Hazte premium Hazte premium

El crítico en su transición

El crítico en su transición KAKO RANGEL

JUAN ÁNGEL JURISTO

Los colegas sabíamos desde hace tiempo del mal estado de salud de Miguel García-Posada. La última vez que le vi fue en una tertulia de «Revista de Occidente» y, a pesar de que apenas podía ponerse la chaqueta, sus intervenciones fueron concisas pero rotundas, como correspondían a un hombre al que nunca abandonó la curiosidad intelectual, y es la última y afortunada imagen que me ha quedado de su persona. En estos momentos, a pocas horas de su muerte, es cuando le viene a uno la precipitación por definir a alguien que sabes ido en una frase, resumirlo en una imagen, como si ese adjetivo añadido, esa imagen, fueran su aportación a la nadería de este mundo. Creo que Miguel García-Posada en cierta manera ha tenido la suerte de vivir unos tiempos en que la crítica aún significaba algo. Bien es verdad que ya un tanto demediada, no tuvo por edad el goce de experimentar la crítica como una ganancia intelectual y moral, eso sí les sucedió a gentes como Masoliver, Dámaso Santos o Rafael Conte, pero sí puede decirse que en su etapa de presidente de la Asociación Española de Críticos Literarios todavía vivió los últimos tiempos en que crítica y literatura iban juntas de la mano, antes de que la infausta conjunción de la expansión tecnológica, el auge de la cultura de masas en griterío dominante y la indiferencia y antipatía ante la imagen de una persona que se dedica a juzgar obras, hiciera de la profesión algo residual, proclive a ser calificada de publicidad encubierta de baja intensidad.

Miguel García-Posada pasó por varios periódicos en su etapa como crítico de libros, sobre todo de poesía, por dos veces en esta casa, en ABC, se le otorgó el Premio Luca de Tena en 1989, pero también por «El País», y fue colaborador de variadas revistas, como «Ínsula», «Cuenta y Razón» o «Hispanic Review», y en todas ellas dejó artículos cuya impronta revelaba al filólogo estudioso de escritores de distinta índole. Su interés se centró en gentes como Ignacio Aldecoa, Paco Umbral, y, desde luego, Federico García Lorca, autor que estudió con intensidad y profundidad desde que hizo su tesis doctoral sobre «Poeta en Nueva York», también su curiosidad intelectual y, desde luego, cierta rebeldía que se asomaba cuando uno menos lo esperaba. Y tuvo un papel fundamental en la recuperación de los «Sonetos del amor oscuro» de Lorca en ABC. Personaje complejo, más afable de lo que a veces dejaba entender, recuerdo de su etapa como presidente de la Asociación de Críticos un saber hacer que hacía que los inevitables roces habidos cuando se otorgaban los premios se diluyeran en buena camaradería. De ahí que en mi recuerdo su figura se haya concentrado en esa etapa, sin que por ello haya que dejar de lado su labor en la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid, sin ir más lejos. Ahora bien, tener la imagen fijada en esa etapa es significativo. De la situación de una profesión que no hace mucho gozaba de cierta excelencia y aceptación social.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación