Miguel del Arco ante los desheredados de Steinbeck
Vibrante estreno en el Arriaga bilbaíno de «De ratones y hombres»
JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN
Parecía feliz y relajado Miguel del Arco tras el estreno de su último montaje en el teatro Arriaga de Bilbao. Todavía resonaban los aplausos del público en sus oídos cuando, aferrado a un bocadillo de jamón y con los ojos brillantes por la ... satisfacción y el alivio de haber superado un reto, sonreía comentando la vigorosa mezcla de despliegue físico y poesía que contiene «De ratones y hombres», la pieza de John Steinbeck que se ha convertido en el sexto de sus trabajos como director de escena. Si repasamos su hoja de servicios, asombra comprobar que, en apenas dos años, ha empaquetado seis notables montajes , todos de éxito y varios de ellos magistrales: «La función por hacer», «El proyecto Youkali», «La violación de Lucrecia», «Veraneantes», «Juicio a una zorra» y este último estrenado el pasado jueves. A primeros de mayo, dirige en el madrileño teatro Valle-Inclán su versión de «El inspector» de Nikolai Gogol.
No extraña que afirme, mientras trata de compaginar la conversación y el apetito, que se va a tomar un periodo de descanso para refrescar ideas y recuperar aliento. El Athletic de Bilbao golea al Manchester United en la televisión del fondo del local donde la compañía toma un refrigerio tras el estreno y el director accede a salir a la calle para escapar un poco del doble bullicio y charlar un rato. Está fresca y agradable esta noche bilbaína de emociones teatrales y pasiones deportivas. Del Arco cuenta que el montaje le fue propuesto por la productora Concha Busto, quien me anuncia poco después, también satisfecha y sonriente, que con este proyecto se retira de los escenarios, y parece que habla en serio.
«He eliminado -dice Del Arco- la literalidad norteamericana y algunas referencias locales»
«De ratones y hombres» fue primero una novela acogida con entusiasmo por la crítica en 1936; al poco, propio Steinbeck la adaptó al teatro , también con éxito, hasta el punto de recibir el Premio de la Crítica de Nueva York. «Nosotros –explica Del Arco– hemos partido de ese texto específicamente teatral. Primero lo tradujo muy fielmente Juan Caño y después yo he eliminado la literalidad norteamericana y algunas referencias locales que a mi juicio lastraban la visión universal del conflicto que yo quería dar a la obra». En este sentido, llama la atención lo bien que respira el texto en estos momentos en que la camisa no nos llega al cuerpo por la pertinaz crisis económica que nos azota. El público sigue sobrecogido la peripecia de los dos protagonistas, George y el gigantón retrasado Lennie, por los desolados paisajes laborales y humanos de la Gran Depresión. Una pareja que viene a ser el reflejo desigual de unos Vladimiro y Estragón trashumantes , embarcados en el absurdo de un sueño casi de cuento de hadas mientras sufren para ganarse la vida centavo a centavo y escapar de la incomprensión y la crueldad, hasta que la tragedia termina por darles alcance.
Epopeya de los desheredados
«De ratones y hombres», que anticipa la atmósfera de la gran epopeya de los desheredados que es «Las uvas de la ira», tiene ese trasfondo de lirismo y brutalidad que empapa también algunos títulos de Tennessee Williams y la desolación polvorienta del duro trabajo rural que dibujó William Faulkner en varias de sus novelas. El montaje es muy físico, de plástica imponente y delicadeza en los matices. Lo protagonizan Fernando Cayo y Roberto Álamo , ambos estupendos a la cabeza de un sólido reparto que completan Antonio Canal, Rafael Martín, Josean Bengoetxea, Eduardo Velasco, Diego Toucedo, Alberto Iglesias, Emilio Buale e Irene Escolar como la mujer-niña que trata de sobrevivir sin asfixiarse en un cerrado espacio masculino.
El director, que elogia a todo el elenco, siente especial debilidad por la joven y magnífica actriz , que habla también emocionada de sus compañeros –«¡Desde el primer día –comenta– Roberto era Lennie»!– y recuerda los ejercicios que hacía en los descansos de la obra que ha interpretado con anterioridad a esta, «Agosto (condado de Osage)», con el fin de fortalecer las piernas y los pies para poder bailar de puntas como le había pedido Miguel del Arco; y la verdad es que sobre el escenario parece que ha hecho ballet desde niña. El montaje visitará el Teatro Calderón de Valladolid la semana próxima y, a partir de mediados de abril, estará en cartel alrededor de mes y medio en el Teatro Español de Madrid.
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