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EL CALEIDOSCOPIO

Tiempo de política

La crisis no llegó por mal diseño de los mecanismos técnicos, económicos o jurídicos del nuevo modelo

PEDRO ARIAS VEIRA

LA Unión Europea ha vuelto al pasado, ha reeditado Maastricht de principios de los noventa. Entonces se fijó la estructura de una política económica que posibilitara la creación de una moneda común, la estabilidad de precios que garantizaría el BCE, y la solvencia de las administraciones públicas —controlando el déficit al 3% del PIB y la deuda nacional acumulada en el 60%—. Un marco legislativo suficiente para construir un área económica estable. El acuerdo fue un éxito, como el de todos los procesos de apertura, liberalización y disciplina de los estados. El euro entró en 2002 y los años posteriores demostraron la viabilidad del modelo. Fue tal su acierto que se multiplicaron las adhesiones a la UE, hasta llegar a los 27 miembros.

Para Galicia la nueva Europa fue un ensanchamiento de horizontes culturales además de los económicos. Nos abrimos más física, económica e intelectualmente. Otra vida mejor era posible.

La crisis no llegó por mal diseño de los mecanismos técnicos, económicos o jurídicos del nuevo modelo europeo. El desplazar ahora las responsabilidades de quienes la han causado a supuestas estructuras impersonales o fallos técnicos, es una vieja táctica de exculpación de los agentes concretos. De los que tienen poder para ocasionar los males públicos, los económicos y los sociales. Y también de generar cortinas de humo ideológicas y ruidos mediáticos en los que diluir su culpabilidad.

Un grupo de financieros poderosos y ciertos gobernantes con poder suficiente, utilizaron sus prerrogativas políticas y económicas para desencadenar un exceso de actividad productiva y una falsa ilusión de capacidad adquisitiva, que provocaron la prosperidad artificial de los últimos años. Habríamos tenido crecimiento, pero menor, si bien más equilibrado. Pero muchos no habrían alcanzado los niveles de acumulación personal tan ostentosos, ni ciertos gobernantes alardeado de gestión macroeconómica de cine. Simon Jonson, profesor del MIT y antiguo economista del FMI, calificó el proceso como «El golpe silencioso» (The Quiet Coup), en el mundo democrático. Una malversación a lo grande de los resortes institucionales y del tejido de confianza de nuestras democracias.

En España es conocido cómo ha ido emergiendo en forma de esperpento incesante. Y en Galicia estamos pagando sus consecuencias, porque si bien no había capacidad propia para desencadenar una crisis de las dimensiones actuales, tampoco hubo carácter, valentía y determinación, para evitar la incorporación a nuestra vida socioeconómica de las prácticas artificiosas de las nuevas ferias de las vanidades. Ahora aquí todo depende de dos gallegos, de Rajoy y Feijóo. El presidente de la Xunta ha cogido el toro por los cuernos de los deberes de la primera regeneración, la del sector público. Ha intentado avanzar en la del sector privado, pero el PSOE gobernante en España y ciego en Galicia, se lo impidió recurriendo sus iniciativas económicas y financieras. Ahora podrá, deberá, abordarlo con Rajoy en el Gobierno de España. Éste no lo tendrá fácil, pero para eso lo han elegido con la mayor concentración de poder legítimo de nuestra democracia.

El marco legislativo europeo es suficiente; en cualquier caso es lo que ya había desde Masstricht, con retoques debidos a la deuda acumulada que hay que refinanciar. No dan para gobernar en la autocomplacencia cómplice, a lo Zapatero, pero fija un marco de acción imprescindible. Aunque la austeridad pública no bastará, no es suficiente para recuperar el pulso económico. Todo depende de la política hacia el sector civil de la economía, la gran asignatura pendiente de todos los gobiernos.

Porque no saldremos de la crisis con políticas presupuestarias públicas, sino con políticas para el sector social, el privado, el mayoritario, el generador de fondos públicos vía impuestos, el que sostiene la demanda agregada vía consumo e inversión, el que exporta e importa, en el que se dan los repartos de ingresos, estatus y capacidad de compra.

Teóricamente todo eso lo deciden los mercados. Pero como están muy enrarecidos por intervencionismo, grupos de influencia, oligopolios, intereses creados, lastres de excesos, trabas de contratación y tantos otros problemas, será necesario un gran cambio de las reglas de juego. Y en eso consiste la política, la gran política, la asignatura olvidada, la atmósfera recurrente en la que se desarrolla la historia.

También la de Galicia, la nuestra.

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