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El octubre rojo de la banca, del yunque de Rubalcaba a la reforma de Rajoy

El próximo mes va a ser decisivo para comprobar si la banca española, antigua armada invencible, podrá sobrevivir en la lucha contra los elementos de los mercados y la inquina del candidato socialista

josé antonio navas

Rodrigo Rato lo tenía muy claro cuando decidió en julio echarse la manta a la cabeza con la venta pública de Bankia: «En octubre hará mucho más frío», aseguraba el dirigente popular metido a financiero por imperativo del guión. El tiempo, que no la climatología, ha venido a darle la razón porque los mercados de capitales llevan cerrados a cal y canto desde agosto y aunque la entidad heredera de la antigua Caja Madrid se apoya todavía en las muletas que proporcionan los encargados de cuidar su novata cotización, los demás valores bancarios están pasando las de Caín para mantener el tipo en Bolsa y echarse un euro al bolsillo.

La capilaridad entre la crisis de deuda y la evolución bursátil de los bancos es la llama que un día sí y otro también enciende el polvorín de la economía mundial. España no es una excepción y el mayor peso de las marcas financieras en el Ibex-35 está provocando constantes sesiones de pánico que espantan a los inversores : «El último que cierre la puerta» se ha llegado a oír en las inmediaciones de la Plaza de la Lealtad.

Desde el PP tratan de prevenir el desastre con otra reforma financiera

La recesión interminable ha acabado por reunir a chicos y grandes en un mismo saco y ahora todos son iguales a ojos del dios profano que se refugia bajo el escudo del mercado. La banca española se ha lanzado por la ventana de liquidez abierta de par en par por el Banco Central Europeo pero ello no ha permitido que la capitalización de las grandes entidades alcance siquiera un 60% de su valor en libros y ni con esas consiguen estimular el apetito de los especuladores de toda la vida y demás ahorradores en busca de gangas y oportunidades.

Esta reforma será un cambio radical en el mapa bancario de España

Ni los más viejos del lugar recuerdan una situación como la actual, que ha roto las tradiciones más arraigadas en la economía patria. Si el añorado Ramón Areces levantara la cabeza se sentiría perplejo en un mundo que ha echado por tierra sus más célebres aforismos. «Quien compra gana y quien vende lo pierde todo», solía exclamar el fundador de El Corte Inglés para significar el santo y seña de sus grandes almacenes como entidad vertebradora del desarrollo español. La tortilla se ha dado la vuelta y parece que se ha pegado a la sartén porque ahora la moda que impera se resume bajo la única consigna de vender por obligación y perder por necesidad.

La hambruna financiera ha situado a la alta clase empresarial al borde de un ataque de nervios, que diría Pedro Almodóvar. A muchos de nuestros grandes hombres de negocios no les llega la camisa al cuerpo pensando en las tribulaciones de sus banqueros para captar capital. En los próximos tres años el Banco Santander y el BBVA acumulan vencimientos de 130.000 millones de euros y aunque la entidad presidida por Francisco González ha cubierto ya el calendario de refinanciación previsto para 2011 el trasatlántico de Emilio Botín tiene vencimientos pendientes hasta finales de año por importe superior a los 20.000 millones de euros.

Santander y BBVA indican una tormenta que arrecia contra la banca española

Los datos de los dos buques insignias son un indicio de la tormenta que arrecia contra la flota bancaria española. La armada invencible no fue construida para luchar contra los elementos, incluida esa inquina especial que le ha entrado al candidato Rubalcaba para convertir a la banca española en el yunque preferido de su martillo populista. Desde la atalaya del Partido Popular ven venir el desastre y para evitarlo Cristóbal Montoro y su equipo económico se han puesto a trabajar detrás de las bambalinas electorales con la vista puesta en una gran reconversión financiera mediante un programa de saneamiento de balances que desembocará en un cambio radical del mapa bancario en España.

La reforma que Miguel Ángel Fernández Ordóñez no se ha atrevido a llevar a cabo será abordada por el Gobierno del PP como un plan de emergencia nacional para recuperar el pulso crediticio que lleva dos años petrificado. Bancos y cajas de ahorros saben que el proyecto no podrá resistir la más mínima oposición y tratan de abrirse paso a codazos en la pole position de una carrera a tumba abierta cuyo premio no es otro que la supervivencia en el mercado. No habrá perdón para los rezagados y muchos de ellos han emprendido una guerra comercial a pecho descubierto ignorando incluso las penalizaciones impuestas por Elena Salgado contra los superdepósitos remunerados con extratipos.

La quimera del pasivo es consecuencia de las dificultades que existen para colocar las emisiones de deuda pública, cuyo diferencial se traslada rápidamente al coste de financiación del sector privado. A la directora del Tesoro, Soledad Núñez, le aprieta desde hace tiempo el zapato y eso hace que el resto de instituciones financieras tengan que caminar con fuertes rozaduras. Ponerse tacones en un terreno tan escarpado puede resultar una temeridad pero mucho peor es presentarse ante Rajoy con mediasuelas. O descalzos, que es como ya está más de uno.

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