Viviendo en San Borondón
«Sin huellas» por las calles
Esta política tuvo un notable éxito en el País Vasco para erradicar el terrorismo callejero de baja intensidad
José Fco. Fernández Belda
No se trata aquí de comentar cómo eliminar las huellas de delitos tipificados en el código penal o de ocultar los despilfarros de los pésimos gobiernos habidos y padecidos, que también sería bueno y pedagógico recordarlos para no repetirlos, “hoy toca” comentar las huellas que ... van dejando gentes poco respetuosas con los derechos elementales del resto de los conciudadanos, de gamberros se les tacharía si fueran menores y de golfería o de insociables el resto.
El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, como Excelentísimo lo proclaman, ha puesto en marcha el proyecto “Sin huellas”, que tiene el loable propósito de recuperar mobiliario urbano y espacios públicos dañados por graffitis, pintadas, publicidad y chicles. Un precedente para esta iniciativa puede encontrarse en la política de “tolerancia cero” puesta en marcha con mucho éxito por el mítico alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani. En esencia, y en este campo del vandalismo urbano de baja intensidad, su política era muy simple y alejada de la tradicional permisividad de los políticos y su incalificable miedo a enfrentarse con los problemas, cuando estos tienen una componente que grupos marginales antisistema y muy ruidosos usarán para tildarles de ser de derechas, y por ende antidemócratas y fascistas. Cuando se produce un graffiti o un acto de vandalismo en un espacio público, un colegio por poner un ejemplo, se hacían en Nueva York tres cosas. De inmediato se arreglaba el desperfecto. Después se localiza al infractor. Por último se sanciona y se hace pagar el coste de arreglo al propio infractor o a su tutor legal si es menor.
Esta política tuvo un notable éxito en el País Vasco para erradicar el terrorismo callejero de baja intensidad, eufemismo para no llamar delincuentes a los jóvenes menores que queman guaguas o cajeros sin que tenga consecuencias penales para ellos. Cuando se dejaba a la policía detenerlos, o pagaban ellos mismos los destrozos si eran mayores o sus padres en otro caso. Como corolario, creo que hay que desmentir que el propósito del proyecto “Sin huellas” sea dejar las paredes limpias para que ciertos partidos políticos y sindicatos puedan llamar a la revuelta callejera sin necesidad del “cutrerío” de repintar el último eslogan sobre el anterior, respetando hoces y martillos a golpe de “fuchi-fuchi” de spray.
Otro aspecto que no contempla este plan, pero que también significaría un respeto para los derechos de los conciudadanos, podría ser el intentar incrementar la sensibilización sobre la mala costumbre de tirar las colillas o las cenizas en el suelo de las calles. Hay soluciones muy baratas para evitarlo: los ceniceros portátiles, para llevar en el bolso, en el bolsillo o en la bolsa de la playa. Si en la ropa las marcas nos han acostumbrado a lucir por fuera las etiquetas, que antaño se quitaban de ropas y calzados, ¿qué impide ahora lucir publicidad o imágenes del gusto del fumador en estos artilugios? Hay modelos para todos los gustos, desde los mas humildes de hojalata hasta auténticas maravillas de la bistutería, incluso de la joyería para los fumadores callejeros más chic. Los hay hasta con dibujos patrióticos, que en cualquier país europeo serían llevados y mostrados con orgullo pero que en la España que nos están dejando los nacionalistas y sus protectores, el poseedor puede ser culpado hasta de la noche de los cristales rotos. Como decía un tertuliano de terraza de café, que si en vez de la bandera española actual y de la I República que el ponía orgulloso sobre la mesa, llevara la tricolor de la II República ¿lo acusarían de los crímenes de Paracuellos o de Katín?
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