Septiembre de 1936: Alocución de Marañón en la emisora del Partido Comunista
Este mes de septiembre se cumplen 75 años de un episodio poco conocido en la vida del doctor Marañón: el discurso que desde la emisora del Partido Comunista dirigió a los antifascistas americanos defendiendo la República
POR ENRIQUE sánchez lubián
La reciente celebración del cincuentenario del fallecimiento del doctor Marañón nos ha dejado eventos tan destacados como la exposición mostrada en el Centro Cultural de San Marcos de Toledo o el libro Gregorio Marañón. Radiografía de un libera l de Antonio López Vega. En ... este mes de septiembre se cumplen 75 años de un episodio poco conocido en su vida: el discurso que desde la emisora madrileña del Partido Comunista dirigió a los antifascistas americanos defendiendo a la República. Aquellas primeras semanas de la guerra civil, y su posterior exilio, fueron un período doloroso y difícil para él, circunstancias que alentaron interpretaciones propagandísticas contrapuestas sobre su actitud.
Meses después de la proclamación de la II República, Marañón comenzó a distanciarse del régimen que él mismo había contribuido a triunfar. Salvo periodos en los que mantuvo cercanía al socialismo –especial admiración tuvo por la figura de Pablo Iglesias-, su ideología liberal era incompatible con los extremismos de derecha e izquierda. A pesar de ese alejamiento, su prestigio continuó siendo referencia intelectual y en varias ocasiones tuvo ofrecimientos para asumir responsabilidades de gobierno
Al comenzar la guerra, Marañón se encontraba en Estoril atendiendo a una paciente. Conocido el levantamiento militar, regresó a Madrid y escribió una carta a su amigo Marcelino Domingo, ministro de Instrucción Pública, que concluía con esta sonora frase: «Ahora solo es tiempo de decir ¡Viva la República y España!». Días antes ya le había manifestado su desazón por los asesinatos del teniente Castillo y de Calvo Sotelo y su inquietud por la degradación política y social que se vivía en las calles y en las Cortes.
El 30 de julio se difundió el manifiesto de la Alianza de Intelectuales Antifascistas en el que sus firmantes se identificaban plena y activamente con el pueblo que luchaba al lado de Gobierno del Frente Popular. Marañón figuraba entre sus signatarios. Semanas después, el semanario Mundo Gráfico publicaba un extenso reportaje sobre el quehacer de la Alianza, recogiendo opiniones de «algunas figuras de relieve, que desde hace tiempo se mantenían fríamente al margen de la política». A Marañón se le atribuía el siguiente comentario: «El espectáculo de la pasión enardecida del pueblo español produce una inmensa emoción. Sin una duda, sin un egoísmo, ni los más justificados por los imperativos de la naturaleza, el pueblo se ha puesto en pie y mantiene su ideal con un heroísmo tenso, sin fallos, a prueba de todo sacrificio». Sus familiares y biógrafos siempre han sostenido que estas declaraciones le fueron arrancadas bajo la amenaza de las armas.
Sin delatar esa presión, Marañón expresaba su pesar a Marcelino Domingo: «No firmamos los llamados intelectuales con gran satisfacción interior el documento. Porque la adhesión a la República y a su Gobierno era excusable por sabida, sobre todo por quienes nos la pedían, gente de aluvión, de última hora, en buena parte […] Pero, sobre todo, lo que hubiéramos querido decir, lo que debiéramos haber dicho era solo esto: ¡Paz!». Concluyendo la carta con estas angustiadas frases: «Me aterra el aspecto de pugna crónica que empieza a tomar el combate [...] Me avergüenza estar como espectador en esta lucha que desangra a nuestro pueblo. Porque en el otro lado, hay pueblo también».
La contundencia de esas amenazas también es sostenida respecto a la conferencia que el 11 septiembre de 1936 Marañón pronunció desde la emisora del Partido Comunista, a la que López Vega apenas dedica una línea en su biografía. Para conocer detalles recurro a las memorias de Santiago Álvarez Gómez, en aquellos días comisario político comunista, quien fue la persona encargada de invitarle a pronunciar dicha alocución a favor del régimen republicano. «Cuando llamé a la puerta –el domicilio del doctor se encontraba cercano a la sede ocupada por el PCE en la calle Serrano- y le comuniqué la misión que llevaba, le vi dudar, a pesar de que ya desde el Comité Central le habían comunicado y anunciado mi visita. Le aseguré que no tenía nada que temer y que lo que dijese en la emisora era cuestión suya, de sus convicciones, de su conciencia. Se tranquilizó y me acompañó. Una vez en el local del Partido, donde fue tratado con toda deferencia y consideración, se le invitó a hablar por la emisora. Recuerdo que pronunció una alocución que casi nada tenía que ver con la petición que se le había hecho […] Saltaba a la vista su afán de no comprometerse con las fuerzas que defendían la legalidad republicana. Nada le pasó por esto. Terminada su peroración se le dieron las gracias por haber venido al local del PCE y le acompañé de nuevo a su casa».
Unos meses después, ya en el exilio, el doctor mantuvo un almuerzo con Francesc Cambó, quien posteriormente anotó en su diario que Marañón le relató que aquella alocución se hizo «entre dues pistoles encarades».
