Hazte premium Hazte premium

«Por mí, que se muera ahora»

ABC habló con la abuela y el hermano de los gemelos asesinados. Cuentan lo justo, por miedo. Los vecinos no callan

«Por mí, que se muera ahora» ÓSCAR CORRAL

ANA MARTÍNEZ

Mari, la abuela de los gemelos Adrián y Alejandro, está rota. En un modesto piso de la calle Pérez Quevedo, muy cerca del domicilio en el que se cometió el salvaje asesinato de estos dos críos, reside con David Liste, su otro nieto. Este chico de 17 años es el primogénito de Mar, fruto de su primer matrimonio . La relación fracasó, y esta joven, de 35 años, acabó uniéndose sentimentalmente a otro vecino de Carballo, municipio de La Coruña. Las cosas tampoco fueron bien entre ellos. Tuvieron dos vástagos, ahora fallecidos. Nunca terminaron de acordar un régimen de visitas que convenciese a ambos. Los pequeños se acostumbraron, tiempo más tarde, a convivir con Javier, de 29 años, y pareja de su progenitora desde hacía meses.

Con él estaban el pasado domingo, en su vivienda de la avenida Andrés Antelo, en el barrio de Monte Alto, a escasos metros del cuartel de la Policía Local. «No entiendo cómo ese hombre pudo hacer eso. No tiene perdón, acabó con Alejandro y Adri, ¿por qué? Por mí que se muera ahora», relató David, horrorizado. No entiende esta cruel muerte, menos aún el ensañamiento: dos cabezas reventadas por la barra de hierro que hacía esquina en una estantería, golpes ... Con él está a todas horas su «yaya» materna. Se fue a vivir con ella porque no soportaba las continuas discusiones que presenciaba cada día en la casa que compartía con su madre. Mar no está con ellos, y tampoco la esperan.

La abuela está asustada . «Yo no voy a hablar de cosas que no sé. No voy a inventarme nada. Al no estar allí y no saber... No puedo... Yo vivo aquí». En su voz se percibe desasosiego, pánico, que cobra fuerza en los últimos momentos de su conversación con ABC . «Cuando pueda hablar, de verdad que hablaré. Tendré que hacerlo...». No niega que está asustada.

Ellos residen en un bajo. En el primer piso vive María Jesús Otero, con su nieta. «Mari está asustada, tiene miedo, y no es para menos», explica a este periódico. Los episodios que saca a la luz a continuación ponen el vello como escarpias. «Había maltrato, verbal y físico. El hijo mayor, David, se fue por eso mismo. Mi nieta y yo vimos hace poco a Adrián, el más menudito de los gemelos por la calle. Nos enseñó el dedito, con un moratón, y nos dijo: “Mirad, mirad, lo que me hicieron otra vez”, y nos mostró el cardenal. Su padrastro apresuró el paso». Dice haber presenciado más lances. «Un día vi cómo su madre, Mar, lo zapateaba, le pegó mucho por llamar a los timbres de este bloque (se refiere al inmueble de Pérez Quevedo). Yo quise denunciar , un día fui pero como tenía que esperar, y mi niña aguardaba por la comida, volví a casa. Ahora los niños no existen. ¿Cómo los dejó solos con ese hombre?», se pregunta. Se la ve colérica.

«Los chicos eran bastante hiperactivos» , prosigue, «y a veces, cuando reaccionaban con violencia contra ellos, gritándoles, pues los chiquillos golpeaban luego en las paredes. Yo les dije que eso no lo podían hacer, que no dejaban dormir a mi nieta ni a mí. No volvieron a golpear nada nunca más. Pero Mar, y su novio de ahora, me contestaron que si me molestaban me comprase una casa en un monte. ¿Eso es una forma de responder?». Finalmente, puntualiza que guarda en su memoria el día en el que les regaló a Adrián y Alejandro una noria. «La tenía yo, me había costado como doscientos euros, era preciosa. Vi esas caritas tan felices que se la regalé. Dios mío, no tendría que haber permitido que esto sucediese. Si hubiese puesto aquella denuncia...».

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación