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La nueva selección libia sustituye a su estrella, un gadafista, por algunos rebeldes que han combatido al dictador

Revolución Fútbol Club Luis de VEga

LUIS DE VEGA

La selección Libia de fútbol no es ajena a la revolución que vive el país. En su primer encuentro tras la victoria rebelde en la batalla de Trípoli sobre el régimen de Gadafi a finales de agosto han jugado más con el corazón que con la cabeza. Pero han ganado y esa victoria quedará como una de las más grandes, aunque el partido tuviera que jugarse en el exilio de El Cairo y en las gradas apenas hubiera un puñado de hinchas que no llegaban al centenar por razones de seguridad.

Libia venció a Mozambique en ese encuentro clasificatorio de la Copa de África de Naciones de 2012 el pasado 3 de septiembre. El único gol lo marcó Rabiah Alafi, que se estrenaba con los colores nacionales. No echaron de menos a la estrella del equipo y uno de los mejores jugadores libios de todos los tiempos, Tarek Tayeb, al que el entrenador ayudante, Abdeljafid Ali, califica abiertamente como un «profundo gadafista». Pocas semanas antes del partido Tayeb se refirió a los rebeldes como «perros» y «ratas». Tampoco estaban Mohamed Zaabia ni Naser Salel por los mismos motivos. «Nunca más volverán a la selección por su postura», añade Ali, ayudante en el banquillo del brasileño Paqueta.

El encuentro de El Cairo se jugó con una equipación improvisada. Tuvieron que coser el mapa de Libia con la bandera tricolor de la revolución de fondo en cada una de las camisetas. Han desterrado el verde que imponía Gadafi. Algunos de los convocados estaban pocos días antes pegando tiros en el frente, explica Mohamed Baher, ex jugador de la selección que acudió a la cita de El Cairo. Es el caso de Walid Khatrushi o Ahmed Al-Sukair.

Khatrushi se unió a un grupo de guerrilleros que comandaba su hermano Naser, ex portero profesional, en la provincia de Zintan, al sureste de Trípoli. «Walid hizo un gran partido a pesar de que él y muchos otros llevaban seis meses sin tocar un balón», asegura Baher. «Estaba ansioso por salir al terreno de juego y lo pusimos en el segundo tiempo», añade Abduljafid Ali. Khatrushi lleva ya en la espalda el número 17 en honor al día de febrero que el pueblo libio se levantó contra el tirano.

El joven, nacido en 1985 y llegado a la selección en 2006, luce una larga y desordenada barba. «Soy un deportista conocido, lo tengo todo y vivo bien, pero en mi barrio murieron 23 personas durante la revolución, algunos amigos». Esto le llevó durante cuatro meses al frente y a entrar con las brigadas rebeldes en la toma de Trípoli a finales de agosto armado con su fusil. Cuenta que vio morir junto a él a un buen amigo.

«Gracias a mí mucha gente se alistó. Durante este tiempo he llegado a rechazar varias ofertas. Lo principal ahora es ser soldado y liberar Libia. Los guerrilleros y la Federación querían que volviera a jugar, pero en estos momentos no tengo muchas ganas», explica instantes antes de partir hacia la concentración en Túnez donde preparan su próximo encuentro. La selección juega contra Zambia el 8 de octubre y para entonces esperan poder tener listas las nuevas camisetas. Con el empate les es suficiente para estar en la Copa de África.

Libia está inmersa en un cambio brutal tras más de cuarenta años de dictadura y el equipo lo va a sufrir. Sí tienen claro desde el primer momento que la selección no va a volver a ser más un instrumento de propaganda al libre albedrío de los caprichos de la familia Gadafi. Y lo sabe bien el presidente transitorio, Mustafa Abdeljalil, que fue jugador de la Primera División libia en las filas del Ahdar Al Baida y que a algún diplomático español le ha reconocido que es fan del Sevilla. Nada más salir de El Cairo, la selección fue recibida por Abdeljalil.

Mientras el país arranca, el campeonato nacional, que se nutre de muchos jugadores de fuera y que se han marchado por el conflicto, sigue parado desde que en febrero comenzaran las primeras manifestaciones. En la calle los espectadores se consuelan con los partidos televisados, especialmente de la Liga española y el Calcio.

Eso sí, a falta de otras alegrías, celebran que el jugador más famoso y al mismo tiempo más odiado del país ya no está entre ellos. Saadi Gadafi, hijo del dictador, ha huido a Níger. Ahora están seguros de que el hijo de papá, que ya estaba retirado, nunca más podrá lucir el brazalete de capitán en la selección. Todo un golazo de la revolución por la escuadra.

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