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Los «business» de «El Cano»

El anciano asesinado el sábado en Parla llevaba más de 45 años delinquiendo

CARLOS HIDALGO

Nadie sabe a ciencia cierta por qué a Santos Nieto Herrera le apodaron «El Cano». Ni siquiera en los archivos policiales aparecen todos sus antecedentes. Hace tanto que comenzó a vivir al margen de la ley, que la primera etapa como delincuente ya ha prescrito. Era un «pieza» de toda la vida, dicen, metido en asuntos extraños que, a sus 72 años, le han dejando muerto en una acera con un cuchillo en el corazón. Fue su último «business». Al menos, así lo investiga la Policía.

En 1967, «El Cano», con 27 años, se juntaba con la banda de «quinquis» que lideraba su primo Joaquín García Nieto, apodado «El Aníbal». En abril de ese año, tras ser detenido, el cabecilla del grupo y sus secuaces («El Cantaor» y «El Hijo del Vin», entre otros) cayeron en manos de la Policía de la época. A los agentes de entonces no les costó hacerles desembuchar y reconocer que dos meses antes habían robado la caja de caudales de la sucursal de Correos de la calle del General Ricardos, 206, con las 22.000 pesetas que guardaba.

A raíz de esta operación, la entonces Brigada de Investigación Criminal de la Policía tiró del hilo y dio con los dos primos del «quinqui» Aníbal: eran Santos, «El Cano», y Joaquín Nieto Herrera, apodado «El Ángel». Por aquella epoca vivían en la sierra murciana, con dos mujeres y escondidos tras identidades falsas. Ellas también tenían antecedentes.

En esos años, «El Cano» ya demostraba su querencia por las armas de fuego. Les incautaron una pistola del calibre 6,35, con cargador de tres cápsulas, y diez balas escondidas en polvos de talco. Conducían un Seat 600 robado en Madrid, con matrícula falsa, escondían joyas valoradas en 100.000 pesetas de entonces, 28.000 pesetas en efectivo, una máquina de escribir, un televisor, transistores, cámaras de fotos, 16 maletas llenas de artículos de confección, ropa... En definitiva, un botín muy sustancioso, que rondaba el millón seiscientas mil pesetas de valor, procedente de sus «palos». Santos ingresó luego en el centro penitenciario de Mirasierra, hasta que salió a la calle en 1974.

Sus últimos días, pese a su vejez, no han sido muy distintos. Fuentes del caso y testigos con los que ha contactado ABC indicaron ayer que el sábado sobre las ocho menos diez de la tarde, Santos vecino de Coslada, apareció corriendo por la confluencia de la avenida de las Estrellas con la de Jaime I El Conquistador, en Parla. Llevaba una pistola con la que disparó, al menos, dos o tres veces.

Le perseguía un grupo de jóvenes de aspecto suramericano, que gritaban: «¡Al ladrón!». Hasta que le dieron caza y le apuñalaron justo en el corazón. Luego, huyeron en un Peugeot 307. La reyerta, a cuenta de un negocio de drogas, comenzó poco antes en un piso cercano. La Policía encontró estupefaciente en el bolso de una mujer que entró apresuradamente en el bloque y la detuvo.

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