Lily Allen ha admitido que podría haber muerto igual que su amiga Amy Winehouse, consumidora habitual de alcohol y drogas. En una entrevista al periódico The Sun, la artista afirma que solía salir con Amy y que estuvo a punto de adquirir el vicio del alcohol.
"Sentí que ella se había convertido en un personaje de ella misma. Su muerte casi no se sentía real porque su vida se había vivo en los periódicos hasta casi el final. Amy quería una vida real. Quería ir al pub y no podía", contó.
Lily, embarazada de seis meses de su marido Sam Cooper, con quien se se casó en junio, también reveló que cuando Amy murió, recibió muchos mensajes de sus amigos aliviados de que ella no hubiera seguido el camino de la dependencia del alcohol.
"Recibí un montón de sms de amigos diciéndome que estaban felices porque yo estuviera todavía aquí. Que yo no hubiera muerto también. Es fácil quedarte enganchada y me siento afortunada por haber sido lo suficientemente fuerte para haber salido", concluyó la cantante, de 26 años.
La familia de Amy Winehouse divulgó en el final del pasado mes de agosto un comunicado que revelaba que los exámenes toxicológicos en el cuerpo de la cantante no apuntaban para la existencia de drogas ilegales en su organismo. Los tests indicaron la presencia del alcohol, pero ese hecho no es determinante para explicar la muerte de la cantante británica.
