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«Me cuesta llegar a fin de mes, pero lo hago por las víctimas»

La AVT mantuvo abiertas ayer en Madrid siete mesas para recibir donativos

J. PAGOLA

MADRID

«Mi hijo y mi nieto estaban a tres asientos del conductor de autobús —Jesús Sánchez— que murió como consecuencia del atentado que cometió ETA hace once años en el Paseo de Badajoz, aquí en Madrid». Carmen, que cobra una rancia pensión, no lo duda e introduce un billete de diez euros en una de las huchas de la mesa que la Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT) instaló ayer en la Plaza Felipe II. «Me cuesta llegar a final de mes, pero mi hijo y mi nieto podían haber sido dos de las casi mil víctimas mortales que ETA ha causado en España. Todos somos víctimas, al menos potenciales».

Y como Carmen, muchos ciudadanos más se volcaron para apoyar con sus aportaciones a una AVT que padece también el zarpazo de esta crisis indiscriminada. «Y no echan calderilla», comenta uno de los voluntarios mientras fija su mirada en un grupo de mujeres que se aprestan también a introducir su billete de diez euros en las huchas. «Necesitamos ayuda económica —admite—, pero nos conformamos con que se detengan ante las mesas y pidan información sobre la Asociación». De hecho, no pocos se sorprendieron por la gran cantidad de servicios que presta a las víctimas, desde atención psicológica a quienes aún padecen secuela por haber sufrido un atentado, a la personación en procesos contra ETA, pasando por campamentos infantiles: «Muchos pensaban que sólo estábamos para convocar manifestaciones, ahora seguro que se comprometen más con la Asociación».

El voluntario de «La Farola»

A pocos metros, en la confluencia de las calles Goya y Alcalá, otra mesa de la AVT recibía también adhesiones, casi siempre materializadas en aportaciones económicas. Un subsahariano que vende «La Farola» y que ya ha adquirido cierta fama porque sus cánticos tribales pueden escuchase en un radio de varias manzanas, se acercó a la mesa. «¿Hasta qué hora van a estar?», preguntó en un mal español. «Hasta las ocho de la tarde. Lo siento, igual le estamos quitando clientes. Pero solo es hoy», respondía una de las voluntarias. El subsahariano, entre risas, se quedó allí, entonando sus cánticos folclóricos. Al parecer, su intención era reclamar la presencia de los transeúntes para que entregaran donativos a la AVT, no a él. Un voluntario espontáneo En esa misma mesa, entre ciudadanos de a pie, permanecieron un buen rato dos políticos vascos forjados en «territorio Txeroki»: el concejal del PP en Elorrio, Carlos García, y el incombustible Santiago Abascal. «Nosotros siempre estaremos con las víctimas del terrorismo, pertenezcan a una asociación o a otra», coinciden ambos. Y allí se quedaron, reclamando la atención de los ciudadanos para la justa causa de las víctimas.

En otra mesa, situada en la calle Serrano, la presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza, se mostró emocionada por la respuesta de los ciudadanos. Una respuesta que, en su opinión, lleva a la Asociación a mantener intacta su confianza en sobrevivir a la crisis.

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