo cual podían disimular lo que estaban investigando sin posicionarse sobre el punto exacto de su objetivo.

También encontró 4 gigas de información sobre los movimientos de todo el entramado, que obran en manos de la Guardia Civil. Sabe de lo que habla, lleva una vida dedicada al mar y sus riesgos. Conoce los precios de las cosas y por eso no entiende que Odyssey, ya en 1997, dejase abandonado en Gibraltar un barco, el «Sea Hawk», con todo su equipamiento. «No sé lo que se llevarían antes de eso, pero debió ser mucho, si no les importó dejarlo todo allí».

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