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Un gran socavón siembra la alarma

El reventón de una tubería inunda de agua y barro Santa María de la Cabeza: motos sepultadas, árboles arrancados de cuajo y medio barrio sin luz varias horas

JAVIER ROYO

Como un campo de batalla. Así quedó la glorieta de Santa María de la Cabeza después de que en la madrugada de ayer una tubería subterránea reventase. Un estruendo despertó a numerosos vecinos de esta zona de Arganzuela a las dos y media. Cuando se asomaron a la calle, una enorme riada había dejado en la zona una mezcla de agua, barro y piedra que hacía imposible el tránsito. Luego, quedó un enorme socavón de 10 metros de diámetro y 3 de profundidad.

Las causas del accidente todavía no están claras. Según el Canal de Isabel II, el suceso se produjo debido a que la presión del agua en verano es mayor de lo normal, ya que al haber un descenso de personas en la capital la demanda de agua en los domicilios es mucho menor. Asimismo, el peso que ejerce el tráfico rodado que discurre cerca de la tubería pudo provocar que cediese hasta reventar, señalan.

Algunos vecinos de los edificios colindantes a la plaza oyeron una pequeña explosión y bajaron al portal para ver lo que había sucedido. Tuvieron que hacerlo a oscuras, ya que el incidente también dejó sin servicio eléctrico a toda la zona hasta las nueve de la mañana. «Era imposible salir a la calle debido a la fuerza con la que corría el agua, que descendía por Embajadores», comenta Hulin, un vecino chino. El paseo de Santa María de la Cabeza fue la otra calle que sufrió las consecuencias del suceso.

Un matrimonio oyó la explosión pero no bajó a ver lo sucedido porque «estaba todo a oscuras y el ascensor no funcionaba. Debido a mi edad (70 años), no estaba dispuesto a subir luego a pie ocho plantas».

La tierra colindante se drenó y se vino abajo por la presión del agua. Uno de los primeros efectos fue que el árbol más consistente de la plaza se cayó. La tubería afectada dejó de expulsar agua dos horas más tarde. Hasta el lugar se trasladó un equipo de desagües de los Bomberos del Ayuntamiento, que tuvo que trocear el árbol para poder retirarlo.

Pánico en el barrio

Un quiosco de la ONCE quedó suspendido en el aire y no cayó al socavón de milagro. Pergalina, una ciudadana griega, se despertó tras escuchar el ruido y pudo ver desde su ventana todo lo sucedido. Con las primeras luces del día, la escena se volvió nítida. A las siete de la mañana fue testigo de cómo la grúa que utilizaron los operarios para retirar los escombros sacaba una farola que había caído en la enorme zanja. La sorpresa es que debajo de la farola había una moto de color rojo, que también fue remolcada. Incluso señala que temió por la vida de un ciudadano porque horas antes del suceso lo había observado en la plaza en estado de embriaguez y pensó que podía haberse dormido.

La Policía Municipal mantuvo acordonada la zona durante parte de la mañana. «Cuando bajé a la calle sobre las 7, la escena era tercermundista», comenta Clara, otra vecina del barrio. Su casa no tiene vistas a la glorieta pero desde que se levantó escuchaba el sonido de la riada y ella pensaba «que estaba lloviendo». A pesar de ello, muchos vecinos de Arganzuela no se habían percatado de lo sucedido hasta que salieron de casa por la mañana.

Una vez solucionadas las pérdidas de agua, operarios del Servicio de Limpieza Urgente del Ayuntamiento de Madrid (Selur) procedieron a adecentar la zona. Actuaron con bastante rapidez, pues hacia las 8 de la mañana era posible transitar por las calles adyacentes a la plaza, comenta Elvira, vecina de la zona de Embajadores. En su domicilio, asegura que a las siete salía agua con barro cuando abría las cañerías.

Juan, el dueño de un bar de la misma calle, abrió su establecimiento, como siempre a las ocho, y no tuvo ningún problema para acceder a pesar de que «todas las aceras estaban cubiertas de barro», asegura.

Comercios cerrados

Los comercios fueron los más perjudicados. Justo enfrente del socavón dos establecimientos no pudieron abrir debido a que su entrada estaba dentro del área de seguridad que el Canal Isabel II dispuso para poder realizar su trabajo. Después de sacar todos los escombros de la zanja, instalaron sobre las cinco de la tarde una nueva tubería, para sustituir la que estaba dañada.

Una tienda regentada por ciudadanos orientales es la que sufrió los mayores daños. «Los artículos los guardamos en cajas de cartón y como ha entrado tanta agua los han estropeado», asegura el dueño del establecimiento. Los efectos de la riada se dejaron sentir en comercios que distan hasta dos manzanas de la plaza de Santa María de la Cabeza.

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