—Triunfó muy joven en la literatura. ¿Cómo lo ve ahora, que ya no es tan joven?
—El triunfo es un espejismo, una puta que hay que procurar mantenerla lejos de uno. Yo siempre intenté que el éxito no me transtornara.
—Usted ha dicho que sabe mucho de literatura, pero poco de todo lo demás, ¿de qué no sabe absolutamente nada?
—Soy un perfecto inútil para la vida real o práctica.
—¿No sabe cambiar una rueda?
—No, pero es que, además, odio conducir. Tampoco tengo la delicadeza y sensibilidad que debiera tener con las personas. Tengo tendencias misántropas.
—Punset diría de usted que carece usted de «habilidades sociales»...
— Sí, pero casi todas sus tesis me parecen desacertadas.
—¿Qué tiene en contra de la novela histórica?
—Estoy en contra de la novela histórica con elementos esotéricos. No es fácil hallar ahora una buena novela histórica.
—Afirma que una de las tragedias de nuestro tiempo es que todas las opiniones valen lo mismo...
—Dramáticamente nuestro tiempo ha negado la existencia del sabio, del que sabe mucho de algo. Ahora toda las opiniones valen lo mismo y eso hace que ninguna valga nada. Y eso lleva a la destrucción del pensamiento.
—¿Lo dice por las «tertulias» de la televisión-basura?
—Un personaje salido de Gran Hermano podría ponerse a hablar de Homero frente a un experto y su opinión valdría lo mismo o incluso más. Es un disparate.
—Usted ha sido tertuliano hasta hace un año. ¿Los tertulianos hablan mucho de todo pero a menudo no saben de casi nada?
—Hay de todo, como en botica. Pero la mayoría de las tertulias sólo meten ruido porque no se analizan las causas de las cosas sino sólo las consecuencias.
—¿Empieza a pasar esto con el periodismo?
—La prensa escrita se está degradando por la dependencia política que ha provocado la crisis y porque está imitando a Internet y eso le puede llevar a su perdición.
—¿Por qué?
—Porque debería hacer es todo lo contrario: distinguirse de Internet con análisis, reportajes, crónicas y buenas entrevistas.















