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Berlín, glamour bajo cero

Durante dos semanas, las «celebrities» dejan Hollywood para desfilar por la alfombra roja más fría del mundo, la de la Berlinale

Berlín, glamour bajo cero AP

M. B. TASSO

«No prestamos atención ni cotilleamos sobre quiénes son nuestros clientes, porque todos ellos son actores, actrices, productores y gente del cine», dice el indiferente maître del Lutter & Wegner, un sencillo y centenario restaurante de cocina austríaca situado a pocos metros del Berlinale Palast , el teatro que acoge el Festival de Cine de Berlín. Esa es la prueba de al aparente modestia de este festival, un certamen que no suele regalar postales exuberantes como Cannes o Venecia, pero que aun así atrae a las estrellas más rutilantes de Hollywood y del cine europeo.

Más allá de la visita relámpago de Angelina Jolie y Brad Pitt y de las bajas temperaturas (15 grados bajo cero), esta Berlinale pasará a la historia por el homenaje a Meryl Streep. La actriz desembarcó esta semana en la capital alemana para recoger su Oso de Oro honorífico por una trayectoria digna del libro Guinness de los récords: dos premios Oscar y 17 nominaciones de la Academia, la última por su papel como Margaret Thatcher.

Streep llegó al Berlinale Palast en la noche del martes acompañada de su estilista fetiche, el famoso maquillador y peluquero J. Roy Helland, con el que trabaja desde 1982. «Este premio también se lo dedico a él», dijo ella desde el escenario, pidiendo una ovación especial para Helland, autor de sus estilismos en películas tan memorables como «La decisión de Sophie» o «El diablo viste de Prada».

Estrellas en las alturas

El tributo a la protagonista de «La Dama de Hierro» fue una fiesta «en familia». El actor Jake Gyllenhaal, amigo de la infancia del hijo de Streep, el músico Henry «Hunk» Gummer, fue el encargado de entregarle el galardón. «La conozco desde que tengo 13 años, para mi ella fue la mamá de mi amigo antes que la actriz... aunque creo que ella no me tenía mucho aprecio», confesó Gyllenhaal. «Querido, te conozco desde que tienes 12 y sí, eras una mala influencia para mi hijo», replicó ella con sorna. «Tú y mi hijo montabais fiestas en el sótano en las que se hacían pasar por camareros... me alegra ver que has crecido».

Pero el glamour no solo caminó por la alfombra roja. En el Panoramapunkt, un mirador con vistas a toda la ciudad, la firma Glashütte Original, mito de la relojería alemana y patrocinadora del festival, montó un «lounge» VIP que se convirtió en el punto de encuentro de los galanes. Keanu Reeves, Jean Reno y Jake Gyllenhaal pasaron por allí para admirar la edición limitada del Senator Observer 1911 de Glashütte, el mismo que utilizó Roald Amundsen en su expedición al Polo Sur. Dicen que una celebrity estaba dispuesta a pagar los 25.000 euros que cuesta este reloj, pero que se llevó una gran decepción al descubrir que todas las piezas ya estaban vendidas.

Otro de los epicentros del famoseo —y un clásico del festival— fue el hotel Grand Hyatt. La mayoría de los actores y directores se hospedan allí, y los periodistas casi viven en el bar del lobby para entrar en calor antes de cubrir las maratonianas ruedas de prensa. Eso sí, los superfamosos, como Angelina y Brad, prefieren el Ritz-Carlton o el clásico hotel Adlon, ubicado frente a la Puerta de Brandenburgo.

La «bomba mexicana»

Este año, y con permiso de Antonio Banderas (su paseo por la alfombra roja para presentar «Haywire» fue todo un espectáculo), Salma Hayek fue la encargada de subir la temperatura en los salones del Grand Hyatt. «Su presencia está causando más revuelo que la de Meryl Streep», confesaron dos organizadores del festival tras observar los codazos de los fotógrafos durante el photocall que ofreció la «bomba mexicana» junto a Álex de la Iglesia. «Parad esta rueda de prensa, os falta presentar al protagonista», exclamó Salma a poco de comenzar la rueda de prensa de «La chispa de la vida». Sí, el moderador había olvidado presentar a José Mota, y ella salió al rescate.

Durante el resto de la presentación, Hayek y De la Iglesia no dejaron de jugar frente a las cámaras, dándose besos y abrazos de amistad, haciéndose gestos de complicidad... mientras una incrédula Carolina Bang —novia del director— contaba los minutos para desaparecer del mapa.

Tras el «numerito», que al día siguiente la llevó hasta la portada del «Berliner Zeitung», Salma habló con ABC sobre su look. «¿Te gusta? El vestido es de Azzedine Alaïa, y los zapatos, de Sergio Rossi», explicó, confirmando que ella es fiel a las marcas del imperio de moda su marido, el millonario francés François-Henri Pinault. «Bueno, tengo que irme, es que me toca cambio de vestido para la gala», agregó. Así es como una estrella se escapa de las preguntas de los periodistas.

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