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La fe, como el camino, se hace al andar

Sábado de gloria en las calles de Madrid. De gloria y de paz, porque los pasos de Jesús el viernes por Recoletos hicieron que la ciudad despertara ayer más relajada, más serena, como si todos supiéramos que desde ayer la procesión de la alegría debía ir por dentro. Poco después de las 8.30 de la mañana apenas se veían transeúntes y se antojaba que muchos peregrinos, por fin, habían decidido darse un respiro, que aún tenían por delante muchas emociones y sudores. Algunos funcionarios policiales toman un tentempié en los pocos establecimientos abiertos en torno a la Puerta de Alcalá.

En el Retiro, el Papa tiene un encuentro que por primera vez se produce en una JMJ: confiesa a cuatro jóvenes menores de 30 años, dos chicos y dos chicas. Un acto discreto que duró tres cuartos de hora, protegido de la curiosidad por unos paneles. Tras el perdón de los pecados del último muchacho, Benedicto XVI bendice a una familia que allí se encontraba.

Y luego, el cronista se puso casi a la carrera, baja hasta Cibeles y enfila, sudando la gota gorda, la Gran Vía. A la altura de la Red de San Luis, hay docenas de peregrinos, portugueses principalmente, que pueden ver de cerca el paso del papamóvil hacia la Catedral de La Almudena. El Papa, sonriente, saluda, y entre el gentío algunos se vuelven locos de alegría, gente que da saltos, botes, con la emoción campando en sus sentidos.

Cientos de personas vitorean a Benedicto XVI a su llegada a la seo madrileña, donde esperaban al Papa cerca de 4.500 seminaristas ante los que ofició la Santa Misa, acompañado por monseñor Rouco Valera. Gran parte de los asistentes siguieron el acto, bajo el terrible sol, desde la Plaza de la Armería. Del otro lado de la calle de Bailén también seguían en silencio la ceremonia. Tras los días y las emociones vividas, ayer los rostros y los ánimos parecían mucho más serenos, pero con la religiosidad a flor de piel. Mientras, grupos y grupos de peregrinos iban llegando a esta zona de Madrid por la que no quedan lejos la carretera de Extremadura y el camino, hoy santo, de Cuatro Vientos. La fe se hace al andar.

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