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CORAZÓN DE LEÓN

EL TIJERETAZO

vicente ángel pérez

POR lo visto, oído y leído estos días en los medios de comunicación, pareciera que María Dolores de Cospedal, la flamante presidenta de Castilla-La Mancha, fuese la descubridora de tijeretazo, palabra de curso legal que la Española explica como «corte hecho de un golpe con las tijeras», y palabrota cuando se entrecomilla y se le añaden adjetivos como «económico», «presupuestario», «social»… Desde la Edad de Bronce a Cospedal las tijeras han estado en manos de peluqueros, esquiladores, sastres, cirujanos, pedicuros y, por supuesto, zapateros. La presidenta castellano-manchega dice que sus tijeras son quirúrgicas y que el tijeretazo a corazón abierto es la última esperanza para detener la hemorragia económica causada por el bisturí despilfarrador de sus antecesores.

Tijeretazos sangrantes se han cometido en «el país de Europa en el que más rápido puede hacerse rico uno», según proclamó, en frase lapidaria acuñada por los colegas de la dilapidación, aquel ministro socialista de Economía por nombre Carlos Solchaga. Los tijeretazos a los bolsillos de los ciudadanos, por cuyos agujeros se ha ido perdiendo hasta la calderilla, y los tijeretazos a la yugular de las familias, o sea, al pan ganado con el sudor de la frente, son más que palabrotas; son puñaladas a la dignidad, a la esperanza y a la ilusión vital de cinco millones de parados.

En los tiempos anteriores a las excusas de las «burbujas», los «rescates» y los tsunamis financieros, o sea, cuando el país de las maravillas de todos ricos en un suspiro, y cuando el personal se hipotecaba de por vida con pisazos, monovolúmenes y vacaciones en el mar, ya hacía de las suyas otra tijera que no provocaba sangre contante y sonante, pero sí cercenaba, con la siniestra habilidad de un sacamantecas, ilusiones morales, éticas, o culturales. ¡Ay, la cultura! Estos gobiernos que se dicen democráticos recuerdan a menudo la tijera de los censores en la época de Franco, arma que no debía ser tan fiera como la pintan, pues siempre se ha admirado y recordado al bueno de Berlanga por su ingenio para esquivarla en sus películas.

Ahora, el tijeretazo cinematográfico es más silencioso, pero no menos contundente que el de la oprobiosa censura; por poner un ejemplo, que será una anécdota para los mandamases culturetas de la patria, el XIV Festival de Cortometrajes «Ciudad de Astorga», un referente internacional y nacional para los cinéfilos, tuvo en la pasada edición un presupuesto de 70.000 euros, y en la que estos días se acaba de inaugurar, el parné se limita a 25.000, y eso gracias a empresas y particulares, porque de las instituciones públicas sólo llegan palabras de ánimo, que son gratis, al equipo de Luis Miguel Alonso Guadalupe, que durante catorce años ha sobrevivido con éxito a los tijeretazos de la censura democrática. Y no cabe culpar, en este caso, a Cospedal, por mucho que algunos pretendar atribuirle el invento de las tijeras.

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