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el callejón del gato

BAZOFIA TEATRAL

Las compañías se afanan en ahorrar costes de producción y ofrecen a cambio propuestas atractivas por el tirón de la cabecera de cartel

josé gabriel antuñano

LA falta de ayudas al sector teatral, la dependencia de la taquilla y la disminución de espectadores ha obligado en un corto espacio de tiempo a cambiar estrategias. Ahora las compañías de teatro se afanan en ahorrar costes de producción y distribución, y ofrecer a cambio propuestas atractivas por el título de un autor conocido o por el tirón de la cabecera de cartel. Todo ello con una aminoración de gastos en escenografía y con un número de actores que no supere el trío, mejor si son dos, y sin recurrir al monólogo porque están gastados y aburren. Con este patrón se corta «La escuela de la desobediencia», un espectáculo en gira por la región, protagonizado por la mediática María Adánez, acompañada de Cristina Marcos, actriz solvente, menos comercial. La fórmula es acertada, pero no todo vale, porque el texto es deplorable, aunque pretende con su procacidad sexual un plus de comercialidad. El dramaturgo, Paco Bezerra, se basa en los «Ragionamenti» de Aretino, un escritor italiano del XVI, con vida azarosa y obra de punzante crítica, costumbrista, satírica, galante y picardía erótica, en algunos casos. «Ragionamenti», un tratado cortesano de iniciación en la prostitución, se escribe con elegancia, sutileza, insinuación, erotismo galante y algunas procacidades. Pero, esta versión teatral suprime todo el envolvente y narra con pormenores lo grueso: desde cómo desvirgar doncellas hasta el engaño a maridos, pasando por la sodomía; y dispone una bañera en el escenario para que Adánez simule el encuentro con su amante, que la actriz usa de manera púdica.

El género sicalíptico en teatro ha funcionado y para los amantes del mismo puede proporcionar noches de gloria. Pero, para que éste atraiga, el escritor ha de poseer dotes para construir una dramaturgia, sutileza para insinuar, esconder y decir, y capacidad para crear situaciones y acción dramática. Nada de esto ocurre en «La escuela de la desobediencia», donde Adánez es una especie de Cuentacuentos pornográfica (diferenciar de erótico), que emborrona su carrera. El texto no hiere sensibilidades pusilánimes, sino artísticas: el arte debe sugerir, no evidenciar, debe permitir el goce del espectador, porque éste recrea en su imaginario situaciones, interpreta propuestas o dialoga en su interior con la obra de arte. Despojar al arte de su forma conduce a la vulgaridad: es indiferente que se hable de la masturbación femenina o del placer según tamaño de los penes. Si esas acciones no se inscriben en un marco poético, creativo y teatral, son materia de un diario sensacionalista, no de un escenario.

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