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«The Guard» tiñe de humor negro e irreverencia la Sección Oficial

Guédiguian se mantiene fiel a su compromiso social y político con «Las nieves del Kilimanjaro»

FÉLIX IGLESIAS

La montaña rusa que es la Sección Oficial de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), donde en un mismo día las subidas se precipitan sin remedio en caídas vertiginosas, en la jornada de ayer la veloz carretilla de la programación no revolvió los estómagos de los espectadores con giros inverosímiles y se mantuvo a una considerable altura.

Aunque pudiera parecer que el festival vallisoletano no casa con el humor, lo cierto es que el sarcasmo e ironía han configurado momentos antológicos de irreverencia cinematográfica a su más de medio siglo de historial. Ejemplo de ello fue la jornada de ayer, cuando bien cargado de burla e incorrección se presentó «The Guard», de John Michael McDonagh, un director-pistolero que agujerea con sus balas cargadas de mala baba algunos de los géneros más conspicuos del cine (western, negro, comedia, ...), dejando unos muertos cinematográficos muy vivos.

McDonagh ofrece una dieta baja en humor de sal (gorda) y rica en proteico sarcasmo políticamente incorrecto, dosificado sabiamente por aquello de no convertirse en un monstruo del culturismo paródico, caso de la saga de «Aterriza como puedas». Y al frente de esta pequeña-gran película se encara Brendan Gleeson, encarnando a un policía —remero bocazas, putero y xenófobo de Gary Cooper—, auténtico «sheriff» de una perdida aldea del oeste de Irlanda, en la que irrumpen unos narcotraficantes con una carga millonaria y desembarca de un agente negro del FBI. Ese cruce de caminos desencadena un torrente de situaciones inverosímiles en cualquier producto fílmico enlatado en Estados Unidos, descerrajando puyas a los nacionalismos de baja estofa, la corrección racial o las buenas costumbres de salubridad en relación con las drogas.

Sin las pretensiones estéticas y conceptuales de Guy Ritchie («Lock, Stock and Two Smoking Barrels» o «Snatch, cerdos y diamantes»), el anglo-irlandes McDonagh se ríe con cara de matón de varias convenciones sociales y cinematográficas a ritmo de incorrecciones desternillantes pero no baladíes

El bueno de Guédiguian

Mucho más en serio se lo toma Robert Guédiguian, habitual en la Seminci con su cine de denuncia social y política. «En las nieves del Kilimanjaro», el director francés retoma su combate ideológico contra la quiebra de los derechos de los trabajadores y el desmembramiento de la solidaridad de una clase social atomizada a medida que se agudiza la crisis.

En esta ocasión, partiendo de un poema de Victor Hugo sobre la fraternidad entre los pobres, el realizador galo, con su mujer Ariane Ascaride como coprotagonista, narra la crisis personal de un veterano líder sindical que se apunta voluntariamente a un ERE y topa amargamente con que la realidad destiñe sus principios ideológicos tras un suceso traumático que voltea algunas convenciones, como el compromiso, y dispara lo privado frente a lo colectivo. Ante ello, Guédiguian realiza una pirueta final de complicadísimo encaje en su filmografía de combate.

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