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Clara Usón: «La historia nos enseña que nunca aprendemos de ella»

La escritora barcelonesa ingada en los demomios de la guerra de los Balcanes con «La hija del Este»

Clara Usón: «La historia nos enseña que nunca aprendemos de ella» ERNESTO AGUDO

SERGI DORIA

¿Qué hizo que Ana, aquella chica de 23 años, la guapa e inteligente hija del general serbio Ratko Mladic, se pegara un tiro con la pistola predilecta de su padre una noche de marzo del 94, tras regresar de un viaje fin de curso a Moscú? Situada entre las mejores alumnas del último curso de Medicina, Ana adoraba a su progenitor hasta que en aquel periplo moscovita descubrió la siniestra faz de aquel presunto héroe que, en realidad, no era más que un criminal de guerra. La que volvió de Moscú era una Ana triste y cabizbaja; se suicidó, precisamente, con la pistola que su padre exhibía orgulloso como recuerdo de la Escuela Militar de Belgrado.

En «La hija del Este» (Seix Barral), Clara Usón disecciona la tragedia de una familia en el marco del genocidio yugoslavo. «Ana conoció verdades de su padre que no sabía o no había querido saber. Tal vez ella se planteó aclararlo con él, pero no se atrevió: quizás temía que le respondiera que estaba orgulloso de ser como era».

Suicidio y filosofía

Dijo Camus en «El mito de Sísifo» que el suicidio era el gran problema filosófico; la autora de «La hija del Este» suscribe esa afirmación: «En el caso de Ana, el suicidio con la pistola de su padre fue como un acto de protesta». A raíz de aquel suceso, propio de una tragedia griega, el general Mladic ahondó en la deriva criminal que había practicado en Sarajevo y emprendió la matanza de Srebenica, alentado por los otros dos grandes protagonistas de la macabra «limpieza étnica»: Solobodan Milosevic y Radovan Karadzic. «El primero pasó de ateo ultracomunista a nacionalista ortodoxo y el segundo conjugaba la psiquiatría con la poesía, mientras organizaba el genocidio: aquella fue la guerra de los poetas y demostró que la cultura no nos convierte en mejores, aunque nos haga más sabios».

La muerte de Ana Mladic ha servido a Clara Usón para revelar los demonios de una guerra de los Balcanes que sigue latente en el corazón de Europa. El cóctel étnico, advierte la escritora, puede estallar en cualquier momento: «Lo único que nos enseña la Historia es que nunca aprendemos de ella», apostilla.

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