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«Indomable» y «Luces rojas», entre las críticas de los estrenos de la semana

Steven Soderbergh y Rodrigo Cortés miden su talento en la cartelera

ABC

ABC.es

«En tierra de sangre y miel»

POR OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE

Angelina Jolie ha entrado en la dirección de cine a bordo de una piel de plátano: su película "En tierra de sangre y miel", que es una vidriosa historia de amor entrecomillado de una mujer bosnia y un oficial serbio durante la guerra de los balcanes, le ha cambiado el pedestal a una de las diosas de Hollywood para subirla en un "pim, pam, pum". Le disparan los serbios, que no quieren verse tan, tan malos; le disparan asociaciones de mujeres bosnias, que no quieren verse enamoradas de oficiales serbios; aprovechan para disparar también los que odian lo bueno, bonito y listo, esos que no aguantan a los Clooney, Newman o ahora ella, y disparan los que "saben" de guerras y los que "saben" de cine, con lo que a la estupenda Angelina Jolie sólo le quedará el mero espectador para darle sentido al enorme esfuerzo que habrá hecho para realizar esta película tan a contrapelo. Rodada en serbio, con actores tanto de un bando como de otro, ambientada en Sarajevo pero filmada en Budapest, la película quiere enlazar conceptos como el amor, el estupro, la humillación o la ilusión en medio de la guerra de Bosnia y en uno de sus lugares más despreciables, uno de esos campos abyectos donde se cometieron auténticas atrocidades y violaciones masivas... La idea de Angelina Jolie es que la memoria (el recuerdo de los amantes cuando se conocieron) acolchone su relación y sus sentimientos en la odiosa situación del presente, y que la historia se amolde a las leyes del bélico, del suspense, del melodrama y del romántico. La película tiene empaque (o sea, presupuesto) y una línea clara de guión: sabe con quién está, aunque esa línea clara se le enturbie un tanto por el batiburrillo sentimental de los protagonistas, muy buenos o apropiados, aunque den la impresión a veces de ignorar cuál es el sentido y la profundidad de esos sentimientos que quiere subrayar la directora. No es la gran película sobre la guerra de los balcanes, pero, sorprendentemente dado su origen (todo es de Jolie, incluso el guión), rezuma verdad y constatación de un asunto que obviamente le queda muy lejano, pero que en líneas generales dibuja bien. Y tiene, además, otra virtud: la de no haber sucumbido a la tentación de usarse a sí misma como gancho y darse el mejor papel.

«Luces rojas»

POR O. R. MARCHANTE

Tras la indescriptible impresión que causó su anterior filme, "Buried", esta película de Rodrigo Cortés era más esperada y deseada que la quita de una deuda. Por fin llega (la película, no la quita) con un guión del propio Cortés y con un presumible careo entre dos machos alfa de la interpretación: Robert De Niro y Sigourney Weaver, un supuesto fulano en posesión de ocultas fuerzas paranormales y una doctora que se dedica a perseguir a charlatanes y mediums que viven de la credulidad del ser humano, siempre dispuesto a ver fantasmas. La producción, la música, la fotografía, la temperatura y el aura de la película son excelentes, a la altura de lo esperado, y la historia está condimentada con todo el aliño del género para que el espectador no pise nunca terreno cómodo y sólido..., y dispone, además, de la gran trampa en el interior de su mecanismo, algo tan útil para que una película "paranormal" funcione como el mechero del enterrado en "Buried". La chispa que no hace saltar a "Luces rojas" por los aires es precisamente la que prende el tercer invitado, personaje que interpreta con su cara de sospechoso habitual Cillian Murphy, y que en cierto modo solapa lo que habría de ser el encontronazo magistral entre Weaver y De Niro. A mi modo de ver, lo mejor de esta película de Cortés está por llegar en una segunda parte en la que nos cuente la precuela: qué pasó años atrás entre el terrible Simon Silver (De Niro) y la desaprovechada doctora Matheson.

«Indomable»

POR ANTONIO WEINRICHTER

Si hay una carrera fascinante en el cine americano actual, es la de Steven Soderbergh: imposible predecir su siguiente paso, sólo es seguro que no se repetirá, o no se repetirá seguido. Aquí firma una de espías y de acción pura, un género en el que parece imposible innovar pero que siempre resulta gustoso. La novedad, pues, reside en ver cómo Soderbergh lo acomete, con algo que sólo se puede calificar de honestidad narrativa: no hay sobredosis de efectos especiales, la trama se puede seguir sin libro de instrucciones (y hasta inserta al final una “anticuada” escena explicativa) y las peleas se ruedan con una eficacia y sobriedad apabullantes, y además no se hacen insoportablemente largas. Claro, la película tiene la ventaja de contar con una no menos apabullante debutante, Gina Carano, a la que el director vio pasteurizando rivales en un programa de la tele llamado… American Gladiators. Gina resulta la gran sorpresa de la función, por ser mucho más expresiva que otras “celebrities” que han tentado el cine pero sobre todo por el aplomo con que resuelve las escenas de acción, rodadas, insiste Soderbergh, sin dobles. He aquí un título del que hasta se podría desear una secuela.

«¿Y ahora adónde vamos?»

POR J. M. CUÉLLAR

No hay nada peor para la humanidad que la guerra. Los hombres la fomentan y las mujeres, hartas de ir de luto, la evitan como la peste. Este es el juego tragicómico que se trae Labaki en esta cinta. Es un trabajo excelente en el que se consigue pasar de la comedia a la drama o al minimusical en un soplo, sin apenas respiro y sin que el vaivén afecte al ritmo de la narración. La lucha de las mujeres (otra vez la luz del mundo ante la ciega torpeza de los hombres) por evitar confrontación de cualquier tipo entre cristianos y musulmanes en una mínima aldea es la trama que, con mano sutil y mágica, te lleva de la sonrisa a la lágrima con mucha ternura, con mucho drama y con muchas sonrisas. Un difícil ejercicio del que la libanesa sale con mano maestra.

«Chronicle»

POR J. CORTIJO

Sigue abusando la ciencia-ficción y cía. de la varita mágica del «fake» en falsete, viendo su óptima relación calidad-precio y su pegada entre la platea teen. El último en subirse al carro del heno es este seudo-mockumental, que parece cocinado por el tío Creepy y Nietzsche al presentarnos a unos mozalbetes que obtienen en un bosque unos molones superpoderes, desde el vuelo supersónico hasta un sucedáneo de la Fuerza lucasiana. Rodada con gran desparpajo contagioso, sobre todo las escenas traviesas, más en la línea bondage de «Dirty Sánchez» que «Jackass», el tono va oscureciéndose y acartonándose al llegar la inevitable etapa «yo, superhombre», con moralina debajo de las uñas y alguna baja imprevista. Pese a todo, un interesante complejo vitamínico para la cartelera.

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