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a punto

Mal 9 de octubre para los carpantas

josé luis torró

Se anuncia como una consecuencia más de la crisis que nos acogota, que este año se suprime el ágape que el presidente de la Generalitat ofrecía con motivo del 9 de Octubre. En principio, y por principio, todo lo que suponga un ahorro para las depauperadas arcas del Consell parece una buena medida. En este caso su coste, superior a los 200.000 euros, debería servir para hacer frente a alguna de las muchas cuentas pendientes de liquidación a tantos provedores pero, al mismo tiempo, impedirá que una empresa valenciana pueda prestar un servicio.

La supresión de la recepción, sus copas y canapés, tendrá otras consecuencias. De entrada, dos gremios van a sentirse muy directamente afectados. El primera es el colectivo conocido como «¿Qué hay de lo mío?», cuyos numerosos integrantes aprovechan estas concentraciones y con la excusa de saludar al presidente (lo que hacen en realidad es asaltarle) le plantean cuestiones personales o le piden una entrevista. Qué tortura debe ser tener que atender a tanto plasta que, sin reparar en que ningún presidente por muy buen fisonomista y memorión que sea, puede retener tantos rostros y nombres, aborda al Molt Honorable sin darse a conocer previamente. Sólo la cortesía y buenas maneras, virtudes reconocidas a todos los presidentes de nuestra autonomía, impedirán el exabrupto que, en no pocos casos, sería la respuesta. El otro colectivo damnificado es el de los devotos del canapé. Es grupo abundante este de los carpantas. El desarrollo de unas extraordinarias capacidades sensoriales les permite detectar y averiguar cuándo y donde hay cóctel, sarao o vino de honor. Una vez autoinvitados, son capaces de oler y ver, mucho antes que los demás congregados, por donde aparecerán los camareros con las viandas. Tales habilidades les permiten estar prestos y antes que nadie son ellos y ellas quienes con la mayor presteza despejan la bandeja y en segundos la dejan reluciente cual patena. Viéndoles engullir con tanta fruición —dos bocados bastan para acabar con un bocadillo de blanco y negro— diríase que son pupilos que han sufrido en sus carnes el permanente ayuno del dómine Cabra y quieren desquitarse de tanta gazuza padecida.

El otro colectivo, el mayoritario dicho sea en honor a la verdad, está formado por la gente de bien, aquella que sintiéndose valenciana, aprovechaba la recepción para festejar junto con otros paisanos fiesta tan importante como es la que recuerda la entrada del Rey don Jaime en Valencia. Pensando en esta buena gente y en los intrínsecos valores de confraternización del acto, tal vez debiera repensarse desde Presidencia la decisión ya tomada. Y hacerlo sin copas ni canapés, por aquello del ahorro, pero sin privar a tantos representantes de la sociedad civil del grato momento del intercambio de saludos y de poder felicitar al presidente de todos los valencianos.

Me apuntan una idea: ¿Y por qué no haber negociado con algunas bodegas valencianas una cata de vinos de la tierra y así ponerlos en valor en momento tan digno como un brindis en el 9 de Octubre? Supongo que en Presidencia se habrá valorado tal posibilidad y con las mismas se habrá descartado a la vista de las contrapartidas y las susceptibilidades que pudiera provocar en aquellas otras empresas cuyos caldos no estuviesen presentes en la institucional cata. Por mi cuenta, el 9 de octubre brindaré con los míos por todos los valencianos. Con un vino de la tierra, por supuesto.

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