Cuando empezó a construirse en 2007 todo eran parabienes y el entonces alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, no dudó en presidir la colocación de la primera piedra del futuro Auditorio Arteria Al-Andalus, en la Isla de la Cartuja, «el gran teatro del Sur de Europa», como se le llamó pomposamente en esa ceremonia simbólica para la que se contrató a la Fura Dels Baus; pero ahora, 4 años y 70 millones de euros después, cuando está prácticamente terminado, nadie lo quiere, ni siquiera la Sociedad General de Autores de España (SGAE), que lo mandó construir. Fuera de la escena su impulsor, Teddy Bautista, por unas graves acusaciones de fraude de las que deberá responder ante la Justicia, ninguno de los candidatos que aspiran a sucederle al frente de la Sgae quiere saber nada de este teatro. Todos sostiene que sería muy caro de mantener y que lo pondrán a la venta cuanto antes, junto con el resto de teatros de la Red Arteria, aunque la crisis económica que sigue aotando con dureza tanto a administraciones públicas como a las empresas privadas, especialmente en el sector cultural, no permite imaginar quién podría estar interesado en este momento en comprarlo. Ni quién tendría dienero para pagarlo, ponerlo en marcha y mantenerlo.
Sobre una superficie total de más de 33.000 metros cuadrados, este impresionante inmueble incluye un teatro principal con más de 2.000 butacas (200 más que el Maestranza) que lo convierten en el mayor de Andalucía y uno de los mayores de España. Gracias a una tecnología importada de Canadá, las butacas se pueden escamotear en pocos minutos para dejar paso a una superficie libre que puede acoger conciertos y otros espectáculos con un aforo para unas 3.500 personas. La boca del escenario también es espectacular: 18 metros de ancho por 12 metros de alto y una caja escénica de cuatro niveles con un peine de 30 metros de altura. Con cuatro sótanos y cinco plantas, Arteria Al Andalus dispone de espacio para estudios de grabación, cabinas de proyección, aulas, salas de prensa, tiendas, cafeterías, restaurantes, salas de ensayo, etcétera. Además, dispone de tres salas más reducidas, de unas 400 butacas cada una, para espectáculos de pequeño formato. «No habrá nada parecido en España», afirmaba Bautista a ABC a principios de este año, pocos meses antes de ser detenido por la Policía Judicial. Preguntado cómo se podía acometer una obra de esta envergadura en plena crisis, el entonces presidente de la Sgae decía: «Cuando se construye un espacio de estas características no se hace pensando en lo coyuntural, en la crisis que nos toca vivir estos años. Un equipamiento de esta riqueza de contenidos se hace justamente para ayudar a salir de la crisis, fomentando las ideas, las propuestas novedosas, la innovación y el desarrollo de nuevos públicos y artistas».
Ninguno de las personas que aspiran a presidir ahora la Sgae parece estar de acuerdo con estas palabras de su antecesor ni con que la Sgae deba producir o exhibir contenidos culturales. Proyectos como «Jazz-Al Andalus», que iba a coordinar Fernando Trueba, o los ciclos de flamenco, una de las apuestas más claras de este espacio, se han caído «sine die», tras el maremoto judicial con graves acusaciones de fraude que se llevó por delante el pasado verano a toda la cúpula de la SGAE y al llamado «modelo Bautista» de gestión.
No sólo eso: ya se habían iniciado contactos para establecer en Arteria «Al-Andalus» una franquicia del Circo del Sol, que busca desde hace años una sede estable en España. Fuentes de la prestigiosa compañía canadiense dijeron a ABC que Sevilla es una de sus opciones preferidas para establecer una franquicia en España, aunque la negociación sobre su futura sede aún se encuentra aún en estado «embrionario». «Sevilla es una de las ciudades españolas en las que el Circo del Sol siempre ha tenido mejor acogida y esa es una razón muy importante para que contemos con ella en todo lo que pueda surgir de cara a la instalación estable de la compañía en España», añadieron.
Musicales de Broadway
También se había negociado desde Arteria Al-Andalus entrar en el circuito de los musicales de Broadway de Londres para traerse a Sevilla algunos de los «shows» más aclamados por el público. Las condiciones técnicas del teatro serían inmejorables para ofrecer este tipo de espectáculos.
Otro de los proyectos aparcados, al menos hasta que se aclare el futuro del auditorio de la Cartuja, es la creación del Instituto de las Artes Escénicas y de la Música de Sevilla, un proyecto del cual uno de sus promotores, Juan Carlos Marset, delegado municipal de Cultura cuando empezó a construirse el teatro, habla como «único en España y casi en el mundo». Este pasado verano se iba a firmar el convenio con la Universidad de Sevilla, pero todo se fue al traste con la detención de los responsables de la Sgae y el vertiginoso vacío de poder que estas actuaciones policiales y judiciales dejaron en la sociedad de autores. Los problemas entre la SGAE y el arquitecto de Arteria Al-Andalus, Santiago Fajardo, por un desvío presupuestario de más de 10 millones de euros, confirmado por una reciente auditoría externa, también acabaron ante la Justicia, lo cual complicó las cosas, aunque las obras del Auditorio no llegaron nunca a pararse. Dice Marset que sería «una pena que este gran teatro se perdiera o se dejara «porque se trata de una oportunidad extraordinaria para Sevilla y de que la cultura sea uno de los motores no sólo para el desarrollo turístico de la ciudad, además de para consolidar su prestigio internacional». En su opinión, «sería un grave error que la SGAE se deshiciera de un teatro muy bien visto a nivel internacional que incentiva la formación, la innovación y la producción». Y añde: «En artes escénicas seria como retroceder 50 años». El ex delegado de Cultura afirma que «en la situación que se encuentra la Sgae haría falta una fórmula pública-privada por el que las administraciones públicas, Junta, Ayuntamiento, Diputación y Ministerio de Cultura, se comprometan con este espacio de una forma básica y luego se diera forma a un concurso para privatizar la gestión con diferentes fórmulas de participación. Es la única salida que yo le veo».
Ninguna de estas administraciones está ahora, sin embargo, para muchas fiestas ni para asumir producciones importantes. La Junta le ha quitado al Maestranza, teatro del que es copropietario, junto con Diputación, Ayuntamiento y Ministerio, un 40 por ciento de su aportación. El Ayuntamiento dice que tampoco dispone de dinero, aunque planea alguna colaboración con el teatro de la SGAE para talleres didácticos en materia escénica, según fuentes municipales. La fórmula que propone Marset, sobre la que la Sgae no quiere pronunciarse hasta que pasen las elecciones, permitiría, según él, «que un consorcio privado español pudiera asumir la gestión», porque no hay ninguna empresa andaluzas de artes escénicas que tenga el tamaño o los recursos suficientes para hacerse cargo de un teatro como éste.
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