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Rajoy denuncia la «herencia envenenada» de Zapatero en su último enfrentamiento

«No habrá traspaso de poderes, sino de muchos deberes», advierte Santamaría

MARIANO CALLEJA

«Sigan ustedes con el talante, pero a ser posible acompañado de una mayor eficacia». Mariano Rajoy lanzó este dardo a José Luis Rodríguez Zapatero el 12 de mayo de 2004. Era el primero de los 195 debates parlamentarios que ambos han mantenido desde entonces en los plenos de control del Congreso, 112 en la pasada legislatura y 83 en la actual. En aquella ocasión, el presidente del Gobierno recién elegido y con tono triunfal, presumía de la orden de regreso de las tropas de Irak que acababa de dar y también de una ampliación en la dotación de becas por 36 millones de euros. Eran otros tiempos.

El Zapatero que debatió ayer en el Congreso por última vez como presidente del Gobierno no tiene nada que ver con aquel «ZP» de 2004. Al presidente del Gobierno se le ve tranquilo, relajado, como si se hubiera quitado un peso de encima, y con cierto aire melancólico de serena derrota. Quizás se esperaba una despedida amable de su principal adversario en este último rifirrafe parlamentario, tras años de duras batallas en el hemiciclo. Pues no fue así. Con casi cinco millones de parados y a las puertas de unas elecciones generales, Mariano Rajoy no da tregua.

Sin abandonar el tono moderado y ya presidencialista, Rajoy lamentó la «herencia envenenada» que deja Zapatero, que resumió con estos datos: casi cinco millones de personas sin empleo, una tasa de desempleo juvenil del 45 por ciento, una economía estancada, una deuda de 700.000 millones de euros, la renta de los españoles en los niveles de 2004, recortes sociales y «una gran desconfianza en la economía española». El presidente del PP «despidió» a su contrincante con siete lecciones para el futuro que deja su forma de gobernar, y que son de este tenor: en economía no hay que engañar, hay que gobernar con un plan, y no con ocurrencias, no se pueden generar falsas expectativas y no se debe gastar lo que no se tiene.

En la intervención de Rajoy no hubo tiempo para más. Bono cortó su micrófono y no se escucharon los buenos deseos personales que luego dedicó a Zapatero. El jefe del Gobierno, con ironía, le agradeció su «cortesía», y recordó, por segunda vez en el mismo día, que «el mundo ha vivido la crisis más grave desde hace 80 años». Luego se despidió con este dardo: «La inmensa mayoría de los ciudadanos quieren responsables políticos y líderes que ante todo ofrezcan algo, y no solo ataquen, y den confianza y futuro a España. Eso es lo que tendremos en el futuro inmediato. Muchas gracias». Fueron sus últimas palabras en el Pleno del Congreso. Los diputados socialistas le despidieron puestos en pie, pero sin esperar un segundo, Zapatero se marchó, siempre sonriendo, acompañado de Rubalcaba.

También fue el último debate entre la portavoz del Grupo Popular, Soraya Sáenz de Santamaría, y la vicepresidenta de asuntos económicos, Elena Salgado. Tampoco hubo rastro de guante blanco ni nada que se le pareciera. Santamaría reprochó a Salgado que cuando llegue el momento de la despedida, no habrá un «traspaso de poderes, sino de deberes, de muchos deberes pendientes, y no sólo al próximo ministro de Economía, sino a generaciones futuras de españoles». Salgado expresó su orgullo por haber servido a España y a sus ciudadanos en momentos «especialmente críticos», y replicó que de lo menos orgullosa que está es de la oposición.

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