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Creadores en la «honda» Mancha

Un grupo de artistas ha elegido la pedanía de Alameda de Cervera (Ciudad Real) para expresar su fuerza creativa, un rincón manchego «que da mucho de sí»

POR AMADOR PALACIOS

Alameda de Cervera es una pedanía dependiente de Alcázar de San Juan, una recoleta aldea equidistante de Alcázar y Tomelloso, justo en medio del tramo de la autovía de los Viñedos que une a estos dos renombrados núcleos manchegos. Ahora aún es tiempo de vendimia y la cooperativa de San Lorenzo ha estado a rebosar con el trasiego de las fragantes descargas del tierno fruto báquico. En Alameda de Cervera hay una panadería, que elabora exquisitas barras y hogazas de pan moreno y sabrosas galletas «de máquina» y las típicas tortas «de rulete» de la zona; posee un solo bar y una gasolinera y en el verano una piscina donde, durante los fines de semana, se puede degustar a muy buen precio variada y crujiente barbacoa. Los demás avituallamientos se sirven bajo venta ambulante (el frutero, el carnicero, el camión de los congelados). Lo que no se puede comprar en el villorrio es prensa, aunque la barra del bar pone a disposición de sus clientes los diarios La Gaceta, La Razón, Marca y una revista taurina. Pequeña como es, el cogollo de la aldea se prolonga en dos barrios más, Las Casillas y Los Molinos, situados en dirección a Cinco Casas, otra pedanía de Alcázar.

La vida consuetudinaria llevada a cabo en Alameda de Cervera, encajada en el agro con un puro talante campesino, está festoneada por la estancia de algunos artistas que han elegido este lugar para potenciar la inspiración y evolución de su trabajo creador, acogiendo los elementos del entorno, como el color, la luz, las perspectivas y otras formas e imágenes características del lugar. El paladín de esta pequeña colonia es, sin lugar a dudas, Alfredo Martínez, un creador polivalente (es pintor, escultor, ceramista, alfarero, grabador) que, aun residiendo en Alcázar, pasa largas e ineludibles horas en su amplio taller de la calle Julio Maroto en Alameda. El espacio es vastísimo, mil quinientos metros que albergan altas habitaciones, hornos, fecundos patios para trabajar a sus anchas elevadísimas esculturas.

La relación de Alfredo Martínez con el espacio de su taller es de la misma índole que la que mantenía Miró con el suyo (la luz entra en su estudio por un ventanal casi idéntico al de Cézanne, en Aix en Provence), siendo una piel global, superpuesta a los contenidos, acompasando la marcha de la elaboración artística. El arte se cobija no sólo en sus materiales y utensilios específicos, sino en la cal, el adobe, la madera, la escayola, repartidos en muros y techos. Alfredo Martínez es autor de series estrechamente relacionadas con su vivencia «lamedeña» (popular término toponímico), como sucede en la que el artista titula «L’été», llevando una visión muy colorista a los vibrantes lienzos de esta serie. El pretexto de la estación estival fija estas láminas. Recomiendo mi largo artículo «Los procesos artísticos de Alfredo Martínez», publicado en el magacín virtual Webtoledo.com, URL: http://www.webtoledo.com/puntosdevista/amador2.html.

Hay una construcción típica de esta zona abundantemente diseminada entre los cultivos: el bombo manchego, una especie de gran choza de piedra, elevada sin argamasa y que en su interior ostenta una cúpula digna de encomio en esta especie de arquitectura popular, levantada por sabios y sagaces agricultores. Servía de refugio en las faenas del campo que requerían días de permanencia en las labores y aún se utiliza como almacén de los aperos. Aprovecha el suelo de estas tierras, si bien fértiles, muy pedregosas. El poeta Dionisio Cañas posee uno de estos bombos, y en su interior ha escrito buena parte de su valiosa obra. Cañas, conocedor de la realidad norteamericana, pues durante muchos años fue profesor de la Universidad de Nueva York, es un escritor reconocido por sus ensayos y ediciones de los autores de la llamada generación poética de los 50; su poética es hondamente original y su obra experimental ( poesía visual, happenings, performances ) tiene la virtud de conjugar un fino humanismo con la más atrevida vanguardia. A la vista de la ancha y cálida llanura manchega, Dionisio Cañas tiende a crear, bajo un alto pensamiento sistemático, un sentido paródico de la realidad, intensificando la ironía. Su bombo, el paisaje y el paisanaje de Alameda de Cervera y Cinco Casas, aparecen con mucha frecuencia en su aquilatada obra. Formó parte del grupo «Estrujenbank», un movimiento que sobre la realidad cotidiana desarrollaba un rico y palpitante planteamiento artístico. Una de las obras más emblemáticas de la producción de «Estrujenbank» se titulaba «Un cosmonauta español podría ir al espacio en 1992», que reproduce, dentro de un vulgar marco dorado, la foto de un recio campesino manchego, agarrando un melón con una sola y vigorosa mano y cubierto con pañuelo de hierbas, como el candidato anunciado «seriamente» en el título de la composición impreso como eslogan en la misma.

Otro creador atractivo y que tiene adosada a su vivienda de Las Casillas un piscina-plató es el fotógrafo Antonio Meco. También poeta y pintor, ha abandonado, por el momento, estas actividades y la fotografía convencional, para centrarse en la fotografía realizada dentro del agua, técnica que requiere una sofisticada tecnología, tanto en la complejidad de las cámaras a utilizar como en los delicados procedimientos a aplicar al agua de la piscina con el propósito de conseguir una superficie nítida, neutra y dotada de la suficiente mansedumbre para casar satisfactoriamente la intención del artista con los resultados obtenidos. Muchas veces Meco ha obligado a los amigos a sumergirse en su piscina-plató para realizar nutridas sesiones, de numerosas instantáneas, dentro del agua. Al que se presta, sólo le impone dos condiciones: o que se meta sin ropa o al menos sin bañador; si es una chica que elija la primera opción, mucho mejor.

De forma que este rincón netamente manchego es una fuente de inspiración que da mucho de sí. Yo mismo, que también poseo una pequeña villa en Los Molinos, he consagrado a este paisaje la mayor parte de los poemas de mi libro Licencias de pasaje , publicado hace unos años por la Diputación de Ciudad Real en su espléndida colección Biblioteca de Autores Manchegos. Teresa Hernández, que fue directora de la Escuela de Artes de Tomelloso hasta su jubilación, lleva ya muchos años vinculada a Alameda de Cervera, donde tiene una muy linda casa en pleno casco de la aldea. Profesora en el arte del tapiz, de su magnífico telar han surgido producciones realizadas en este apacible retiro. También Teresa ha pintado lienzos alusivos a este tranquilo acontecer. Últimamente ha fijado su residencia en Alameda de Cevera Martín Rodríguez, un creador muy natural que tiene a reflejar en sus producciones los elementos más telúricos de la madre naturaleza y que de seguro va a desarrollar aquí la efusión temática que su arte siempre persigue.

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