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Ballester, dualidad fotográfica

El artista madrileño inaugura hoy, en la sala Alcalá 31 de Madrid, la exposición «La abstracción en la realidad»

Ballester, dualidad fotográfica EFE

SUSANA GAVIÑA

Arquitecturas diáfanas, luminosas, con líneas rectas, curvas, espacios minimalistas, barrocos, en gran formato, de pequeñas dimensiones... Ese es el paisaje que compone la nueva exposición de José Manuel Ballester (Madrid, 1960), titulada «La abstracción en la realidad», que hoy se inaugura en la sala Alcalá 31. Organizada por la Comunidad de Madrid y comisariada por Lorena Martínez del Corral, la muestra, que se puede ver hasta el 20 de noviembre, reúne medio centenar de fotografías inéditas realizadas por el artista madrileño entre 2004 y 2011 durante sus viajes a Pekín, Sao Paulo, Zurich, Basel, Berlín o Amsterdam. Imágenes que sirven de escenografía para «Ah! Mio cor» (2008), un vídeo que ocupa el centro de la muestra y que narra la historia «de una reina que abandonada por su amante debe enfrentarse al dolor de dos maneras: como ser humano y como personaje», explica Ballester.

Una dualidad que el artista representa a través de la abstracción, «lo más emocional», y de la figuración, «la realidad externa en la que jugamos un papel que a veces elegimos y otras no». Plantea así un camino que se adentra en lo más íntimo, «en el que solo llego hasta el umbral pues es ahí donde cada uno hará su propia reflexión». La figuración, en cambio, viene reflejada por los laberintos, «una jungla, una realidad enmarañada que tienes que conocer para desenvolverte bien».

Premio de Fotografía de la Comunidad de Madrid en 2008 y Nacional en 2010, Ballester reivindica la dualidad como una forma de enriquecimiento y no de exclusión. «Los opuestos están condenados a convivir, no se pueden separar». Algo de lo que se ha impregnado durante sus viajes por Asia. «Mi forma de entender los enfrentamientos es muy orientalista. Los occidentales tendemos a buscar conceptos absolutos, mientras que para los orientales, el yin y el yan —el blanco y el negro— son conceptos que mutan, que se transforman en el contrario dando lugar a una unidad superior».

El arte clásico está vivo

La muestra se apoya en dos de los pilares del artista: la arquitectura, «que para mí es un pretexto», y los espacios culturales. «Centros destinados para el arte, un universo que parece separado de la realidad pues en los últimos años se ha tenido la sensación de que el arte contemporáneo se ha apartado de las masas y que solo es para una minoría». Y señala otra dualidad: el experto frente al mero espectador «que no sabe explicar con palabras lo que está percibiendo pero que tiene un nivel crítico privilegiado, primitivo..., aunque no pueda entender lo que quiere contar el artista. Tampoco se entiende al Bosco —matiza—. Han pasado 400 años y todavía no hay una explicación».

Defiende por ello a lo museos de arte clásico «que no están muertos, no son simples almacenes. Hay muchas obras que están vivas y son tan refrescantes como cualquier pieza de arte contemporánea o moderna». También lamenta esa tendencia en Occidente por «catalogar» las cosas, metiéndolas en cajones separados, «cuando estos cajones forman parte del mismo mueble», concluye el artista que, entre sus proyectos inmediatos, está preparando una exposición de pintura en Brasil, alimentando así su propia dualidad como fotógrafo y pintor, «algo que para mí significa lo mismo».

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