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Con Cuadri, no sólo muletazos

El momento culminante se produce en el tercio de varas del cuarto toro de Cuadri: «Remendón», negro zaino, serio, de 647 kilos

Con Cuadri, no sólo muletazos FABIÁN SIMÓN

ANDRÉS AMORÓS

El momento culminante se produce en el tercio de varas del cuarto toro de Cuadri: «Remendón», negro zaino, serio, de 647 kilos. Lo deja lejos su matador; lo llama el picador Tito Sandoval con la voz, levantando el brazo, incluso —algo insólito— alzando las manos el caballo, como los de los rejoneadores. El toro se arranca: ¡qué emoción! Todavía galopa de lejos dos veces más, después de haberse encelado con la montera, en la arena. Aunque la suerte no quede perfecta, el piquero levanta un clamor. ¡Qué hermosa puede ser la suerte de varas! Para completarlo, Jesús Adalid clava dos estupendos pares: gran ovación.

La lidia no debe reducirse —como ahora sucede casi siempre— a la faena de muleta. No sólo de muletazos vive el buen aficionado... Perdemos el toreo de capa, los puyazos (se suele aplaudir al picador que no pica), los quites... Demasiada pérdida.

Con toros auténticos, todo lo que se hace en el ruedo tiene interés. Y mérito. Los de Cuadri han sido nobles, encastados; segundo y cuarto, magníficos. Los diestros han estropeado, con la espada, faenas aceptables.

Javier Castaño ha dejado el encimismo que antes le caracterizaba; lidia bien, con suficiencia técnica. El primer toro es cambiante, tardea pero luego embiste muy seguido. Castaño se queda quieto, aguanta parones, logra naturales estimables. Todo lo emborrona con la espada, entrando de muy lejos. Al cuarto, ese toro espectacular, lo muletea con la montera puesta, le da mucha distancia, consigue buenas series. Hubiera cortado una oreja pero vuelve a ser un pinchaúvas.

Paulita, un diestro aragonés de línea estética (de ahí su apodo), torea hoy su primera corrida de la temporada: con toros de Cuadri... Salvo matando, está mucho más digno de lo esperable. El segundo es otro toro espectacular: parece salir dormido pero se crece, en varas, derriba dos veces; en banderillas, cunde el pánico. Cuaja Paulita verónicas de buen estilo. Parece que el toro se lo va a comer pero lo dobla adecuadamente. Toda la faena es por naturales: el lado mejor del toro, que se va apagando. La falta de oficio se advierte con la espada. Ha sido una lucha emocionante y estética, se sentía el riesgo. Los paisanos le aplauden cariñosamente. También lancea con gusto al quinto, que hace buena pelea en varas, embiste suave. Los banderilleros entran siete veces: ¿cómo no va a acusarlo el toro? Es noble, se deja, pero se apaga pronto. Paulita muletea con ritmo. Falla también al matar, de lejos.

Un grave percance frenó la carrera del madrileño Iván García. Lancea con gusto, gallea para llevar al tercero al caballo. El toro galopa con nobleza. Faena aseada, sin picante. Se le va la mano, al matar. Algo semejante sucede en el sexto, reservón, que queda corto. Faena discreta, mal uso de la espada.

Recuerden los tres diestros el axioma clásico: se debe entrar a matar «en corto y por derecho», no de largo y a paso de banderillas.

Nos despedimos del «Ebro famoso» con la alegría de haber visto toros encastados, de Cuadri, para nada ilidiables, que permiten la lidia completa. ¿Por qué no los torean las figuras? No lo sé; me lo imagino. Pero quizá se equivocan.

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