Vista la trascripción que del discurso se publicó en las páginas de ABC y El Socialista , a Álvarez no le faltaba razón sobre la tibieza del apoyo de Marañón al Frente Popular: «He aquí –decía uno de los párrafos de mayor contenido político, tras haber hablado de Paulov y otros circunloquios científicos- que ahora una profunda transformación se está realizando en España. Tal vez vosotros, desde lejos, no percibáis de ella más que el estruendo marcial, los gritos de la pasión que hierve, el llanto de los que sufren y el rumor envenenado de los que mienten. Pero por debajo de la actualidad pasajera, una formidable crisis evolutiva empuja a la República a un destino mejor».
La radio comunista había iniciado su actividad a finales de agosto de 1936, con emisiones nocturnas en español, francés, portugués, italiano, alemán e inglés. Días antes que Marañón habían pasado por sus micrófonos el político católico Ángel Ossorio Gallardo y el escritor Ramón J. Sénder. En noches siguientes lo hicieron José Bergamín, los diputados comunistas Florencio Sosa y Antonio Mije, el sacerdote Leocadio Lobo y Santiago Carrillo, secretario general de las Juventudes Socialistas Unificadas.
Las dudas que recordaba Álvarez eran expresión de lo inseguro que Marañón estaba en Madrid, máxime desde que en las páginas de Claridad , periódico del sector largocaballerista del PSOE, leyó un día: «Si queréis saber algo sobre Gregorio Marañón, consultar las listas fascistas». El doctor, que ya había sufrido el asesinato de compañeros y amigos como Melquíades Álvarez, Manuel Rico Avello, ex secretario de la Agrupación al Servicio de la República, o Fernando Primo de Rivera, percibió esas palabras como una seria amenaza, aunque no faltaron intentos propagandísticos por «agradecer» su permanencia en Madrid. Así, el 15 de octubre la edición madrileña de ABC resaltaba que Marañón había rechazado una invitación para ir a Montevideo a inaugurar un Instituto de Endocrinología, respondiendo que en esos momentos su deber como español era permanecer en España. «La actitud del doctor Marañón –se decía en el diario- se comenta por sí sola. Y si queremos destacarla es únicamente por el contraste que ofrece con la de quienes han puesto tierra entre ellos y los facciosos apenas su miedo les ha indicado que podían correr un peligro remoto». Sin embargo, tras ser interrogado por dos veces en checas milicianas, don Gregorio tomó la decisión de abandonar el país. En el libro Exilio y depuración en la Facultad de Medicina de San Carlos , Fernando Pérez Peña apunta que en noviembre Marañón y su familia permanecieron un tiempo refugiados en la Legación de Polonia hasta conseguir en carné de la CNT, asilo sobre el que nada aporta López Vega.
Una de sus últimas apariciones antes del exilio fue asistir el 14 de diciembre de 1936 a la boda de un hijo de Menéndez Pidal en el cuartel general del Quinto Regimiento comandado por Líster. Al día siguiente en las páginas de Milicia Popular se publicaron dos fotografías del enlace, resaltando que «la nueva vida que comienza a existir en España se refleja en estas relaciones entre el pueblo y los hombres gloriosos de la cultura hispana». Nada se decía, sin embargo, de que horas después ambos intelectuales embarcarían en Alicante con destino a París.
A su llegada a la capital francesa, Marañón declaró al diario Le Petit Parisien que había salido de Madrid porque iban a matarlo. Con esa inquietud iniciaba otra apasionante etapa, convirtiéndose en referente y confidente en el exilio para personalidades de ambos bandos. En los meses siguientes, mientras la España triunfadora procedía a sancionarle para depurar sus responsabilidades políticas por apoyar a la República (uno de los siete cargos que le imputó el juez instructor fue la conferencia en la emisora comunista), don Gregorio a través de sus artículos, ensayos y viajes a Hispanoamérica se reafirmaba en que lo esencial del drama español era la lucha del comunismo contra el liberalismo y, en cierto modo, preparaba su regreso a España. «Yo tengo mi resolución tomada –escribió a Menéndez Pidal en la primavera de 1937- para el porvenir. Si los “rojos”, ahora y siempre comunistas, rusos, ganaran, yo no volvería jamás a España. Si los otros ganan, con sus defectos y todo, iré. Prefiero la inquisición a la inquisición más pedantería, más mentira, más hipocresía». Regresó a España en 1942 con la esperanza de que la dictadura fuera una etapa transitoria que en breve desembocaría en la reconciliación nacional.
Ese error le fue echado en cara por el Partido Comunista en abril de 1954 cuando hizo público su manifiesto a los intelectuales patriotas, llamándoles a cerrar filas y organizarse en la lucha por la independencia, la libertad, la paz, la democracia y la cultura. «A los intelectuales procedentes del campo liberal republicano –se decía en uno de sus párrafos-, como Ortega y Gasset, Marañón y otros, que por ceguera o pusilanimidad pretendieron “conciliarse” con el régimen, cabe preguntarles lo que piensan en su fuero interno de semejante experiencia. Para ellos el régimen solo tiene desprecios y desconfianza y, aunque los utilice de vez en cuando para sus fines de propaganda de “liberalización”, los somete a constantes vejaciones y humillaciones». Ese sentimiento sobre su actitud también fue compartido por algunos sectores y personalidades del exilio, como Pedro Salinas o Juan Ramón Jiménez, quienes en algunos momentos criticaron la contemporización de Marañón en la España franquista.
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