Carlos Fuentes les echa un pulso a las letras latinoamericanas
El autor mexicano se enfrenta a su tradición en «La gran novela latinoamericana»
DAVID MORÁN
Abran las puertas a Juan Rulfo, Borges, Cortázar, García Márquez y Vargas Llosa; ábranlas incluso a Nélida Piñón y Juan Goytisolo, pero que nadie busque a Manuel Puig o Roberto Bolaño. Como suele decirse, no están todos los que son y, según parece, tampoco se ... les espera. «Sí que hay olvidos deliberados, aunque no voy a decir cuales» , asegura Carlos Fuentes al tiempo que tira del hilo de «La gran novela latinoamericana» (Alfaguara), ensayo con el que el escritor mexicano propone una excursión guiada por la historia de sus letras.
Y pese a que esos «olvidos» son en ocasiones tan evidentes que se podría construir otra historia paralela formada exclusivamente por las ausencias, Fuentes resuelve el entuerto asegurando que no se trata de una historia, sino de su historia. «No es un libro de escuela, es algo muy personal. Mi visión de mi literatura con prejuicios, amores y desamores», señala. Tanto es así que el autor de «Cambio de piel» atraviesa el «desierto» del siglo XIX —« había que rechazar todo lo español e imitar la literatura romántica de Europa, así que el siglo XIX fue un gran desierto. Solo se salva Machado de Assis», explica— para acabar desembocando en el boom, el búmerang, el post-boom y el crack. Y de ahí a la inclasificable actualidad. «La variedad es demasiado grande como para agruparla bajo un único nombre», reconoce. Él mismo sigue ahondando en ese presente con «Carolina Grau» (Alfaguara), colección de relatos en la que explora el encierro.
La novela como arma
«La Colonia española prohibió la redacción y circulación de novelas, alegando que leer ficciones era peligroso para una población recién convertida al cristianismo. Lo cual, en otro sentido, constituye un elogio de la novela, considerándola no inocua, sino peligrosa», escribe Fuentes en «La gran novela latinoamericana». Y si la novela es el arma, la palabra del escritor es la munición; la metralla que atraviesa paredes y fronteras. «Neruda decía que estamos obligados dar voz a quienes no la tienen, pero ahora muchos latinoamericanos ya han recuperado su voz» , apunta.
Aún así, él sigue haciendo bandera de sus opiniones y afrontando de cara problemas que, como el narcotráfico, asolan su país. «México no es un país consumidor de droga, es exportador», asegura abogando una vez más por una despenalización progresiva como única solución. Otra cosa es cuando se le pregunta sobre el 15-M y los indignados y finta la cuestión con suma elegancia. «No hablo de política española en España».
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