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La rebelión prende en Aleppo con varios ataques que causan 28 muertos

La segunda ciudad más importante de Siria permanecía hasta ahora en calma. Gobierno y oposición se culpan mutuamente del estallido de violencia

DANIEL IRIARTE

Hasta hace muy poco, Aleppo, la segunda ciudad de Siria y una de las capitales comerciales, se mantenía ajena a la inestabilidad que afecta al resto del país. Pero ayer por la mañana, esta calma fue rota por dos explosiones que mataron a al menos veinticinco personas, tanto militares como civiles, e hirieron a casi dos centenares.

La televisión estatal mostró imágenes de cadáveres y cuantiosos daños materiales, así como los restos retorcidos de un vehículo carbonizado, lo que hace pensar en el uso de un coche bomba. La confusa reivindicación del atentado (un comandante del Ejército Sirio Libre la ha asumido, mientras que otro ha negado toda responsabilidad de la guerrilla insurgente) sembró las dudas sobre la autoría de la acción.

Un oficial identificado como teniente Omar, al mando de la brigada Al Faruk del distrito de Al Qasair en Homs, negó toda relación del Ejército Sirio Libre con los hechos. «Aseguran que somos responsables para intentar que la gente deje de manifestarse. Nosotros nunca usamos coches bomba. Sí, podemos usar IEDes (artefactos explosivos caseros), podemos usar armas, pero no usamos coches bomba. No va en nuestro interés, porque nos daría una mala reputación», aseguró al diario británico «The Guardian». «Mira en qué momento ha ocurrido el atentado. Aleppo acababa de unirse a las protestas, lo que es bueno para nosotros. Si ponemos un coche bomba en Aleppo, la gente dejará de manifestarse allí», afirmó. «Hay muchísimos controles en Aleppo, jamás podrías acceder a un complejo de seguridad para hacerlo estallar. Es imposible», dijo.

Miembros de Al Qaida

Es el mismo argumento que los críticos han utilizado para justificar su escepticismo respecto a los atentados que tuvieron lugar en Damasco el pasado diciembre, en los que murieron casi medio centenar de personas, y que el gobierno sirio achacó a «los terroristas extranjeros de Al Qaida» que, según el régimen, están detrás de las protestas. Un dato que pasó desapercibido en su momento es que en una de aquellas explosiones —que tuvo lugar en el interior de un edificio de Inteligencia— murió Rostom Gazali, antiguo jefe de la todopoderosa Inteligencia siria en Líbano durante el gobierno de Hafez al-Assad, y que cayó en desgracia con su hijo Bashar. Dos semanas después, el 6 de enero, tuvo lugar otro atentado en el área de Midan, en Damasco, en un lugar en el que poco después estaba prevista una manifestación de la oposición.

Sin embargo, el hecho de que uno de los objetivos fuese un edificio de la seguridad estatal, así como el que otro de los oficiales insurgentes sí haya reivindicado la acción, hacen pensar que tal vez se haya tratado de una acción de la guerrilla que ahora ésta se muestra reticente a asumir, dado que en el ataque también fallecieron civiles.

Mientras tanto, se produjeron de nuevo manifestaciones contra el régimen por todo el país, especialmente a la salida de la oración del viernes en las mezquitas. En Aleppo, al menos seis personas murieron abatidas por las fuerzas de seguridad, según informó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. En Homs, continuaron los bombardeos, que, según algunos activistas y residentes de la ciudad, parecen estar preparando el terreno para una operación militar terrestre a gran escala.

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