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Se apaga la estrella de Cesária Évora

La popular cantante de Cabo Verde, conocida como «la diva de los pies desnudos», murió ayer a los 70 años

Se apaga la estrella de Cesária Évora AFP

LUIS MARTÍN

Ha desaparecido uno de los secretos mejor guardados de la música popular del continente africano. Ayer, en el Hospital Baptista de Sousa, en la localidad de Mindelo, en la isla caboverdiana de Sâo Vicente, fallecía la cantante Cesária Évora, ingresada días atrás con un cuadro de insuficiencia respiratoria y edema pulmonar. Con la desaparición de la estrella se desvelan las cábalas acerca de la continuidad de la morna, estilo caboverdiano que ella contribuyó a popularizar. Son variados los nombres que proseguirán su legado: Lula, Carmen Souza, Sara Tavares, Maria de Barros... Solo Cesária , sin embargo, supo ser, desde el secarral de su tierra, un modelo vigente y actualizable, un salvoconducto para la modernidad.

El nombre de Cesária Évora apareció hace ahora poco más de veinte años en las páginas culturales de los diarios franceses «Le Monde» y «Libération». Sus discos «Mar azul» (1991), prolongación de «La diva aux pieds nus» (1988), y la posterior consecuencia de ambos, «Miss Perfumado» (1992), fueron seleccionados por las mencionadas publicaciones junto a las creaciones de otros intérpretes caboverdianos: Tito Paris, Teofilo Chandre y Boy Gé Mendes, por citar tan solo tres ejemplos de la extensa nómina de artistas del archipiélago de Cabo Verde. Cesária, nacida en 1941, tenía, sin embargo, un largo itinerario a sus espaldas, que, incluso, incluía paradas en el infierno del alcoholismo.

Tristeza y desarraigo

Había comenzado en las calles del barrio de Lombo, en su localidad natal de Mindelo, probando voz en la adolescencia en bares y hoteles a cambio de unas monedas. Cumplidos los 20 años, inició lo que parecía una tímida ascensión a la popularidad, intento que no tardó en verse frustrado, debido a una serie de problemas personales. Tocaba abandonar la música y ganar más dinero para sustentar a la familia. La sombra del desarraigo y de la tristeza hizo aparición en su vida. Y también la más terrible del alcoholismo. Entre el año 1975 y su llegada a Portugal, orientada por el empresario-cantante Bana, diez años después, una densa mancha oscura envuelve la biografía de Cisé, como gustaban de llamarla sus amigos.

AFP

El disco «La diva aux pieds nus», de 1988, la trasladó al podio de la fama en Europa y abrió la espita de las emociones de la morna. Estas canciones irrumpieron en Europa de la mano de José Da Silva, un productor discográfico que pronto se convirtió también en su mánager, y del que Cesária afirmó en más de una ocasión: «Tuve la suerte de encontrar en él a una persona que, por fin, se ocupó en serio de mi carrera». La decisión de Da Silva fue muy sencilla: reunir un manojo de canciones y presentárselas a la firma Lusafrica, para que, con ellas, hiciera difusión de la morna, un estilo típico de Cabo Verde en el que se amalgaman las raíces negras del blues y el fado portugués.

El resto ya es historia. Cesária Évora, de fornido aspecto e instalada ya en París, conoció en años sucesivos momentos de esplendor con los discos «Cesária» (1995) y «Cabo Verde» (1997) ; llenó auditorios como el emblemático Olimpia de París o los que albergan los festivales de jazz de Niza y Montreux, y tuvo tiempo también de experimentar el cansancio en los recopilatorios «Sodade» (1994) y «The best» (1998). Más tarde, volvió a alentar a los aficionados con títulos como «Café Atlantico» (1999) —donde cruzaba su canto con el quehacer sonero de Tata Güines o el brasileño del cellista Jacques Morelenbaum—, «Sâo Vicente di Longe» (2001) y «Voz d'amor» (2003), por el que se alzó con el Grammy aquel año al mejor álbum de world music.

Los reconocimientos definitivos empezaron a llegarle cuando comenzó a estar fuera de juego en asuntos de salud, y recibió de manos de Jacques Chirac la Medalla de la Legión de Honor . Tres años después, en 2010, decía definitivamente adiós a la música tras haberse sometido a una grave operación a corazón abierto. Ha muerto a los 70 años con la certeza de que su arte radicó siempre en saber encauzar su carrera sin apartarse de sus compromisos. Hasta el final de sus días, siguió apareciendo sobre los escenarios con los pies descalzos en muestra de solidaridad con toda la gente pobre de su tierra.

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