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GOYA

Eva ante el peligro

ROSA BELMONTE

La gala de los Goya es un programa de televisión, y no solo porque lo presente Eva Hache . Otra cosa es que en un acto que en directo ven menos de 2.000 personas se entreguen los premios más importantes del cine español. Pero si los Goya tienen la repercusión que tienen es por su retransmisión. También por la bola que le dan los medios, inversamente proporcional al interés de los espectadores en la taquilla (pero algo parecido pasa con la ahora llamada Mercedes Benz Fashion Week Madrid). Volviendo a Eva Hache, es uno de los elementos obviamente televisivos de (atención, tópico) la gran noche del cine español. También hay un claro toque catódico en muchos de los nominados. De Jose Coronado a Inma Cuesta pasando por José Mota , Michelle Jenner , Juanjo Artero o Blanca Suárez. Incluso la gran Ana Wagener, en su tercera nominación, es un rostro habitual de la pantalla doméstica (también su voz, ya que fue la primera dobladora de Lorelai Gilmore). Con respecto a Juan Diego , da un poco de apuro meterlo en el grupo porque sobre todo es Juan Diego, con peluca o sin ella.

Como espectáculo televisivo, la gran referencia y el gran ejemplo de una gala de los Goya es Sardá 99, es decir, la segunda vez que Rosa María Sardá condujo el acto. Tenía un gran guión pero también capacidad para jugar con él, lo que hizo cuando no ganó el galardón como mejor actriz de reparto (por «La niña de tus ojos») y apareció de luto. Aquella gala obtuvo la mayor cuota de pantalla de la historia de las retransmisiones goyescas (33,5 por ciento). Aunque fue Buenafuente, el mejor heredero de Sardá (de los dos), quien consiguió mayor número de espectadores (4.656.000 millones en 2010). Es una verdad universalmente conocida que el reto de presentar los Premios de la Academia siempre ha salido mejor a quienes tenían sentido y ritmo televisivo.

A Eva Hache no la van a comparar con Antonia S anjuán o con Carmen Machi (que no fue «Aída»), sino con Sardá y Buenafuente . Incluso con José Corbacho . Para eso es cómica televisiva y el humor se le supone, aunque no tenga nada que ver con los guiones («no sé escribir, sé leer de milagro», ha dicho). La segoviana tiene ante sí el papelón de conducir un espectáculo que consiste en hacer amena una inacabable sucesión de entregas de premios, agradecimientos a la mamá o el churri de turno y desfiles de técnicos desconocidos con jersey de cuello alto. Todavía recordamos la larguísima gala de 2006 presentada por Antonio Resines y Concha Velasco, que no tuvieron culpa de ello. Aquella gala que Méndez Leite había anunciado que iba a ser «ágil, ágil, ágil». Al día siguiente en «Buenafuente» hicieron una parodia donde Resines (Fermí Fernández) y Concha (Mónica Pérez) todavía estaban entregando premios. Entre otros, el «premio al mejor acomodador».

En un año sin grandes conflictos (ni guerras lejanas, ni pelotas vascas, ni enfrentamientos presidente-ministra), los ojos están puestos en Eva Hache y en cómo va a pastorear a la fauna del cine español. En una edición en que hasta el Goya de honor tiene aroma televisivo. ¿O no es Josefina Molina la directora y co escritora de una de las mejores series españolas? «Teresa de Jesús», por supuesto. A propósito, Eva, nada te turbe, nada te espante, todo se pasa.

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