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Un carnicero acuchilla a su mujer a los diez días de nacer su tercer hijo

El bebé ingresó en La Paz con hipotermia y desnutrición. Sus dos hermanas (3 y 5 años) presenciaron el crimen: «Papá mató a mamá y se fue»

C. HIDALGO / M. J. ÁLVAREZ

La Policía Nacional ha detenido a un hombre, Ali Daghmani, de 38 años y origen marroquí, como presunto autor de la muerte a cuchilladas de su esposa, Fátima El Fazazi, de la misma nacionalidad y 39 años. Se trata del último caso de violencia de género en la región, el octavo en lo que va de año; pero, también, del triste destino de los tres hijos de la pareja. Especialmente, del bebé que hace sólo 10 días que había venido al mundo y al que los sanitarios llevaron al hospital con hipotermia y desnutrición.

En las bases de datos policiales no constaban denuncias de ningún tipo entre el matrimonio, cuyos miembros, además, carecían de antecedentes. La mujer había llegado a España hace 13 años y trabajaba en varias casas, como asistenta del hogar. En cuanto a Alí, llevaba unos seis o siete años en nuestro país, casi el mismo tiempo que siendo el esposo de Fátima. Había trabajado en un restaurante de comida turca tipo kebab en la calle de Pinos Alta (Tetuán), que, según sus allegados, había cerrado. Ahora, regentaba con un socio una carnicería árabe en la misma calle.

Tenían dos hijas, de 5 y 3 años, pero, como explicó un amigo del barrio, «él estaba esperando tener un varón». Hasta que hace 10 días, Fátima dio a luz a un niño en la Maternidad de La Paz. Sin embargo, durante el embarazo, la mujer se había quejado a sus amigas del trato recibido por su esposo. «Pasa de mí. Ni siquiera me acompaña al médico. Sólo va de la carnicería a dormir a casa. Y encima no mete ningún dinero en el hogar», les explicaba. Nada más ser dada de alta del hospital, confesó a una íntima: «Voy a dejar a Alí».

En su entorno reconocen que había discusiones frecuentes entre ellos, pero que no llegaban más allá de peleas típicas de matrimonios. Sin embargo, una vecina del barrio explicó a ABC que «él la maltrataba». «A la pobre se la oía gritar y llorar a menudo, hasta la Policía había venido a la casa unas dos o tres veces. Discutían mucho».

Hasta la madrugada de ayer. Un vecino se levantó a las 8 de la mañana y escuchó llorar, desconsolado, al recién nacido, aunque no le dio más importancia. Pero la tragedia ya se había consumado. Fátima había quedado con una sobrina a las once de la mañana de ayer, para acompañarla a unas gestiones. Sin embargo, la mujer no apareció.

Inquieta, la familiar telefoneó a su casa. No lo cogía nadie, así que se presentó en la vivienda, en el primer piso de la calle de Alemania, 6, en La Ventilla (Tetuán). La niña de 5 años exclamó por el portero electrónico: «Mi mamá está muerta. La ha matado papá y ha escapado». Y le tiró las llaves de la casa desde el balcón a la sobrina de Fátima, que hizo el macabro hallazgo y avisó a emergencias. Eran las 12.14 horas. El padre había huido tras cometer el crimen, pero se entregó por la noche.

Más de seis horas muerta

Los sanitarios del Summa-112 encontraron a Fátima ya cadáver en el salón. Yacía en el suelo, junto a una mesa y en medio de un gran charco de sangre. La estancia estaba muy revuelta, fruto de la lucha desesperada de la mujer. Tenía cortes por arma blanca en las manos.

Pero las cuatro cuchilladas más graves las tenía en el abdomen, la espalda y en el tórax, inform Emergencias 112 Comunidad de Madrid. A falta del informe de la autopsia y a tenor del rigor mortis que presentaba el cadáver, la mujer llevaba al menos seis horas muertas cuando la encontraron, precisaron fuentes del caso. Los tres menores estaban en otra habitación, juntos. Los sanitarios hicieron una primera valoración al bebé y se percataron de que tenía una leve hipotermia y deshidratación; llevaba horas durmiendo con la ventana abierta (las temperaturas rozaron los cero grados esa noche) y sin tomar nada de alimento (necesitan una toma de leche al menos cada tres horas).

Los médicos le dieron un biberón, mientras que alimentaron con yogures a sus hermanitas. También las distrajeron jugando con ellas, improvisando bromas con sus guantes de látex. Luego, fueron llevados a los servicios sociales, que se han hecho cargo de ellos.

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